<!--:es-->HOMILÍA — FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE<!--:-->

HOMILÍA — FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE

Monseñor José H. Gomez

Arzobispo de Los Ángeles

 Catedral de Nuestra Señora de Los Ángeles

12 de diciembre de 2015

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Nuestra Señora de Guadalupe es nuestra Madre, y ama a cada uno de nosotros con un amor de madre. Un amor que es tierno y al mismo tiempo fuerte. Un amor que nos protege, nos enseña, y nos guía.

Todos sabemos cómo la Virgen se apareció a San Juan Diego en el Tepeyac en los primeros años de la evangelización de México y de las Américas, y como le hablo con un amor tan tierno: “Hijo mío, Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?”

Hermanos y hermanas, la Virgen quiere saber a dónde vamos. Cada uno de nosotros y todos los pueblos de las Américas. ¿A dónde vamos? ¿Estamos viviendo como deberíamos? ¿Estamos en el camino correcto, el camino que nos conduce al Dios vivo? ¿Sabemos que somos hijos suyos, que Dios es nuestro padre que nos ha hecho y nos ama?

La Virgen viene como Madre a mostrarnos todas estas cosas. Ella viene a mostrarnos como vivir.

En el Tepeyac ella le dijo a San Juan Diego: “yo soy vuestra Madre misericordiosa”. Ella le dijo que vino a mostrar su amor personal, su mirada compasiva, su auxilio y su protección a todos los que viven en estas tierras americanas.

Hermanos y hermanas, ¡este gran continente americano nació bajo la misericordia de la Virgen, la misericordia de Dios!

La historia de América es una historia de misericordia. Cientos de años de misericordia desde los días de Tepeyac. Cada vida, cada aliento, toda la belleza de nuestras tierras bajo el manto de la misericordia de Dios, el manto de su amor.

Esto es lo que transmite la tilma de Juan Diego. Como ustedes saben, tenemos un pedacito de su tilma, una linda reliquia en una capilla aquí en la Catedral. La reliquia es una señal de la presencia de la Virgen, una señal de la misericordia de Dios derramada sobre las Américas. Una señal de Su misericordia en nuestras vidas.

Hermanos, nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, ha declarado que este sea un Año de la Misericordia.

Como probablemente saben, el Papa Francisco va a celebrar la Santa Misa hoy en la Basílica de San pedro, en honor a Nuestra Señora de Guadalupe. Ya se está volviendo una tradición de su pontificado que él celebre esta misa anualmente.

Y estamos todos muy entusiasmados porque el Santo Padre va a ir a México el próximo año, y va a rezar en el Santuario de la Virgen en la Ciudad de México. El Papa dijo algo muy bonito: “Voy a México por Nuestra Señora de Guadalupe.[ii]

Como ven, ¡el Papa también es Guadalupano!

Hoy, nos toca recordar que la Virgen nos sigue hablando de la misma manera como la hablo a San Juan Diego. ¿Estamos subiendo este cerro por nuestra Madre? ¿Estamos recogiendo las rosas de la Virgen, todas las gracias que Ella nos concede en nuestra vida?

Cada uno de nosotros es un personaje en esta hermosa historia del Tepeyac! Ustedes y yo, debemos salir de nosotros mismos y hacer de nuestra vida una tilma, que pueda mostrar al mundo que Dios está vivo y que nos ama, que es nuestro Padre, nuestro Padre amoroso y misericordioso.

Como San Juan Diego, debemos ser mensajeros de la Virgen, mensajeros de Misericordia, en nuestro hogar, en nuestra familia, nuestro vecindario, en la sociedad.

Les he venido diciendo que la Misericordia es una calle de doble mano.

Dios es misericordioso con nosotros. Es un Padre amoroso, que nos perdona, que entiende nuestras debilidades. Por eso, cada vez que nos volvemos a Él, siempre vamos a encontrar su misericordia y su perdón.

Pero luego Dios espera que también seamos misericordiosos con los demás. Lo que quiere decir que debemos ser amorosos, que debemos perdonar, que debemos ser comprensivos con las debilidades de los demás.

Una de las cosas que podemos hacer para empezar bien este Año de la Misericordia es experimentar la misericordia de Dios en el Sacramento de la Confesión.

La confesión es una hermosa experiencia de la Misericordia de Dios. Es personal. En la confesión yo puedo sentir la misericordia de Dios hacia mí. Y esa experiencia nos llena de alegría, nos llena de paz, y nos hace querer compartir esa misericordia con los demás.

Entonces, pidámosle a la Virgen esta noche que haga que las rosas del Tepeyac broten en nuestro corazón. Para que podamos experimentar en nuestra vida la misericordia de Nuestra Señora de Guadalupe, la misericordia de Dios, y ¡que nos transformemos en Misioneros de la Misericordia!

¡Que Nuestra Señora de Guadalupe, Madre de misericordia interceda por nosotros!

¡Que viva la Virgen de Guadalupe!

¡Que viva San Juan Diego!

¡Que viva San Junípero Serra!

¡Que viva Cristo Rey!

¡Que viva la Virgen de Guadalupe!

¡Que viva la Virgen de Guadalupe!

¡Que viva la Virgen de Guadalupe!

VN

[i] Readings: Rev. 11:19, 12:1–6, 10; Luke 1:26–38.

[ii] In-Flight Press Conference (November 30, 2015).

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