EL TRABAJO DIGNIFICA, CUANDO SE HACE DE CORAZÓN

El trabajo es la principal causa que nos ha traído a los Estados Unidos, podríamos haber llegado con las manos vacías, con una maleta vacía, hasta con el estómago vacío, pero dispuestos a defendernos con nuestra única arma, las ganas de trabajar.

“¡Aquí estamos y no nos vamos, aquí estamos y no nos vamos!”, fue la consigna que adornaba la gran marcha del primero de mayo, en Los Angeles, California, donde miles de personas participaron con el fin de hacerse oír y buscar así un camino a la legalización de millones de trabajadores indocumentados. Lucha en la que siguen afianzando en todo momento el compromiso que han adquirido con esta gran Nación salir adelante sólo trabajando.

Tradicionalmente en los EE.UU el Día del Trabajo se celebra el primer lunes del mes de septiembre, a diferencia de otros países que lo celebran el primero de mayo, y por ello hay quienes reconocen que sería importante resaltar la gran aportación de nuestra comunidad en este día; destacando en ello la entrega, responsabilidad y pasión del latino a la hora de desempeñar su trabajo. Pese, según algunos, a las miles de vicisitudes que pareciera se empeñan en hacer difícil la estancia en cualquier centro de trabajo donde esté presente un latino.

Un trailero que colabora

en proyectos importantes

para la ciudad

Desde muy temprana edad, lleno de grandes aspiraciones, como tantos de nosotros; con ambiciones y una visión clara y madura, un día dejó su país, su México, su raza, como él dice. Llegando a California nunca quiso olvidar sus raíces y sería por eso, sigue contando, que prefirió ubicarse en un terreno donde pudiera ver los campos de cultivo, grandes establos, por ser el ganado de ordeño parte de su vida. Y a eso se quiso dedicar también en “este lado”. Pronto, Porfirio Esparza encontró la mejor forma de combinar todas sus aspiraciones, porque según nos cuenta, tenía una escondida, la de ser trailero, así cuando se aproximó su primera oportunidad no tardó en aflorarla y por cierto esto fue tan pronto como él se apasionó por conseguirlo, y cuenta: “no tardé porque todas mis ganas las enfoqué en eso”.

Ahora se ha convertido en pieza importante en un proyecto de ciudad. La ciudad de Chino, California. Con financiamiento del gobierno del Estado, arrancó años atrás con un proyecto “nanure to power”, que no es otra cosa más que aprovechar el reciclamiento del excremento de vaca: obtener gas para mover turbinas que a su vez produzcan energía eléctrica; agua para las áreas verdes de la ciudad y fertilizante. “Iniand Entire Plant #5” es el nombre de la planta que alberga el proyecto de demostración #4 y que a su vez cuenta con los servicios de “Tairiland Hai Comp”. Precisamente donde Porfirio Esparza, mostrándose orgulloso, labora “bien duro y lo más responsablemente posible, no sólo por lo que significa que yo participe en este proyecto, al menos acarreando el excremento de las vacas de las diferentes lecherías a esta planta, sino por mi familia que lo es todo en esta vida como supongo que cualquier padre de familia pueda pensar”.

Sin embargo, como lo manifiesta; pese a que la ciudad, dueña del proyecto, ni su patrón lo reconoce, él no deja de sentirse importante y satisfecho porque sabe que lo hace bien y cumple con toda responsabilidad, así lo indispensable de su trabajo dentro del proyecto lo hace sentir también indispensable.

Y aunque muy a pesar de todo, de leyes laborales no sepa nada, él sigue cumpliendo con su trabajo con toda pasión, adquiriendo un verdadero compromiso con quien lo contrató sin fijarse si en algo le han faltado, pues él nunca negará que primero está el amor a su trabajo que para él, afirma así, es regla más que principal para salir día con día con su compromiso de trabajo.

Cuidar con amor,

con verdadera vocación

Sin imaginar que aquí vendría a descubrir su verdadera vocación, salió un día a este país, sólo con la dilación de quitarse de encima la miseria y el hambre que allá en su país le agobiaban a ella y a sus dos pequeños hijos. “Ya en Los Angeles (California), por pura necesidad me puse a limpiar casas, fue el modo que encontré de trabajar bien duro y casi sin descanso, fueron muchos años de estar trabajando en lo mismo y de la misma manera. Confieso que ese trabajo no me agradaba del todo, pero fue lo que aprendí a hacer y allí le seguí”. Así cuenta su historia la señora Graciela Sánchez, de origen mexicano.

