<!--:es-->DECLARACIÓN DE LA CONFERENCIA DE OBISPOS CATÓLICOS DE CALIFORNIA SOBRE LA REFORMA DE INMIGRACIÓN<!--:-->

DECLARACIÓN DE LA CONFERENCIA DE OBISPOS CATÓLICOS DE CALIFORNIA SOBRE LA REFORMA DE INMIGRACIÓN

¿Y QUIÉN ES MI PRÓJIMO? (Lucas 10:29)

Algunos artículos noticiosos recientes han puesto de relieve la polarización que el tema de la inmigración ha provocado en nuestro Estado y en nuestra nación. Aunque es aparente que nuestras políticas de inmigración necesitan reformarse, no debemos olvidar que virtualmente todos los inmigrantes de este país (tanto los que tienen documentos como los indocumentados) están aquí porque vinieron en busca de empleo y mejores oportunidades para ellos y sus familias.

En California, los inmigrantes viven entre nosotros. Ellos nos atienden en nuestros restaurantes y hoteles, limpian nuestras casas, cosechan nuestros productos agrícolas, cuidan de nuestros jardines, y nos proporcionan sus conocimientos técnicos y su mano de obra en las fábricas. Muchos son empresarios que crean oportunidades de trabajo para otras personas. Sus hijos asisten a nuestras escuelas. Sus familias van a nuestras iglesias. Ellos son nuestros prójimos.

Recordamos la enseñanza de Cristo en la parábola del buen samaritano, la cual ofreció como respuesta a la pregunta: ¿Y quién es mi prójimo? Jesús hizo que el samaritano, quien era visto como un desterrado impío, representara un ejemplo a seguir porque ayudó al hombre lesionado, quien era un forastero para él. Ahora tenemos la oportunidad de ayudar a aquéllos entre nosotros que vienen del extranjero. ¡Ahora tenemos la oportunidad de interesarnos por los forasteros que Jesús llamó nuestros prójimos!

“ ‘Era forastero y me acogiste’ (Mateo 25:35) Hoy el migrante ilegal se nos presenta como ese forastero en quien Jesús pide ser reconocido. Acogerlo y ser solidario con él es un deber de hospitalidad y fidelidad a la propia identidad de cristianos”.

-Papa Juan Pablo II, Mensaje Anual para la Jornada Mundial del Emigrante, 1995.

Entendemos la polarización y la frustración en relación a este tema porque el estado de las cosas, en este momento, no favorece al inmigrante ni a los ciudadanos. Por ese motivo, hacemos un llamado a las personas de fe para que acojan a los forasteros entre nosotros como a nuestros prójimos e imploramos a los legisladores de nuestro país que nos den una ley que reforme la inmigración, de tal manera que proteja la dignidad humana y promueva el bien común. A la luz del Evangelio, pedimos una respuesta que sea humana, realista y responsable, y que a su vez también sea adecuada para las necesidades económicas y la seguridad de nuestra nación.

ESPECÍFICAMENTE PEDIMOS:

1.- Una reforma que incluya la legalización para los indocumentados acreedores a ella y sus familias, un programa de trabajadores temporales, así como políticas oportunas de reunificación familiar;

2.- El restablecimiento de las garantías procesales para los inmigrantes;

3.- Directrices en torno a políticas que ataquen las causas principales en su raíz, para que los inmigrantes puedan permanecer en sus países de origen y tengan la posibilidad de mantenerse a sí mismos y a sus familias; y

4.- Una reforma que no incluya sanciones contra aquéllos que provean ayuda humanitaria a los indocumentados.

Esperamos que nuestros funcionarios públicos laboren juntos de una manera bipartidaria para crear un nuevo sistema de inmigración que respete nuestra humanidad común, refleje los valores de la imparcialidad, la compasión y la oportunidad y que reconozca que somos una nación de inmigrantes. VN

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