
EUFROSINA CRUZ MENDOZA, LA PRIMERA INDÍGENA DIPUTADA DEL ESTADO DE OAXACA
Por MÓNICA LIMÓN
México es un país que se caracteriza de sus atractivos turísticos. Con frecuencia los anuncios promocionales enfatizan la diversidad étnica del país con imágenes de hombres y mujeres indígenas que visten sus trajes típicos mientras hacen hermosas artesanías. Pero quienes ven más allá de las imágenes de propaganda saben que éstas no proyectan la realidad. Los hombres y mujeres de las 68 etnias que habitan en el territorio mexicano han vivido siglos de marginación y pobreza en un país con una gran riqueza que ha beneficiado a unos cuantos. A través de las décadas a los indígenas de México se les ha negado lo más básico -como educación y servicios médicos- y se les ha despojados de sus tierras en nombre del desarrollo.
En medio de esta injusticia hay esperanza. Su nombre: Eufrosina Cruz Mendoza, la primera mujer indígena en ocupar el puesto de Diputada de la LXII Legislatura del Estado de Oaxaca. Su mensaje en favor de los derechos de los indígenas y las denuncias en contra de un gobierno que ha contribuido a esas condiciones de empobrecimiento y marginación ha motivado cambios, aunque ella reconoce que aún hay mucho por hacer.
La Diputada visitó recientemente Los Ángeles y fue la oradora principal en la Conferencia “Vivir Sin Miedo” de la Organización Mujeres Extraordinarias. Durante una entrevista con VIDA NUEVA, Eufrosina habló de las humillaciones, de los retos, de la triste realidad de las indígenas, de abrir camino a otras mujeres y, lo principal, de los cambios en las leyes que favorecen las etnias en el vecino país del Norte.
De manera elocuente y con pocas pausas, Eufrosina explicó que para poder llegar a dónde está tuvo que “arrebatarle” a la vida lo que se le negó. Para eso a los 12 años de edad abandonó su pueblo natal Santa María Quiegolani, para no vivir el mismo destino de las mujeres del lugar y ser entregada en matrimonio a esa tierna edad.
“Salí a los 12 años de mi tierra, caminé no sé cuántas horas para llegar a un entorno que no era mío, donde viví, experimenté, sentí y lloré la palabra discriminación. Por eso el tema de la inmigración duele, porque te ven diferente, porque tus facciones son diferentes, porque la tonalidad de tu voz es diferente, porque tu ropa es diferente, y porque hueles a montaña”, refirió.
La activista por los derechos humanos de los indígenas -elegida por segunda ocasión al puesto de diputada local donde preside la Comisión Permanente de Estudios Constitucionales- indicó que fue un maestro rural quien le inculcó la idea de que hay una vida distinta a la que por generaciones han vivido las mujeres de su pueblo y la motivó a aspirar a algo diferente.
“Ese maestro llegaba a mi pueblo después de caminar más de 12 horas, y él me llevó la palabra ‘sueño’. Me enseñó a ver que había un mundo más allá de mi montaña. No para olvidar, ni para negar esa montaña -me siento orgullosa de ser mujer y ser indígena, de venir de esa montaña- sino de entender y decir al mundo que los de la montaña también merecemos respeto. Merecemos dignidad. Merecemos tomar decisiones. Que nos pregunten cómo queremos las cosas”, explicó.
Ese deseo por algo diferente y mejor fue lo que la motivó a no darse por vencida cuando al emigrar a la ciudad vivió en carne propia la discriminación y humillación que sufren muchos indígenas de México. En ese entonces -cuenta- su idioma era el Zapoteco. Entonces -al igual que sucede con otros inmigrantes- aprendió otro idioma, se puso a trabajar e ingresó a la escuela. Años después se graduó en la carrera de Contaduría Pública.
