EL PADRE ARMANDO LÓPEZ TUVO QUE TOCAR A VARIAS PUERTAS PARA LLEGAR AL SACERDOCIO
La perseverancia y fortaleza de su vocación vencieron a quienes lo consideraban ‘viejo e iletrado’ para el ministerio
Cuando tenía alrededor de los 25 años de edad, Armando López Carmona descubrió que era “viejo”. Se lo dijeron en Camarillo, en Tijuana y en su propia parroquia. A esa edad decidió hacerse sacerdote, pero tanto el Seminario Arquidiocesano de Los Ángeles, como el Mayor de Tijuana y su propio pastor trataron de convencerle de que, por su edad y la falta de estudios -tenía sólo la secundaria-, no era material apto para el sacerdocio.
Sin embargo, Dios lo veía de otra forma y el 27 de agosto de 1988 fue ordenado sacerdote franciscano en presencia de su familia y amigos.
Hijo de Cesáreo López y Raquel Carmona y uno de 13 hermanos -siete mujeres y seis hombres-, Armando nació en Ciudad Manuel Doblado, Guanajuato, hace 60 años. Él y su hermano gemelo idéntico ocuparon las posiciones quinta y sexta.
La familia era totalmente católica y de ello se encargaba la abuela paterna, Julia León, para quien era importante que la fe fuera parte de la vida familiar.
Armando estudió parte de la primaria en una escuela católica y otra parte y toda la secundaria en la pública. En ningún momento le pasó por la cabeza la posibilidad de ser sacerdote ni religioso, a pesar de que un primo segundo era sacerdote y una prima segunda, religiosa.
A los 19 años sintió la necesidad de emigrar a emigrar a Estados Unidos con la idea de juntar un dinero y regresar a México donde montar un negocio y formar su propia familia. Llegó a Sylmar, California, donde residía un hermano y a los seis meses se mudó a Pacoima con su madre y otros hermanos. Más tarde se mudaron todos a Santa Mónica para estar cerca de la fábrica de calentadores donde trabajó 7 años. En esta ciudad pertenecía a la parroquia de Santa Ana, en la que entró a formar parte de grupo juvenil y tomó parte en un retiro dirigido a “facilitar a los jóvenes el encuentro con Cristo, encuentro que yo no había experimentado”, dice a VIDA NUEVA el Padre Armando López Carmona, O.F.M. (Orden de Frailes Menores = franciscano).
“A los 20-22 años -cuenta- andaba buscando la felicidad en las cosas, fiestas, pachangas, mujeres, pero sentía un vacío interior”. Durante el retiro sintió algo imprevisto e inesperado que le dio la paz: “Experimenté -dice humildemente- el perdón de mi mugre y mis pecados”.
Poco después, durante la reunión de oración del grupo juvenil experimentó aún más fuerte la presencia de Cristo e incluso habló en lenguas. El grupo estaba rezando por una señora de 65 años de edad que había pedido oraciones a la que impusieron las manos. Armando también lo hizo, pero las retiró de inmediato: “Sentí algo en mis manos y las retiré porque me dio miedo… y me senté”.
Luego él también pidió oraciones y se sentó en la silla de la oración. “Me impusieron las manos por 5-10 minutos y me sentí muy livianito. ‘El Espíritu Santo te está tocando’, me dijeron. Me impusieron las manos y caí [al suelo] y los calambres que sentía se extendieron a todo el cuerpo y empecé a manotear, a pelear”. El coordinador le dijo entonces: “En el nombre de Jesús dime quién eres”.
Luego le dijeron que el espíritu malo que lo poseía era el que salió de la señora. “Cristo lo venció”, le explicó el coordinador.
“Al salir de la iglesia sentía un amor profundo, estaba lleno de amor”, recuerda.
Los amigos lo llevaron a casa y le sugirieron no ir al trabajo al día siguiente. “Madre, madre, perdóname todo lo que te he hecho”, explotó cuando al entrar vio a su madre, quien no sabía de qué iba la cosa, pero acabaron leyendo la Biblia. Cuando regresó a la fábrica, llegó con una Biblia en la mano y proclamando el amor y el perdón de Cristo para todos. Naturalmente, los compañeros de trabajo, desconocedores de lo ocurrido, lo llamaron “loco”.
Después de estas experiencias, el joven continuó en los grupos de oración y aún más activo en la parroquia e incluso trabajó varios años con la Acción Católica de la Arquidiócesis.
En el año 77, dice, sintió la inquietud de ir al Seminario aunque “nunca había pensado en eso”, a pesar de que algunos conocidos le preguntaban por qué no lo hacía, pero él se resistía “porque tenía novia y pensaba casarme”. También en el trabajo se sentía inquieto, al contrario de lo que sentía anteriormente. Por todo eso, dedicó un día a la oración.
Ese día dice, “el Espíritu me dio dos puntos de la Biblia. El primero referido al profeta Jeremías: ‘Te he llamado desde el vientre de tu madre…’, y otro de San Lucas: ‘El Espíritu está sobre mí, me ha ungido…’”.
“Me cayó el veinte”, dice con tono de sorpresa y agradecimiento al Señor por hacerle ver el camino. Ahí se rindió: “Sentí una paz linda, bonita, como confirmación”.
