EDUCAR EN VERDE, GARANTÍA DE FUTURO
Cuidar la naturaleza y su biodiversidad no es sólo un trabajo de adultos. Existe un pilar fundamental para cultivar la verdadera conciencia ambiental: la educación de los más pequeños, que serán los responsables del planeta el día de mañana.
Cada vez hay más personas en el planeta que entienden la necesidad de preservar la biodiversidad. Nos apuntamos a las ONG, reciclamos, ahorramos energía y procuramos contaminar al mínimo. Pero, si a nuestros hijos no les damos la posibilidad de acercarse a la naturaleza ni mantener contacto humano para sus juegos, seguimos sin haber comprendido la complejidad del problema que nos amenaza.
La psicóloga Heiker Freire ha trabajado doce años junto con niños, padres y educadores en los problemas que les afectan. Todo el conocimiento adquirido lo vuelca en la actualidad, y desde hace cuatro años, se dedica a escribir libros divulgativos para hacer entender a los progenitores que el contacto con la naturaleza es fundamental para la salud de los más pequeños y para su futuro crecimiento.
Heiker Freire acaba de publicar el libro “Educar en verde. Ideas para acercar a niños y niñas a la naturaleza”, que ha sido muy bien recibido no sólo entre los entusiastas del ecologismo, sino también entre padres y educadores que buscan alternativas a la educación tradicional.
Ella lo llama movimiento revolucionario, al mismo tiempo que reconoce que es, “simplemente, recuperar el contacto perdido con la naturaleza a través de la educación”. Y explica las fórmulas que hoy en día podrían permitirlo de forma fácil y desde cualquier lugar.
ENFERMEDADES AMBIENTALES INFANTILES
“La idea parte de la constatación de que los niños, hoy en día, pasan mucho tiempo encerrados en espacios interiores, en coches, yendo de casa al colegio, en centros comerciales; en la escuela normalmente tienen media hora de recreo, solo salen al patio, si es que salen, y no bajan a la calle a jugar”, explica Freire.
“Esta situación -según la psicóloga- es la que ha generado, tal vez, muchas de las enfermedades que tienen en la actualidad, tanto a nivel físico: obesidad, asma o problemas de piel; como a nivel psíquico: hiperactividad, falta de atención, problemas de conductas compulsivas o inadaptadas; y también a nivel del desarrollo motor del lenguaje o de la inteligencia espacial”.
Pero, para la experta, la verdadera razón es que este conjunto de problemas “se debe a la falta de contacto con la naturaleza. Estudios de sicólogos ambientales y pediatras prueban que estar al aire libre con animales y con plantas hace mucho bien a los niños, les rebaja el estrés, les relaja y les ayuda a desarrollar muchas capacidades a todos los niveles”.
“Hoy en día, o se hace educación medioambiental o no se hace educación, porque lo que realmente necesitamos es asegurar la supervivencia de nuestra especie en el planeta y, para lograrlo, tenemos que aprender a vivir de una manera sostenible. No hay nada más importante”, explica la psicóloga.
En una época en la que los niños aprenden a ver la vida a través de la computadora, Freire se lamenta que “ha habido una especie de deriva tecnocrática en la educación medioambiental que hace que, por ejemplo, los jóvenes estudien estos temas sentados detrás de una computadora, lo que les ha procurado una especie de analfabetismo medioambiental”.
“Los jóvenes no tienen la experiencia viendo la imagen de una oveja, sino que necesitan tener la experiencia del olor, del tacto, de la presencia misma de ese animal, porque los niños aprenden básicamente relacionándose de forma concreta. Es así como se pueden construir una idea de la realidad propia personal”.
‘LA NATURALEZA NECESITA A LOS NIÑOS’
“Cuanta más tecnología tenemos más naturaleza necesitamos. La tecnología sirve para ampliar información y conocimientos, pero no para acceder a lo esencial. Esta es la conclusión del libro: que los niños necesitan la naturaleza y la naturaleza necesita a los niños”, enfatiza Freire.
Una de las cuestiones fundamentales que se plantean padres y educadores es cómo se puede integrar la educación ambiental en un entorno como el de las ciudades en las que se vive rodeado de edificios y con parques de cemento. Desde donde hay que recorrer muchos distancia en un auto para encontrarse con la naturaleza. Pero, como dice la experta, “lo importante es que, además la tengas cerca. Porque, por ejemplo, la selva amazónica es importante que la conozcan, pero está muy lejos de la gran mayoría de los niños”.
Cada día son más las comunidades de vecinos, sean grandes o pequeñas, que se ponen de acuerdo para crear huertos, plantar árboles o instalar pequeñas zonas verdes donde puedan observar la naturaleza.
Heiker Freire reivindica “ponernos a trabajar en ese tema para traer la naturaleza a la ciudad, porque para que sea benéfico ese contacto tiene que ser cotidiano. Se trata de favorecer esa relación con la naturaleza que tienes alrededor, desde la plantita hasta la hormiga”.
Pero, ¿cómo despegar a un niño de la pantalla de la televisión o de la computadora para que se dedique a observar a una hormiga?
Para la psicóloga, “cuando un niño tiene esa adicción, a lo mejor, si limitamos su tiempo de tecnología, al principio, se aburre, pero dejémosle porque el aburrimiento, como decía un poeta español, es ‘la perla de la ostra’. Puede ser muy productivo a nivel de creatividad y a otros muchos niveles. Incluso para los que somos mayores, que también nos olvidamos que somos naturaleza”.
“Permitirle que se manche, que se suba a los árboles sería como darle la vuelta a la educación, que tenía como objetivo sacar a los niños del salvajismo. A lo mejor esto era bueno hace 40 o 50 años, pero ahora es todo lo contrario. La educación para los niños de las ciudades tiene que ofrecerles un poco de salvajismo, porque ya están hipercivilizados y han perdido su vitalidad”, concluye la psicóloga Heiker Freire. VN
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