EL “DREAM ACT” NO ES UN SUEÑO IMPOSIBLE

Washington.- Los demócratas del Congreso no tienen en el bolsillo el voto hispano y, de cara a los comicios de noviembre próximo, deberían aprobar el “Dream Act” para 2,1 millones de estudiantes indocumentados como prueba de su compromiso con la reforma migratoria.

El “Dream Act”, que centenares de estudiantes han venido a pedir a Washington esta semana, crearía una vía para la legalización de indocumentados que ingresaron a EEUU antes de cumplir 16 años y que reúnen otros requisitos.

La legislación, que germinó en 2001, fue presentada de nuevo en marzo del año pasado y cuenta con el respaldo de influyentes instituciones académicas.

Su aprobación este año, en un Congreso controlado por los demócratas, no debería ser una hazaña quijotesca.

Sería más bien una señal inequívoca de su compromiso con una eventual reforma migratoria, aún cuando muchos demócratas temen que ya han sacrificado mucho al aprobar otras prioridades de la Casa Blanca, como las reformas de salud y del sistema financiero.

En su discurso sobre la reforma migratoria el pasado 1 de junio, el presidente, Barack Obama, reiteró su apoyo al “Dream Act” e indicó que no se debe “castigar” a inocentes por las acciones de sus padres.

Estos estudiantes, dijo entonces Obama, merecen la oportunidad de lograr una educación universitaria y “contribuir con sus talentos a edificar al país donde han crecido”.

Bajo la medida, los estudiantes indocumentados tendrán que reunir varios requisitos, incluyendo una estancia de al menos cinco años en EEUU, asistir a una institución de enseñanza superior o alistarse en las Fuerzas Armadas del país.

Mientras el Congreso decide qué hacer, el Gobierno podría, por ejemplo, autorizar lo que en círculos legales se conoce como una “acción diferida”, es decir, postergar indefinidamente una deportación.

El Departamento de Seguridad Nacional (DHS) tiene la autoridad de frenar una deportación en base a los méritos de cada caso particular, como ya lo hizo en el caso de Eric Balderas, un estudiante en la prestigiosa Universidad de Harvard.

El “Dream Act” tiene sentido y razón para millones de estudiantes que, precisamente por su condición irregular, no pueden acceder a préstamos del Gobierno federal ni a las ayudas de los gobiernos estatales para ir a la universidad.

Si aspiran a un diploma universitario tienen que pagar matrículas exorbitantes, como las que se cobra a estudiantes que proceden de otros estados.

Los grupos ultraconservadores argumentarán siempre que el Gobierno no debe premiar a quienes violan las leyes al ingresar ilegalmente al país, pero se les olvida que estos menores nunca tuvieron opción ni poder de decisión.

En general, los demócratas han acusado a los republicanos de bloquear cualquier esfuerzo de reforma, pero la realidad es que ambos partidos tienen que asumir su responsabilidad por el caos actual en el sistema migratorio.

Para atraer el apoyo de los conservadores, el Gobierno de Obama ha incrementado las acciones policiales contra los indocumentados, pero aún así muchos republicanos, y grupos afines, siguen oponiéndose a la reforma migratoria.

Los republicanos tienen sus propias luchas y tendrán que ver cómo reparan su imagen frente a la minoría de mayor crecimiento en el país.

Tanto Obama como los demócratas están endeudados con los inmigrantes, que los afianzó en el poder en 2008, y no deben dar por hecho su voto ni en los comicios de noviembre, cuando se juega el control del Legislativo, ni en los de 2012, cuando Obama buscará la reelección.

La aprobación del “Dream Act” no es una dádiva del Gobierno porque cada estudiante deberá costearse su educación universitaria, pero es una apuesta en la que todas las partes ganan. Y de esas apuestas hay muy pocas en Washington. VN

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