BÚSQUEDA Y RECHAZO
Solicitó el ingreso en el Seminario de San Juan Camarillo, que lo rechazó por su edad y falta de estudios, pues tenía sólo la secundaria. Pidió el ingreso en el Seminario Mayor de Tijuana. Lo mismo: “Está muy viejo y no tiene educación formal”.
Habló con el párroco: “Eso no es para ti”, le dijo.
Ya cansado de tanta puerta cerrada, le dijo al Señor: “Tú ábreme las puertas que quieras”. Y el Señor le hizo conocer a Carlos Govián, quien le habló de la “Casa de Formación de los Padres Franciscanos” en la calle Figueroa de Los Ángeles. Allí conoció al padre Arturo Norma y lo evaluaron. A la tercera visita ya llegó a la casa con la maleta en la mano. Tenía 26 años y en ese momento dejó de ser “viejo” para ser sacerdote y pasó a ser “vocación tardía”.
En el pre noviciado los frailes le preguntaron si realmente quería ser sacerdote o hermano lego. La respuesta fue contundente: el sacerdocio. Hizo el noviciado al mismo tiempo que asistía al Colegio de Los Anglos. Siguió los estudios en Oakland y en la Escuela Franciscana de Teología en Berkeley por cuatro años, que terminaron como con una especie de coronación del camino y trabajo recorrido: el 27 de agosto de 1988 fue ordenado sacerdote en la iglesia de Santa Isabel de Oakland en presencia de sus familiares de aquí y los venidos de México, y de los amigos de los grupos de oración llegados del sur. Tenía 35 años de edad. “Fue un día fabuloso, muy lindo”, cuenta el padre. Después de todo, resultó que no era “viejo ni iletrado”: Dios, que no sabe de calendarios humanos, lo había elegido desde el vientre de su madre y le ungió para proclamar su misericordia.
PORTADOR DE LA MISERICORDIA
Pasó cuatro años y medio en Santa Isabel, donde comprendió que “la confesión es un regalo maravilloso que lleva la misericordia de Dios y la seguridad de que Dios te perdona todo lo que sea”, “la mugre y los pecados”, como describió su primera gran experiencia de la misericordia divina. “Después de la misa, la confesión es lo que más me gusta del ministerio y he llegado a estar sentado hasta más de ocho horas oyendo confesiones”. Ahora ya no le tiemblan las manos cuando las levanta para anunciar el perdón de Dios.
Su ministerio se extendió por toda la costa oeste, desde San Diego, California, hasta Portland, Oregón, impartiendo retiros a jóvenes, a grupos parroquiales y a otros“ para llevarlos al encuentro con Cristo”. Él se describe como “predicador itinerante” porque durante años no tuvo obligaciones en las parroquias o casas franciscanas donde residía con el objeto de proclamar la misericordia y el amor que Dios nos tiene donde fuera requerido.
Ahora está “atado” como párroco de Nuestra Señora de la Victoria del sur de Los Ángeles, parroquia 100% hispana, básicamente mexicoamericana, donde continúa su trabajo de evangelización con grupos parroquiales. Se trata dice, de una parroquia muy activa, con cursos de crecimiento, de oración, de sanación, que no le dejan tiempo ni para pensar en sí mismo.
“A los jóvenes que quieren seguir la vida sacerdotal o religiosa les comparto mi experiencia y les aseguro que yo volvería a hacer cien veces lo que hice. Que si quieren dejar de trabajar, que disfruten lo que hacen, que es la forma de que el trabajo deje de ser pesado. En mi caso valió la pena decidirme por Cristo porque encontré mi verdad en el sacerdocio”, concluye. VN
PREGUNTITAS
¿QUÉ COMIDA LE GUSTA? – La mexicana, pero, ahora sí por la edad, como comida sana, con frutas, vegetales.
¿SABE COCINAR?- Me encanta. Hago muy buen puerco en jugo de naranja, pescado de diferentes formas, steak, menudo, pozole.
¿QUÉ IDIOMAS HABLA?- Inglés, “un poquito de español”, dice, aunque lo habla fabulosamente bien. Hablo en lenguas (la glosolalia de San Pablo).
¿PRACTICA DEPORTES? – Dos o tres veces a la semana salgo a trotar por la calle.
¿QUÉ HACE EN SUS DÍAS LIBRES?- La primera intención es que son pocos y de trabajo. Luego dice que sus días libres son los lunes cuando le gusta viajar a San Diego, ir al cine, a la playa.
¿QUÉ CAMBIARÍA DE SU VIDA?- Tratar de descansar, un poco más de estudio por mi cuenta, más lectura, ser más constante.
¿QUÉ ESTÁ LEYENDO EN ESTOS MOMENTOS? -Acabo de leer “El último exorcista” del P. Gabriele Amorth.
¿CÓMO LE GUSTARÍA SER RECORDADO?- Como una persona que los ha llevado a Cristo; como una persona muy alegre porque tengo a Cristo, a Dios, dentro de mi corazón.
MENSAJE A LOS JÓVENES: “No tengan miedo de acercarse a Cristo. En Cristo encontrarán su razón de ser y verdadera vocación”. –Padre Armando López
PADRE ARMANDO LÓPEZ CARMONA
Nuestra Señora de la Victoria (Our Lady of Victory)
1316 South Herbert St.
Los Ángeles, California 90023
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