EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO, CAPÍTULO 28, VERSÍCULOS DEL 16 AL 20

APARICION DE JESUS EN GALILEA

27 de Abril de 2006

16. Los once discípulos fueron, pues a Galilea, al monte donde les había ordenado Jesús.

17. Y al verlo lo adoraron; algunos, sin embargo, dudaron.

18. Y llegándose Jesús les habló, diciendo: “Todo poder me ha sido dado en el cielo y sobre la tierra.

19. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo;

20. enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado. Y mirad que Yo con vosotros estoy todos los días, hasta la consumación del siglo”.

Comentario

19. Véase 10, 6 y nota.

20. Enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado: Las enseñanzas de Jesús fueron completadas, según lo anunciara Él mismo (cf. Juan 16, 13), por el Espíritu Santo, que inspiró a los apóstoles los demás Libros sagrados que hoy forman el Nuevo Testamento. De esta manera, según se admite unánimemente (cf. I Tim. 6, 3 y 20), la Revelación divina quedó cerrada con la última palabra del Apocalipsis. “Erraría, pues, quien supusiese que ésta (la jerarquía) estuviera llamada a crear o enseñar verdades nuevas, que no hubiere recibido de los apóstoles, sea por la tradición escrita en la Biblia, sea por tradición oral de los mismos apóstoles”. Se entiende así cómo la Jerarquía eclesiástica no es, ni pretende ser, una nueva fuente de verdades reveladas, sino una predicadora de las antiguas, según aquí ordena Cristo, de la misma manera que la misión del tribunal superior encargado de interpretar y aplicar una carta constitucional, y de una universidad encargada de enseñarla, no es la de crear nuevos artículos, ni quitar otros, sino al contrario, guardar fielmente el depósito, de modo que no se disminuya ni se aumente. De ahí, como lo dice Pío XII, la importancia capitalísima de que el cristiano conozca en sus fuentes primarias ese depósito de la Revelación divina, ya que, según declara el mismo Pontífice, “muy pocas cosas hay cuyo sentido haya sido declarado por la autoridad de la Iglesia, y no son muchas más aquellas en las que sea unánime la sentencia de los santos Padres” (Enc. “Divino Afflante”). VN

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