
EN EL CAMINO REAL HACIA DIOS.- La nueva Catedral de Nuestra Señora de los Angeles abre sus puertas al público
Después de seis años de proyecto y cuatro de construcción, la edificación de la catedral católica de Los Angeles fue finiquitada y, el pasado dos de septiembre, adquirió su naturaleza de templo al ser bautizada con el nombre de Catedral de Nuestra Señora de los Angeles. Tres mil feligreses de diversas razas y culturas (incluyendo a laicos, ministros, diáconos, religiosas, sacerdotes y la alta jerarquía del clero) fueron testigos de este rito sacramental que fue proclamado por el Cardenal Rogelio Mahony.
Al tercer golpe, sus puertas se abrieron para dar paso a los generosos donantes, la feligresía y los miembros del clero que fueron invitados para ser partícipes de la celebración de los ritos de Dedicación e Iniciación que dieron vida sacra y esencia católica a la edificación, que al ser levantada sobre la histórica ruta del “Camino Real” (hoy la autopista 101) revivió la labor evangelizadora del beato Junípero Serra, fundador de las misiones católicas de California.
Los primeros en cruzar el umbral fueron los indígenas gabrielinos (habitantes originales de esta región), quienes trajeron las reliquias patronales que fueron enterradas en cada uno de los altares de la nueva catedral. Luego ingresó el Cardenal Rogelio Mahony, seguido por once purpurados de otras diócesis de los Estados Unidos, siete obispos regionales y 70 obispos que vinieron del oeste de la nación, 674 sacerdotes diocesanos y de otras congregaciones religiosas que sirven a la Arquidiócesis de Los Angeles y 1,500 feligreses (donantes; diseñador, arquitectos, artistas y trabajadores que intervinieron en la construcción de la catedral; representantes políticos y comunitarios de la ciudad; miembros del coro; personal voluntario; ujieres; ministros de la Palabra; estudiantes de las escuelas católicas y laicos de diversas parroquias).
Cuando toda la asamblea estuvo acomodada en las bancas del templo, se dio comienzo a la ceremonia que duró más de cuatro horas e inició con las palabras de bienvenida del Cardenal Mahony, quien resaltó la presencia del nuncio apostólico que representa a su Santidad Juan Pablo II en los Estados Unidos, Cardenal James Francis Stafford y agradeció públicamente la labor del diseñador español José Rafael Moneo y la presencia de todos los creyentes, que con las características particulares de sus rostros daban testimonio claro de la diversidad cultural y racial que existe en la Arquidiócesis de Los Angeles, la más grande de la nación tanto en números de feligreses como en extensión.
“Hoy estamos escribiendo un importante capítulo, seguramente no el último -expresó el Cardenal Mahony ante los 3,000 presentes-, de esa historia revelada de las intenciones de Dios para la gente de California. Celebramos la consagración litúrgica del altar y de la Catedral de Nuestra Señora de los Angeles en la más diversa y decididamente ciudad más cosmopolita de nuestro estado”.
Concluidas sus palabras de bienvenida se dio comienzo a los ritos sacramentales que convirtieron cada pared, elemento y rincón del edificio en un lugar sagrado para el culto y ejercicio espiritual de la comunidad católica y general de Los Angeles y resto del mundo.
Ritos iniciales para
transformación sacra
Siguiendo los ritos secuenciales que se han establecido para el bautizo y la imposición de los sacramentos de la Confirmación y Sagrada Comunión que dan vida espiritual a una nueva catedral, el máximo representante de la Iglesia Católica de Los Angeles procedió a celebrar el rito de la consagración del agua, el cual tomó lugar en el área donde pende el gran tapiz con la imagen de San Juan Bautista. Concluido este primer rito, el Cardenal Mahony, los obispos y sacerdotes procedieron a purificar cada rincón del templo, el altar, la silla del celebrante y a la asamblea presente.
Después de la interpretación del himno sublime del “Gloria” se inició el segundo rito de la ceremonia bautismal: la Liturgia de la Palabra, que fue conducida en inglés y español, los dos idiomas más predominantes en la gran urbe de Nuestra Señora de los Angeles.
La primera lectura (Nehemías 8: 1-4ª, 5-6, 8-10) fue pronunciada en inglés por Art Sharpe, un parroquiano de la Iglesia de San Juan Bautista de la Sal (Granada Hills) de raza afroamericana. En esta misma lengua se proclamó la lectura del Evangelio (Lucas 19: 1-10), mientras que la segunda lectura (1ª. Pedro 2: 4-9) se leyó en idioma español por una feligresa latina, quien representaba al 60 por ciento de la población católica de esta ciudad, conformada por latinos o hispanos.
El Cardenal Mahony en su Homilía dijo: “Hoy, la Catedral de Nuestra Señora de los Angeles une las diferentes historias de las primeras misiones, las primeras estructuras permanentes construidas en el territorio de California… Millones de personas viajan por el Freeway 101 cada año. Espero que la vida de muchos roce con Dios , y algunos cambien profundamente, cuando lancen una mirada a la gran cruz en el lado este o al gran campanario en el lado oeste”.
