DÍA DEL TRABAJO GLORIFICA EL PAN DE CADA DÍA EN HOGARES HISPANOS
Por PAULINA HERRERA
Los trabajadores migrantes han aprendido que el “Labor Day”, que se celebra el primer lunes de septiembre en Estados Unidos, es para agradecer que tienen un empleo y admiten que se sienten bendecidos por la oportunidad de llevar cada día el pan a su mesa, y aun cuando la fecha en su calendario escolar para celebrar el Día del Trabajo es diferente en su país de origen -el 1 de Mayo-, este 2 de septiembre disfrutarán de un feriado con sus familiares y amigos.
Unidos por la cultura laboral del país en que viven, Marco Bonilla (Honduras), Jesús García (México), Teresa Molina (El Salvador) y Geraldine Quezada (El Salvador), cuentan a VIDA NUEVA las bondades de tener un empleo, y a pesar de que nunca imaginaron desarrollar el oficio al que actualmente se dedican, se sienten sorprendidos por su propia capacidad de conquistar habilidades laborales que ni ellos se lo imaginaban y que ahora, son bendiciones que hacen posible vivir y trabajar en este país con dignidad.
Marco Bonilla, huyendo de la muerte encontró un nuevo oficio en su vida
Marco nació en Honduras, en donde el Día del Trabajo recuerda tanto el movimiento de Chicago por la jornada de 8 horas de 1886, como la huelga bananera de 1954.
Llegó a Estados Unidos en el 2015 huyendo de la violencia policiaca en su país.
“Vendía fruta y también trabajaba en un taxi”, afirma.
De manera milagrosa sobrevivió a un ataque cuando un policía lo encañonó y le disparó en la cabeza, “pero se atoró la bala y pude escapar… aún no me explico como estoy vivo”.
Después de una travesía de varias semanas, llegó a la frontera sur de Estados Unidos en donde fue detenido, y con la ayuda de un familiar logró salir bajo fianza y con la oportunidad de pedir asilo.
Mientras tanto tendría que trabajar en lo que fuera, y llegó a un taller de costura en donde hizo de todo: barrer, coser, planchar y almacenar. Aprendió el oficio de “terminado”, un paso entre la confección de una prenda de vestir y el empaquetado.
“Me gustó esta parte del proceso de la maquila de ropa y ahí me quedé por varios años”, afirma Marco, quien este 2 de septiembre espera viajar al Paso Robles, California, a disfrutar de un día en el rancho al lado de su actual compañera.
Teresa Molina, de las pupusas a un trabajo de altura
Teresa Molina tenía su propio puesto de pupusas en El Salvador, hasta que las pandillas empezaron a rondarla para cobrarle una “cuota para su seguridad”.
“Yo no tenía nada que me detuviera en mi país y al contrario, empecé a sentir miedo. Decidí emigrar al Norte con lo que traía puesto”, relata.
Llegó indocumentada a Estados Unidos en 2013; al ser detenida por ICE fue sometida a un proceso de “miedo creíble” que le permitió un alivio contra la deportación y permiso de trabajo. En 2016 se casó con un ciudadano de Estados Unidos e inició un proceso de ajuste de residencia permanente.
“Cuando lo cuento todo parece rápido, pero es un sufrimiento que no le recomiendo a nadie”, aún así su mayor bendición es haber encontrado un trabajo digno que la mantiene contenta y feliz todos los días.
“Mi trabajo es hablar con los clientes para sus citas con nuestros abogados (de inmigración), darles instrucciones y responder todas sus dudas. Realmente me fascina mi trabajo, porque mi propia experiencia de migrante me ayuda a darles consejos e información a todas las personas a las que llamo o me llaman”, afirma Teresa con una amplia sonrisa.
“Cuando mis familiares y amigos se enteraron que tengo un empleo en una oficina ejecutiva y de mucha altura, se sorprenden y se ponen felices porque saben el camino largo que hice para llegar hasta donde estoy”, puntualiza.
Este 2 de septiembre es día feriado y Teresa afirma que se dedicará a sudar la “gota gorda” pero jugando en la arena bajo el sol en Malibu con su pequeño hijo Steve.
Jesús García, de zapatero a técnico de laminado y pintura
Originario de Guanajuato, México, Jesús García llegó hace 19 años a Estados Unidos con su oficio de zapatero. Por suerte encontró trabajo casi de inmediato en una fábrica de zapatos, en donde se mantuvo por casi 13 años hasta que un recorte laboral lo mandó al desempleo.
Durante dos años, hizo de todo: ayudante de cocina, de construcción, de electricista y hasta de niñero. Luego se encontró con la oportunidad de redefinir su oficio: ahora es un técnico de laminado y pintura en un prestigioso taller de carrocería.
“Es como que soy un nuevo yo”, afirma Jesús, sorprendido de sí mismo.
“Nunca pensé que pudiera hacer otra cosa que zapatos…Eso hice toda mi vida en León, desde niño. Eso también lo hace mi papá allá en México”, recuerda.
“Sí me dio un poco de temor cuando me dieron la oportunidad y todo me parecía difícil, pero creo que es como todo, si no te atreves a hacer algo nuevo para crecer en tu trabajo, nunca vas a saber si realmente ése es el oficio para ti”, aconseja.
Y aún cuando está empeñado a ser el mejor en su puesto, admite que “todos los días se aprende algo nuevo, nuevos ‘tips’, nuevas herramientas y nuevas técnicas… siempre hay que estar muy atento a todos los detalles”, afirma Jesús, quien este 2 de septiembre prefiere estar en casa y disfrutar de una carne asada con su familia.
Geraldine Quezada, disfruta su trabajo de celebración en celebración
Geraldine Quezada, de El Salvador, si trabajará el lunes, pero a cambio tendrá la opción de tiempo extra o de otro día de descanso.
Al igual que Jesús García, Geraldine se redescubrió a sí misma al encontrarse con un oficio diferente al que ella esperaba.
“Pedí trabajo en un supermercado sin especificar un puesto. Cuando me dijeron que había vacantes en la panadería les dije que sí”, cuenta.
Eso fue hace tres años aproximadamente, y en la panadería sus habilidades se fueron definiendo hasta convertirse en decoradora de pasteles de todo tipo: bodas, quinceañeras, cumpleaños, de Navidad, Día de las Madres, en fin, de todos los gustos, colores y sabores.
“Sin querer encontré algo que me gusta, disfruto y a la vez es un trabajo que me permite vivir y estudiar”, agrega Geraldine que experimenta cada celebración en el calendario como una fiesta personal llena de dulce creatividad. VN
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Marco Bonilla en el taller de costura en donde aprendió de todo: cocer, planchar, terminar y empacar.
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