DIOS MANEJA LOS HILOS DE NUESTRAS VIDAS

La vocación religiosa del padre Jesús ‘Chuy’ Silva lo condujo por rumbos inesperados

Podría decirse que la vida del padre Jesús Silva Ortega es un ejemplo vivo de cómo mueve Dios los hilos de nuestras vidas hasta encontrar la vocación propia, “algo que sólo Dios trabaja y te va haciendo un poco mirando una cosa aquí y otra cosa allá”, y para ello cuenta con los progenitores.

El duodécimo de 13 hermanos -7 mujeres y 6 hombres- Jesús nace en Sahuayo, estado de Michoacán, porque Las Tinajas, su ranchito de unas 20 familias, encuadrado en la comunidad de San José de Gracia, no tiene sala de maternidad. Sus padres, Jesús David Silva y María Ortega, “fueron muy católicos”, recuerda ahora su hijo sacerdote para VIDA NUEVA, pero sólo una hermana ingresó, antes de nacer él, en una congregación religiosa.

ESTUDIOS

Para comenzar los estudios primarios, sus padres lo envían a él y al hermano más pequeño a Cojumatlán a vivir con un familiar. “Como éramos muy pequeños extrañábamos a la mamá, a los hermanos, a los amigos, pero era un poco del sacrificio aunque no lo comprendíamos bien nosotros en ese tiempo”, relata hablando de su niñez.

La secundaria la hace en el Seminario de Sahuayo. “En ese entonces muchos sacerdotes de congregaciones religiosas acostumbraban pasar por las escuelas e invitar a los jóvenes a conocer el Seminario e incluso a participar en el Preseminario y hacían un seguimiento muy interesante. De hecho, había una especie de batalla entre ellos a ver quién se llevaba o lograba interesar a más niños y pues finalmente había grupitos de cinco o incluso más para un lugar y para otro”.

DIOS Y EL MOLINO

En la escuela estudia religión, porque llegaban sacerdotes para la clase. “Además, en mi casa mis padres eran muy piadosos, rezaban mucho. Nosotros los veíamos como jóvenes y como adultos rezar a todo momento. Precisamente comentaba ayer que mi padre nunca se iba a la cama sin rezar, estuviese en las condiciones que estuviese, que uno ni entendía ni escuchaba bien lo que decía”.

“De mi madre recuerdo también era una mujer de muchísima oración. En aquel tiempo la gente tenía que moler en el molino la masa para la tortilla, estaba allí prendiendo el fogón, preparando la masa, era interesante verle mover los labios y susurrar oraciones todo el tiempo”.

“Siempre vi la vocación como un misterio, algo que sólo Dios trabaja y te van haciendo un poco mirando una cosa aquí y otra cosa allá.

Inquietudes que de repente tiene uno dentro de sí mismo”.

Para encontrarla son fundamentales sus padres: “Yo creo que cuenta mucho ese sentido de oración y de piedad de tus padres, mirar que son gente buena y que en medio de dificultades, de carencias y pobreza, ellos no se desesperan, ellos luchan, trabajan y salen adelante, siempre con esa chispa de fe”.

Además, dice, en el pueblo “donde estábamos estudiando yo siempre miraba el buen ejemplo de los sacerdotes. Los mismos sacerdotes que iban a visitar la escuela donde yo estudiaba eran personas alegres, gente contenta con lo que eran”.

“A mí me atrajo mucho la postura de los Misioneros Combonianos (congregación misionera) quienes nos hablaban mucho de África, de los leones, cosas así. Eso lo imaginábamos en la mente y nos jalaba mucho como niños que íbamos despertando a muchas cosas, de una manera positiva. No podría uno decir que ahí estaba ya la vocación, sino que son elementos que te van ayudando a descubrir cosas dentro de ti mismo y te van haciendo sentir en sintonía con aquellas cosas que después vas conociendo poco a poco en la realidad”.

En la secundaria conoce otras congregaciones, “pero el padre comboniano era el que más nos visitaba; hacíamos tareas, nos mandaba revistas y nos brindaba más atención. Yo participé dentro del Seminario donde se hacía la selección de los que se iban a quedar ahí como seminaristas, y pues ellos me escogieron. Yo decidí quedarme pues para mis padres era bastante penoso porque no los veía con frecuencia”.

“Mi madre siempre me apoyó, mi padre era un poquito más renuente en ese sentido, a ellos les costaba deshacerse de la presencia de uno, pero entendían que lo que uno estaba haciendo no era irse de parranda”.

Como piensa trabajar en Kampala, Uganda, África, el sacerdote viene a aprender inglés en Chicago, pues no conoce la lengua que hablan muchos ugandeses por hacer sido colonia inglesa.

GOLPES DE ESTADO

Estudia Teología tres años en Uganda y cuenta que “la experiencia fue muy especial, muy violenta. En el tiempo en que estuve allá tuvimos tres golpes de estado. En 1986, estaba el sucesor de Idi Amín, Obote, que fue bastante similar a su antecesor, después otro y otro.

“De eso recuerdo la inestabilidad del país. Eso lleva a ver lo que cuesta sobrevivir a la guerra; el sufrimiento de la gente, del pueblo, que no tiene nada que ver y muere finalmente también. Después que se dio la liberación del país, pudimos salir y ver los montones de cuerpos tirados que los andaban recogiendo con las maquinarias que recogen la basura, que los tiran para llevarlos a las fosas comunes. Esto es algo que marca, aún hoy cuando escucho cohetes siento algo acá adentro”.

