LLEGÓ 2014, UN AÑO DE OPORTUNIDADES

La virtud con la que podemos empezar el año 2014 es la esperanza, porque esta virtud nos permite ser optimistas aun cuando no todo sea tan perfecto como quisiéramos, pero además podemos constatar signos positivos en este momento de la sociedad y de la Iglesia que nos empujan a construir un futuro mejor para todos. Piensen en el Papa Francisco, como Pastor de nuestra Iglesia. La certeza de tener un gran líder nos alienta y da seguridad. Piensen en las prioridades de los Obispos de Estados Unidos para este año en el programa de Nueva Evangelización. Ellos quieren que demos pasos firmes en la renovación de la Liturgia y de la comunidad parroquial. Incluso las cosas que están pasando en la sociedad son motivo de esperanza: la economía se ha ido recuperando paulatinamente y ahora vemos más oportunidades de trabajo de las que había en el año que terminó, y aun teniendo en cuenta la ambigüedad de nuestros políticos podemos ver la Reforma Migratoria un poco más cercana de lo que ha estado en los últimos veinte años. Así que podemos afirmar que 2014 es un año de oportunidades.

Además de estas buenas noticias El Papa Francisco nos ha trazado un plan de acción para todos los católicos en su exhortación apostólica “Evangelii Gaudium”, en español, “La alegría del Evangelio”. En esta encíclica que aunque larga (220 páginas) podemos ver la intención del Papa de implementar seriamente el Concilio Vaticano II que en muchos aspectos fue olvidado o incluso despreciado en Diócesis y parroquias. Este documento invita seriamente a todos los bautizados a asumir su responsabilidad en la tarea de la evangelización, pero desde nuevos horizontes, como es la colaboración, la evangelización fuera de los templos, el uso de nuevos lenguajes y métodos al trasmitir la fe, pero sobretodo la sencillez y la virtud de la pobreza. El Papa tiene una visión muy clara para promover cambios en la manera que estamos organizados y en la manera cómo funcionamos y quiere que nos renovemos teniendo como base los documentos del Concilio Vaticano II.

Además de su Exhortación apostólica el Papa Francisco ha escrito un mensaje con motivo de “La Jornada Mundial por la Paz 2014”. En este escrito nos enseña que el único camino para la paz es la fraternidad. De nueva cuenta este documento podría ser como una guía sobre la cual meditar, estudiar y rediseñar nuestra vida personal y comunitaria a lo largo de este año. El documento nos invita a construir una sociedad de hermanos y nos recuerda que educar para la fraternidad empieza en el hogar, y continúa en todas las etapas de la vida. Él dice que la raíz de los más grandes problemas que acechan a las familias, a los pueblos y a nuestros mundos es justamente que hemos olvidado que somos todos hermanos. El Papa empieza su reflexión narrando el drama de Caín y Abel y nos invita a aprender de esta narración que cuando el ser humano pierde el sentido de la solidaridad y de la comunión entonces cae en el pecado, en la traición, e incluso en el grave error de levantar la mano contra el hermano. “El relato de Caín y Abel nos enseña que la humanidad lleva inscrita en sí una vocación a la fraternidad, pero también la dramática posibilidad de su traición. Da testimonio de ello el egoísmo cotidiano, que está en el fondo de tantas guerras e injusticias: muchos hombres y mujeres mueren a manos de hermanos y hermanas que no saben reconocerse como tales, es decir, como seres hechos para la reciprocidad, para la comunión y para el don”.

La pregunta que el Papa nos lanza es la siguiente: ¿seremos capaces como humanidad de superar el egoísmo y restaurar el sentido de hermandad que Dios inscribió en nuestros corazones? La respuesta la encontramos en Jesús quien nos dice: “Hay un solo Padre que es Dios y “todos ustedes son hermanos” Mt 23:8. Entonces sí hay esperanza, pero hay que proponerla y trabajar en ella.

La base de todas las relaciones humanas debe ser el reconocimiento de la altísima dignidad que toda persona posee en virtud de ser un hijo o una hija de Dios. Reconocer esta realidad tiene como consecuencia inmediata la determinación firme y perseverante de buscar el bien común, porque es el único modo en que todos podemos ser respetados. Los demás, mis hermanos y hermanas no existen para mi deleite, para mi provecho, sino que son mi oportunidad de salir de mí, de servir.

La ausencia de este reconocimiento genera todo tipo de abuso de unos sobre los otros, de los que ejercen alguna forma de poder sobre los pobres y más vulnerables. El Papa en su mensaje hace un recorrido doloroso de las consecuencias de olvidarnos de nuestra fraternidad universal, y también por supuesto proclama el anuncio gozoso de la vida nueva que surge cuando recuperamos esos lazos de fraternidad en todas nuestras relaciones humanas.

El Papa afirma que la fraternidad es una condición para vencer la pobreza de la mayoría, la única receta para extinguir la guerra, la alternativa realista a la corrupción y al crimen organizado y la única verdadera motivación para que todos cuidemos el planeta y respetemos la naturaleza.

Como se notará, mi llamado es que en 2014 pongamos atención a lo que nos dice el Papa Francisco, porque nos trasmite un mensaje muy positivo, que es practicable, entendible, del que todos están hablando incluso los no católicos, los no creyentes, más aún, los que han sido enemigos de la Iglesia. Algo hermoso está sucediendo y nos toca secundar estas iniciativas del Papa de manera inteligente para que adaptemos a nuestra situación concreta la visión que él presenta a nivel universal. No tenemos que repetir, nos toca encarnar en nuestra vida y en la vida de nuestras comunidades sus iniciativas. Y si unimos la visión del Papa a las iniciativas de nuestros obispos para el año 2014 entonces tenemos un buen programa para nuestra vida y para renovación de nuestra comunidad eclesial. VN

Para comunicarse con el Dr. José Antonio Medina:
Jmedina@sbdiocese.org

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