“La catedral es nuestra altura. Desde aquí vislumbramos nuestra gran ciudad entre muchas ciudades, el hogar de personas de muchas razas, países y lenguajes… Finalmente ahí está una noble gran iglesia en el corazón de Los Angeles, irradiando hacia el eje cívico y gubernamental, hacia los puntos de importancia comercial, residencial y cultural de nuestra ciudad, todos a horcajadas en lo histórico y la historia, de El Camino Real”.
Ritos de la Dedicación
y Unción del templo
Concluida la Homilía, el Cardenal Mahony prosiguió con los ritos tradicionales que se realizan para la dedicación y consagración de una iglesia catedral. De acuerdo a la tradición de la Iglesia, tanto el Rito de Occidente como el Rito de Oriente, se incluye (secuencialmente) los ritos de unción, incienso, vestidura e iluminación del altar. Sin embargo, antes de dar comienzo con estos ritos, se cantaron las Letanías de los Santos. Luego el Cardenal Rogelio Mahony depositó en la base del altar mayor las reliquias de la nueva Catedral, conformadas por 26 hijos e hijas de Dios canonizadas o beatificadas por entregar su vida a la evangelización o por ser mártires de su fe.
Enterradas las reliquias, se cantó el poderoso “Amén” con el que se proclamó la plegaria de la Dedicación. Inmediatamente, el Cardenal procedió a ungir la mesa central del altar con el Aceite Crismal (elaborado con aceite de olivo infundido con rica fragancia) que le dio la esencia sagrada para la celebración del culto.
Al mismo tiempo que el Cardenal Mahony ungía con sus manos la extensa mesa de mármol rojizo, los cinco obispos auxiliares de la Arquidiócesis (los monseñores Edward Clark, Thomas Curry, Joseph Sartoris, Gerald Wilkerson y Gabino Zavala,) ungieron las paredes del templo, formando con el aceite crismal una cruz debajo de cada uno de los doce candelabros que adornan el ala central de la catedral y hacen alusión a los doce apóstoles de la cristiandad.
Seguidamente se llevó a cabo el rito de la purificación del templo con incienso. El Cardenal se encargó de prender el incienso con que se depuró el altar mayor y una docena de hermanas vietnamitas (de la Orden de los Amantes de la Santa Cruz, al ritmo de una melodía interpretada en vietnamita, inciensaron a la asamblea. Con este rito, se elevó simbólicamente la oración de dedicación hasta Dios.
Ya purgado el altar y la asamblea en su totalidad, un grupo de feligreses de diversas razas y grupos étnicos (conformado por afroamericanos, africanos, samoanos, nativoamericanos, latinos, filipinos y anglosajones) aparecieron en escena portando en sus manos telas distintivas de su propia cultura con las que se revistió por primera vez la mesa del altar. Cubierta ya la mesa, el Cardenal Mahony prendió el primer Cirio Pascual que le dio luz física y espiritual a la nueva catedral. Encendido el Cirio, una docena de representantes laicos y religiosos de los diversos ministerios de la Arquidiócesis prendieron las veladoras con las que se transportó la “llama sagrada” que dio luz al resto de las veladoras del templo. Mientras se desarrollaba el rito, lentamente, se fue subiendo la luz energética del templo esparciendo simbólicamente la “llama espiritual” sobre la asamblea y toda la Casa de Dios.
Celebración Eucarística
Quedando con estos ritos bautizado tanto el altar como el templo, un grupo de laicos se encargó de poner los primeros arreglos florales en honor a Nuestra Señora de los Angeles. La familia Ramos de la Iglesia de San Antonio (San Gabriel) fue la encargada de colocar el arreglo floral que decoró el altar. “Esto fue para nosotros un momento muy especial -dice Stephane Ramos, quien fue acompañada por cuatro de sus seis hijos, quienes lucían diversos trajes típicos mexicanos-. Hemos participado en diversas ceremonias religiosas, pero ésta fue única, porque participamos en un momento histórico para nuestra iglesia y nuestra ciudad y nuestros hijos pudieron conectarse directamente con sus raíces culturales y religiosas”.
Decorado con flores el templo, el Cardenal le dio el primer beso al altar y se dio comienzo a la primera celebración de Eucaristía, que incluyó la entrega de las ofrendas; la consagración del vino y el pan, que se convirtió en el cuerpo y la sangre de Cristo que fueron repartidos por cientos de sacerdotes y obispos durante la Sagrada Comunión.
Los primeros en recibir la comunión fueron los cientos de voluntarios que participaron en la ceremonia de apertura. Al recibir la última persona el cuerpo de Dios, el Cardenal condujo el cuerpo de Dios ya consagrado hasta el tabernáculo del templo, donde permanecerá vivo para el resto de las futuras generaciones.
Depositado el Santísimo en su morada permanente, las pipas del gigantesco órgano sonaron por primera vez con un canto de alabanza. Antes de proceder con el rito final de la bendición de despedida, el Cardenal agradeció públicamente a Sir Daniel Donohue, quien otorgó una de las donaciones monetarias más sustanciosas que permitieron materializar el proyecto de seis años que dio vida a la catedral católica más joven que existe en esta nación.
Para la celebración de cada uno de los anteriores ritos, se tomó en cuenta la realidad de la Iglesia Católica de Los Angeles, integrada por una comunidad diversa. Por eso, para la liturgia musical, se incluyeron elementos como los tambores nativoamericanos, los ritmos de la música jazz y Gospel y latinoamericana. VN
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