LA VIVENCIA FAMILIAR DE LA FE ENCAMINÓ AL PADRE RIGOBERTO RODRÍGUEZ HACIA EL SACERDOCIO
Pide oraciones por los sacerdotes que están enfermos, pues hay muchos que sufren porque están solos
“Nací en Angamacutiro, Michoacán, México, en una familia católica. Mi padre se casó por primera vez y tuvo diez hijos. Al enviudar, conoció a mi madre, se casaron y me tuvieron a mí”.
Así se expresa con cariño y nostalgia el padre Rigoberto Rodríguez, párroco de San Emigdio, en Lynwood, California.
El padre cuenta a VIDA NUEVA que, por parte de su papá, no tuvo familiares dedicados a la vida religiosa, pero sí por la parte de su mamá: “He tenido primas religiosas aunque todas ya murieron”.
Recordando a su pueblo, dice que San Francisco de Angamacutiro es el santo patrón de la localidad, donde la mayoría es católica.
EDUCACIÓN CATÓLICA
Relata que, como muestra de la vivencia familiar de la fe, desde que tenía 5 años sus padres lo levantaban a las cinco de la mañana para ir a misa: “Yo todavía alcancé las misas en latín y aprendí a contestar la misa dicha en latín”, dice.
“Toda mi vida de niño fue educación netamente católica: criado y educado por sacerdotes”.
Cuando aún no había cumplido los siete años, su mamá lo envió a estudiar a Morelia, la capital de Michoacán, donde hizo toda la primaria. Dice que la suya era una escuela muy famosa llamada los Niños Cantores de Morelia. “Mi mamá me mandó ahí por algunos conocidos y gracias a ellos entré como interno”. Cuando alcanzó el séptimo grado, salió de la escuela de música para ir, también como interno, a otra llamada Escuela Apostólica, donde había un padre [Saturnino García] que lo preparó para ir al Seminario de los Padres Paulinos en México DF. Tenía 12 años.
Los padres eran italianos en un principio, pero luego empezaron a llegar los mexicanos. Era un ambiente bonito, de costumbres italianas, “me gusta su forma de ser”, dice de los italianos. En ese tiempo en el Seminario había una imprenta para imprimir libros religiosos, biblias y otras publicaciones católicas, ya que la misión de los Padres Paulinos es la de evangelizar mediante los medios de comunicación.
“Ahí aprendí ese oficio [de imprimir]”.
VOCACIÓN POR ETAPAS
De esa forma su vida estaba encarrilada hacia la vida religiosa o incluso al sacerdocio adonde llegaría tras un largo rodeo de trabajo en imprentas de Estados Unidos.
En cuanto al origen de su vocación, de querer ser sacerdote, “primero creo que se lo debo a mis padres. Después, a un sacerdote de mi pueblo a quien veía como una gran figura. Este sacerdote se me hacía muy santo, muy humano también. Se llamaba Delfino Rodríguez y era párroco de mi parroquia”.
Sin embargo, la carrera hacia el sacerdocio no siguió una línea recta, pues en el camino sintió el tirón de la “otra” vida.
“Cuando tenía 17 años -recuerda- me nació la inquietud de salirme para ver cómo era la vida fuera del Seminario. No tenía ningún problema en el Seminario, pero tenía la inquietud de ver cómo era la “otra” vida, fuera de sus paredes. Sin embargo, cuando le dije a mi mamá que quería salir, se puso muy mal, empezó a llorar y a sentirse triste. Entonces decidí no hacerlo”.
“Cuando tenía 19 años hice lo mismo y mi mamá volvió a ponerse triste y yo no quería verla sufrir”.
Sin embargo, cuando ya tenía 21 años, un sacerdote de los formadores le aseguró que estaba bien que saliera si ésa era su decisión, pero tenía que enfrentarse a su mamá y para ello fue necesario inventar una mentira piadosa.
“Me fui a mi casa y llegué a mi pueblo como a las 7 de la mañana. Yo llegué con una madrina mía que también era muy amiga de mi madre, cuando llegamos mi mamá estaba haciendo desayuno y se sorprendió al verme. Mi madrina le dijo: “Lupita, no se alarme, vengo aquí con Rigoberto porque allí en el Seminario tienen una imprenta y el otro día se golpeó la cabeza con un fierro y el médico le dio días de descanso. Ésta fue una mentira blanca, pero necesaria”.
Tras pasar algunas semanas en ca
sa, su mamá, que tenía en Estados Unidos unos sobrinos a los que haba criado como hijos, les dijo que lo llevaría para quedarse con ellos.
TRABAJO Y VIDA
Aquí estuvo varios años trabajando en una imprenta y enviando a su mamá la mayor parte del sueldo, aunque también guardó parte “para comprarme un carro porque yo nunca había tenido juguetes de niño”.
Trabajó en Artesia, California, por unos 13 años, pero después de la misa se dedicaba a su gran pasión: jugar a fútbol. “Era bueno”, asegura. Eso sí, todos los domingos asistía a misa antes y siempre ayudaba en las iglesias.
Tampoco se le dieron mal las novias, pues tuvo varias de etnias diferentes. La primera, Katy, fue la americana que le enseñaría inglés. La última fue Yolanda. Entre ambas, varias otras. Ahora dice que, en verdad, nunca se enamoró profundamente, “buscaba a alguien de quien enamorarme, pero no ocurrió”. Eso sí, el buen padre asegura que las trató a todas con mucho respeto.
REVIVE LA VOCACIÓN
Tras varios años de trabajo en Estados Unidos, se enteró que sus antiguos compañeros de Seminario se habían ordenaron de sacerdotes, unos doce, por lo que decidió llamarles para felicitarles.