Ya siendo una mujer profesionista, regresa a su pueblo y se da cuenta que las cosas no han cambiado. Que las mujeres siguen rezagadas sin poder aspirar a algo diferente. Que los habitantes de su pueblo continúan sufriendo del abandono por parte del gobierno.
“Mi madre seguía siendo la primera en levantarse y la última en ir a dormir. Las [mujeres] de mi edad ya iban para el quinto hijo. Fue como empecé a ir a la cancha del pueblo a decir que las mujeres también tenemos derecho. A ir a las fiestas del pueblo y sentarme con los hombres. Y así empezó el problema en el pueblo. Me volví la anormal de mi familia, la ‘loca del pueblo’. Pero asumí esa responsabilidad, porque entendí que la que tenía lucidez era yo. Que no podía culpar a mi entorno, que nadie les había dicho lo que era derechos humanos. Pero si responsabilizaba a las instancias de gobierno, de partido”, refirió.
Esta mujer Zapoteca transformó en acción la indignación que sentía contra las instancias de gobierno, y decidió ingresar al mundo de la política, ser parte de la solución para motivar un cambio y “darle visibilidad a las mujeres en las comunidades indígenas”. Su labor política la ha hecho acreedora de muchos reconocimientos a nivel nacional e internacional, pero lo más importante, ha dado pie a un cambio en su pueblo y estado.
Explicó, por ejemplo, que hace 10 años Santa María Quiegolani no existía en el mapa y las mujeres no podían ejercer su derecho a votar, y mucho menos ser elegidas por votación. “Hoy en mi pueblo ya votan las mujeres. Tres mujeres son parte del cabildo, ya hay regidoras y las niñas juegan en la cancha del pueblo”.
Al hablar acerca de su cargo político y labor, Eufrosina reconoció que no ha sido fácil “porque arrebatas un espacio a los que se suponen que tienen el derecho a hacer política. Pero si no hubiera dado ese paso, no estaría hablando hoy de una reforma a la Constitución de mi Estado, una reforma a la Constitución de mi país, de que la ONU adoptó mi iniciativa como tal para que el mundo, donde haya población indígena, los gobiernos se hagan responsables para construir una democracia en esas regiones”, expresó orgullosa.
Y aunque todo esto suena como una historia de éxito ante la adversidad, quienes han vivido la corrupción, la inequidad y la injusticia en México, saben que aquellos que se oponen y denuncian muchas veces pagan hasta con su vida. Al respecto, Cruz Mendoza comentó que ha sufrido dos atentados. Sin embargo sigue adelante, “porque todavía le debo mucho a mi entorno. Apenas hemos pavimentado 15 kilómetros de los 75 caminos de terracería. A mi padre le dio un derrame cerebral y no pudieron atenderlo porque el hospital más cercano sigue estando a 6 horas de camino. Y por eso estoy convencida de que tengo que estar ahí”.
Además de un fuerte compromiso hacia su gente, otro motivo por el cual luchar es el pequeño Diego, su hijo de 4 años. “Quiero que mi hijo diga que su mamá hizo todo lo que le tocó hacer para que él pudiera construir sus propias oportunidades. Yo no se las voy a construir, pero se las voy a facilitar un poco”.
Ella está consciente que para hacer un cambio en un sistema de gobierno donde la corrupción se ha infiltrado a todo nivel no se necesita de una mujer que sea diputada, sino de un cambio en la mentalidad de la población.
“Cuando me dicen ‘es que los políticos no sirven’, yo respondo ‘porque los ciudadanos los hemos dejado’. Los ciudadanos tenemos que ir a arrebatar esos espacios. Los ciudadanos deben tomar conciencia de lo que significa el voto”, comentó.
Por último, expresó su deseo de algún día postularse para la gubernatura de su estado, pero reconoció que los obstáculos están presentes. “No sé cuándo, pero sé que un día. A lo mejor no seré yo. Pero que otra mujer llegue, eso sí tiene que ser”. VN
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