A MALAWI PASANDO POR ‘CARTOLANDIA’

Antes de la ordenación ya conoce su nuevo destino: Malawi, un país del centrosur de África.

Como tardaban los papeles, pasa un tiempo en Ciudad de México trabajando en una misión urbana. Cuenta su experiencia de esta manera: “En aquel momento se dio un fenómeno extraordinario: más de medio millón de “paracaidistas” (gente que llega y se establece) viven en Cartolandia en casas fabricadas del cartón de los contenedores de leche que por dentro son impermeables. Eran invasores de una extensión de tierra que anteriormente había sido un lago. Ahí levantaron sus casas improvisadas”.

Por fin llegan los papeles de inmigración y marcha a Malawi, donde está poco tiempo por una enfermedad grave de la mamá, un cáncer mortal. Pasa un tiempo con la familia y ya no regresa a África.

A OAXACA A PIE

Trabaja dos años en el Seminario de su orden en Guadalajara antes de ser enviado a Oaxaca. Cuenta la experiencia con mucho amor: “Una misión muy hermosa en Oaxaca, con los indígenas Chinantecos, en la zona tropical de Oaxaca, cerca de Veracruz. Era una parroquia de San Francisco Ucila. Era un lugar muy hermoso. Para llegar desde donde dejaba el autobús se tiene que caminar nueve horas”.

Los únicos mestizos éramos nosotros. La misión fue para mí fascinante. Era otro mundo, un mundo de trabajo, de encuentro con los hermanos indígenas, que involucraba caminar mucho. No había vehículos, carreteras, la única forma de llegar ahí era en avioneta. Teníamos que atender a las 26 comunidades que teníamos, la más cercana estaba a una hora y media del centro de la misión y la más lejana la recorría sólo una vez de un solo trecho porque salía a las 9 de la mañana y llegaba a las 9 de la noche. Lo que hacíamos era programas recorridos de 15 días por comunidades para llegar hasta la última. Prácticamente en dos meses visitábamos y atendíamos todas las comunidades; casi siempre íbamos con un novicio y siempre con una persona de la comunidad, porque no permitían caminar solos por los riesgos y por posibles conflictos con hermanos separados, además de los animales peligrosos”.

CURA OBRERO

El año 1991 sigue otra misión interesante, la de “cura obrero” en la Diócesis de Ciudad Guzmán, Jalisco.

“Consistía en vivir de nuestro trabajo manual, no de cura, como obreros. Yo trabajé en una granja de cerdos y mi compañero en una matanza de pollos. Allí ganábamos nuestro salario por la mañana, y por la tarde trabajábamos en la pastoral”, a imitación de San Pablo que no quería ser una carga económica para los fieles.

Después de tres años, fue a Roma para estudios de actualización. De Roma a Ciudad Guzmán, a San Cristóbal de las Casas y en 2010 llega a Los Ángeles, a la parroquia de Holy Cross del Surcentro de Los Ángeles.

“Exactamente no sé cuánto tiempo me voy a quedar, cuando llegue mi tiempo me moveré, posiblemente a Chiapas. Soy el párroco de la comunidad. Estamos en la calle 47, cerca del Centro de Los Ángeles. VN

PREGUNTITAS

¿Qué comida le gusta? – “Yo como casi de todo, pero a mí me gusta lo más sano, un poco de vegetales, un poco de legumbres y poca carne. Yo casi no como mucha carne. No puedo tolerar las hamburguesas y los ‘hot dogs’”.

¿SABE COCINAR?- “Un poquito sí porque de repente voy a tener que aprender por lo menos a freír un huevo. Hay que sobrevivir y sé preparar un café muy bueno”.

¿QUÉ IDIOMAS HABLA?- “Italiano, inglés, español. El lenguaje de Chiapas lo estaba aprendiendo, pero diríamos que no lo sé”.

¿QUÉ HACE EN SUS DÍAS LIBRES?- “Visito familias conocidas. Me gusta ir a visitar y comer y convivir un poco con ellas. Básicamente es lo que hago. Sinceramente le digo que no conozco muy bien las playas, me voy por ahí a la biblioteca del centro, que es la Biblioteca de Los Ángeles, y ahí me paso mis horas agarrando libros viejos. Casi siempre tengo un libro en la mano”.

¿CÓMO LE GUSTARÍA QUE LA GENTE HABLE DE USTED EN EL FUTURO?- “¡Quién sabe! Estamos en las manos misericordiosas de Dios, pero yo me guío mucho con esas palabras de Pedro que resume toda la historia y la vida de Jesús: ‘Y pasó por el mundo haciendo el bien’. A mí me gustaría que un día la gente simplemente dijera: ‘Y pasó por el mundo haciendo el bien’”.

MENSAJE PARA LOS JÓVENES- “Me gustó mucho aquella frase del Papa Benedicto XVI cuando, en su primera bendición, dijo que Dios se valía de instrumentos insuficientes. Yo creo que mi mensaje para los jóvenes es el siguiente: Yo creo mucho en los jóvenes, yo creo en los valores de los jóvenes, en ese potencial que los jóvenes tienen y creo que todo eso lo pueden dedicar a hacer el bien a sus hermanos, también en la vocación sacerdotal y religiosa”.

Padre Jesús Silva Ortega
Holy Cross Church
4705 S. Main Street
Los Ángeles, CA 90037
(323) 234-5984

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