DENUNCIAN PRECARIAS CONDICIONES DE TRABAJO Y VIDA DE CAMPESINOS EN CALIFORNIA

La historia de Rogelio Fernández, quien llegó desde México a los 15 años a trabajar en los campos de California y que no puede continuar por una lesión en la espalda, es solo uno de los miles de casos de campesinos que viven en precarias condiciones y que carecen de un seguro médico.

En el año 2000 Fernández tuvo que abandonar el campo debido a dos discos herniados y el constante dolor que siente en todo el lado derecho de su cuerpo.

“Tomo medicina para el dolor y la depresión y así es mi vida, de pura medicina”, dijo el campesino mexicano de 47 años.

En 1985, Fernández se casó con Elia y la pareja se mudó a Buena Vista Migrant Labor Camp en Watsonville.

Desde que él se lastimó, su esposa de 40 años trabaja sola para mantener a toda la familia de cinco hijos.

“Para mí ha sido muy difícil”, subrayó Elia, “porque antes el dinero nos alcanzaba mejor”.

El trabajo de Elia Fernández consiste en cargar hasta dos cajas de fresas a la vez que pesan de 10 a 12 libras cada una, “porque pagan 1,45 dólares por cada caja”.

Elia también tiene miedo de lastimarse la espalda como esposo pues, asegura que siempre le duele mucho el cuerpo.

Con un salario de 7,50 dólares la hora y un horario de seis días a la semana de 7:00 de la mañana a 5:30 de la tarde, gana entre 300 a 400 dólares a la semana y junto con la compensación de su esposo -que no fue nada fácil conseguir-, “apenas alcanza para vivir”.

Los Fernández como otros inmigrantes mandan mensualmente dinero a México para los familiares que se quedaron allá.

Ellos no cuentan con seguro médico y siempre, aseguran, están recibiendo malos tratos por parte de los empleadores como no tener agua potable para beber ya que la que toman es la misma que usan para regar las fresas.

Los baños no se limpian con regularidad y además dicen que casi diariamente reciben insultos de ser “flojos” y “cochinos”.

Lo peor es cuando se enferman o sufren un accidente en el trabajo, carecen de pólizas de salud y no califican para Medicaid, y cuando logran ser atendidos es para sólo escuchar “que no es nada”, señaló Rogelio.

Cada año, la familia Fernández tiene que regresar a Michoacán porque el campamento sólo permanece abierto del 1 de mayo al 30 de noviembre.

Esta situación los fuerza a sacar a sus hijos de las escuelas e interrumpir su educación. Los que no pueden viajar a su lugar de origen tienen que mudarse de 50 a 60 millas del campamento porque esas son las reglas del campamento Buena Vista.

En el campamento agrícola la familia paga 10 dólares de renta al día. El permanecer en Buena Vista les abre la posibilidad de tener un lugar en donde vivir y de ser de los primeros en acudir a los campos cuando hay trabajo.

La historia de los Fernández se pudo conocer de primera mano gracias al trabajo de la organización sin fines de lucro de San Jose Agenda Humana, dirigida por el abogado de inmigración Richard Hobbs y cuyo trabajo principal es defender y abogar por los derechos del trabajador, incluidos los inmigrantes.

El objetivo de Agenda Humana es dar a conocer las deplorables condiciones de trabajo, falta de seguro médico, vivienda y maltratos que sufren diariamente los trabajadores del campo.

Aunque no se sabe a ciencia cierta cuántas personas trabajan en los campos agrícolas de California, prácticamente la gran mayoría no cuenta con seguro médico a pesar de trabajar tiempo completo y algunos hasta con contrato.

Según la escritora Ann Aurelia López, quien por diez años ha investigado la vida y condiciones de trabajo de los campesinos de California y México, los trabajadores indocumentados son más propensos a no tener ningún seguro de salud.

De acuerdo con un estudio de 2005 del California Institute for Rural Studies and National Agricultural Workers Survey, el 70 por ciento de los trabajadores agrícolas del estado carecía de póliza de salud.

Sólo el 7 por ciento contaba con cierta cobertura médica de programas gubernamentales para personas de bajos ingresos. Un 16,5 por ciento de campesinos trabajaba para empleadores que ofrecen seguro médico, pero un tercio de ellos dijo no participar en dichos programas por no tener dinero para pagar la prima o el deducible. VN

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