Pero pronto comenzó a tomarle sentido a su trabajo, cuando fue ganando la confianza de sus clientes en su mayoría personas de avanzada edad, solos, quienes tenían muy pocas oportunidades de convivir. Graciela así lo veía. El trato que comenzó a darles fue de cercanía y atención extra hacia ellos, ofreciéndoles sus alimentos o asistiéndoles a la hora de alguna enfermedad, y ya no tanto sólo limpiar sus casas. Su dedicación y empeño por su trabajo tomó otro tinte, y es que comenzó a notar lo indispensable que ya era en la vida de estas personas, algunas con discapacidades ya fueran adquiridas o congénitas.

Después por las mismas razones que una señora que cuidó la recomendó para que cuidara a unos niños recién adoptados, actualmente los padres adoptivos están verdaderamente satisfechos con su ayuda, “a ellos no les gusta decir mi trabajo”, recalca algo emocionada. Tanto porque aparte de inculcarles y enseñarles buenos modales hablan perfectamente el español, cosa que a los papás los tiene muy satisfechos, puesto que sus negocios son manejados en su mayoría con gente que habla español y, según dicen ellos, sus hijos continuarán sus mismos negocios, siguió contando.

“Por todo eso siento una enorme satisfacción y orgullo, porque nunca imaginé que yo, siendo una humilde mujer de pueblo, pudiera criar y educar a estos niños al gusto de sus papás, y también gracias a Dios que me ha dado la oportunidad de descubrir mi verdadera vocación, hacer este trabajo con toda mi pasión y cariño”, terminó diciendo con emoción profunda.

Actualmente tiene en su propia casa a una señora de aproximadamente ochenta años; discapacitada, falta del sentido de la vista, dándose el tiempo suficiente para seguir cuidando a los niños y a su viejita, como ella la llama, recalcando que lo hace sin condición alguna y sin esperar más que sólo las bendiciones que Dios le ofrezca. “En cuanto a leyes laborales que me protejan aquí en los Estados Unidos no conozco más que las leyes de Dios, tratarnos con entera justicia y amor”. Terminó diciendo.

“Para construir hay que

hacerlo con verdadero gusto”

José Navarro ya tiene más de diez años trabajando aquí en los Estado Unidos. “Si viera en cuántos edificios he andado, en cuántas casas he hecho algo de construcción, muchos años, muchos lugares y para mucha gente”, cuenta con la cabeza agachada y en tono muy nostálgico. Por lo mismo, y con el mismo tono, habló del descontento que siente por la falta de paridad entre el amor por su trabajo y el reconocimiento por lo que sabe hacer. “Aunque uno ponga el corazón entero en lo que hace, y así le salga muy bonito, no hay patrón que lo reconozca”, sin embargo así en esas condiciones se ha mantenido con el mismo garbo y entrega a su oficio. Asegurando que nada de lo que se construya puede quedar bien hecho si no lleva de por medio el amor por lo que hace.

A diferencia de las dos historias anteriores, parece en ésta predominar el pesimismo, y no tanto por el trabajo, sino por las condiciones de trabajo en las que siempre le ha tocado desempeñarlo, manifiesta José. Él atribuye este descontento a que el suyo es un oficio “que requiere de mayores atenciones por parte del patrón o dueño de la compañía para la que uno trabaja”. En el sueldo es sobre todo donde se ve la falta de cuidado que le pueden tener al trabajador, en este caso de la construcción, continúa: “A mí nunca me ha faltado la responsabilidad para hacer mi trabajo, menos el ingenio y pasión para poder hacerlo, lo que hace falta, y mucha, es el estímulo por la otra parte…”, sigue contando con actitud enardecida.

Aunque, al igual que otras opiniones, también él coincide en que lo que hace falta es el interés por conocer sus propios derechos como trabajador, pues puntualiza que su misma ignorancia al respecto es lo que lo mantiene callado.

Sin embargo, a pesar de lo que sea “diariamente estoy contento por hacer lo que me gusta, ir formando algo con material es realmente emocionante, pues cuando se ve terminado, aunque lleno de sudor y cansado, me satisface ver que salió de mí, de mi idea, de mi creatividad, y por eso que mi empeño es de puro corazón”, finaliza diciendo más que emocionado.

Todos podemos poner de manifiesto la experiencia de nuestras propias actividades, lo importante es poder descubrir que, a pesar de todas las dificultades, “aquí estamos y no nos vamos”, y es que también quienes cuentan sus experiencias de trabajo coinciden en que esta frase es tan significativa sólo y sencillamente “porque nuestro corazón y el valor de nuestro trabajo ya está puesto, ya echó raíces, y arrancarlo sería ahora lo más doloroso”, coinciden los entrevistados.

El mosaico multicultural en el que todos nos desenvolvemos dirige un mensaje claro y contundente, permanecer en la lucha diaria poniendo a todos nuestros quehaceres lo que tenemos y que nos sobra: puro amor y corazón. Así sigamos festejando cada uno de los “labor day”. VN

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