Recuerda que luego dos de ellos abandonaron el sacerdocio, cosa que le causó “mucha tristeza, y me dieron unas ganas tremendas de regresarme al Seminario. Trece años después de haber salido me regresé”.
Se puso en contacto con el director de vocaciones de Los Ángeles quien le aconsejó que regresara a México para terminar sus estudios de filosofía. Así lo hizo y fue aceptado en el Seminario diocesano de Morelia. Antes de ello, con el fin de que su madre no se hiciera ilusiones por si no era aceptado en el Seminario de Morelia, le dijo que le habían ofrecido trabajo en un aeropuerto de Michoacán para justificar su estadía en México. Sin embargo, “cuando pasaron dos años le dije la verdad y le dio gusto”. Le perdonó la mentirilla.
Al regresar a Estados Unidos, superó el examen de inglés para ingresar en el Seminario de San Juan, en Camarillo, California, donde hizo los estudios de teología. Cinco años más tarde, el 10 de junio de 1989, fue ordenado sacerdote en la Catedral de Santa Vibiana. “Nunca me he arrepentido”, dice el padre Rigoberto.
Le queda, sin embargo, el sentimiento de que sus padres no vieran el gran día, pues ambos fallecieron pocos meses antes de su ordenación sacerdotal.
PRIMERA MISIÓN
Santa Margarita María Alacoque, en Lomita, fue el lugar de su primera misión. Era pastor asociado. En esa iglesia la mayoría de los católicos eran americanos y el trabajo principal consistía en “ser voz de los latinos”.
Tras cuatro años, el párroco pidió tiempo libre para poder hacer luto por sus padres -cosa que no pudo hacer antes- y recuperar fuerzas para cumplir su labor. Pidió un año, pero le dieron seis meses, en los cuales se fue a su pueblo a descansar, pero sin dejar de hacer de todo: misas, confesiones, catecismo, etc.
Al volver a Estados Unidos el padre se quedó sin parroquia asignada y estuvo “llenando hoyitos” en diversas iglesias. Finalmente fue nombrado párroco de Santo Tomas Apóstol, entre Pico y Mariposa.
Cuando llegó el momento de ir a otra Iglesia, sucedió una tragedia en Santo Tomás: un incendio aparentemente intencionado destruyó la Iglesia ante lo cual el párroco nuevo le pidió que se quedara más tiempo, por ello prolongó su misión por dos años.
Recuerda que celebraban la Liturgia en una bodega que les facilitó la Secundaria Loyola, donde estuvieron por dos años con gran asistencia de feligreses. También la iglesia ortodoxa griega de Santa Sofía, muy cercana, facilitó su local para celebrar misas, bodas, etc.
Después pasó a Santa Gertrudis, en Bell Gardens, una parroquia muy diferente de la anterior donde sólo permaneció un año, seguido por dos años como administrador y seis como párroco en Nuestra Señora de Guadalupe, en la calle Hammel, en el Este de Los Ángeles. Precisamente fue en esta última parroquia donde durante la misa de un sábado sufrió un ataque de corazón.
El diagnóstico fue grave: arterias bloqueadas, por lo que fue sometido a una operación de corazón abierto, pero salió bien librado y fue dado de alta sólo cinco días después. Entonces decidió tomarse un descanso en Lynwood con unos familiares y seguir desde ahí la terapia que necesitaba. Con la ayuda de algunos feligreses, en la medida de lo posible cumplió con algunas de sus labores de párroco.
Al regresar al ministerio después de la recuperación, fue destinado a San Emigdio. “Soy párroco de esta iglesia mayormente compuesta por hispanos de México, Centroamérica y Sudamérica también”.
VOCACIONES
“Me daría mucho gusto si un joven me pide consejo para ser sacerdote. A mí nadie se me ha acercado, pero yo a todos les pregunto si quieren ser sacerdotes. Muchos dicen que no, otros sí sólo por cumplir”.
Pero les diría que los quiero ayudar, que los comunicaré con las personas convenientes. Trataría de motivarlos, decirles lo bonito que es. Yo estoy muy contento y nunca me he arrepentido. Les hablaría de poder servirle a la gente, de ver en cada uno la cara de Cristo. De cómo se ve a la gente en necesidad, sobre todo de ayuda espiritual, que Dios está muy lejano para muchos. Hay que llevar a la gente hacia Dios de muchas formas. Cada uno de los padres tiene su forma, somos diferentes”. VN
PREGUNTITAS
Comida: “Toda. Después de la operación ya no puedo comer carne de cerdo. Pero lo que más me gusta de la comida México son los frijoles de la olla”.
COCINAR: “Lo básico. Mi mamá me enseñó a hacer algunas cosas”.
DEPORTES: “Me gusta el soccer, pero ya no juego. Antes jugaba. Jugaba un poquito de voleibol y basquetbol. De México mis equipos preferidos son Las Chivas y el Morelia, de Michoacán. Como equipo internacional: Barcelona y a nivel mundial, Brasil. También me gusta el box”.
DÍAS LIBRES: “Voy con mi familia”.
ALGO QUE LE HUBIERA GUSTADO HACER: “Me gustaría haber sido piloto de avión”.
¿CÓMO QUIERE QUE LO RECUERDEN?: “Alegre y quizás servicial”.
MENSAJE:
“Yo les pido a la gente católica que recen para que nosotros los sacerdotes seamos fieles, y que recen para que haya más vocaciones para la vida sacerdotal. Para que seamos un ejemplo, y que viéndonos haya más interesados. Recemos por los muchos sacerdotes que están enfermos, no solamente en lo físico, sino también de su mente. Hay muchos que sufren porque están solos”.
PADRE RIGOBERTO RODRÍGUEZ
Parroquia de San Emigdio
10900 California Ave.
Lynwood, CA 90262
(310) 637-7095
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