DE QUÉ MANERA RECUERDO A MI ABUELO CÉSAR CHÁVEZ

La quinta nieta del líder de la Unión de Campesinos comparte momentos vividos junto a su entrañable Tata César

Mis primeros recuerdos de infancia se remontan a La Paz donde vivimos con mi abuelo César Chávez y mi Nana Helen, pasando muchos momentos juntos mientras él me enseñaba a leer. A mí me pusieron el nombre por él, porque su ciudad favorita era Santa Bárbara. Enseguida después de mi nacimiento en Delano, nos fuimos a vivir a la casa de mis abuelos por dos años antes de mudarnos a la casa de al lado. Esta época fue cuando nos volvimos inseparables con mi abuelo y me convertí en su nieta favorita.

Para mí César Chávez fue un abuelo increíble y un maestro especial. Yo sólo lo conocí de estas dos formas, y fue todo lo que necesité para que permaneciera conmigo a lo largo de mi vida. Siempre fue simplemente “Tata César”, y junto a mi “Nana Helen” me amaron y mostraron a mi hermana y hermanos y a toda nuestra familia, la forma en qué debe vivirse y compartirse la vida.

Lo recuerdo como un maestro que lideró a los demás con su ejemplo y paciencia y con un montón de alegría y diversión. Cuando todavía era una niña, a él le hacía gracia y disfrutaba cuando yo irrumpía en su despacho. Él paraba la reunión y me animaba a poner atención a lo que estaba pasando alrededor. Éste fue uno de los muchos juegos que jugaría conmigo. De alguna manera parecía natural hacerlo y siempre será uno de los preciosos recuerdos de mi existencia.

Aunque en su vida se dedicó por completo, día y noche, a su propia causa de los campesinos, y mientras se entregaba a cualquier persona que fuera pobre o interesada en la justicia social, Tata César parecía encontrar siempre tiempo para estar con sus nietos. Una vez más debo decir que incluso con un riguroso horario de trabajo de siete días a la semana, me daba la impresión de que le encantaba ser simplemente Tata César a la hora de enseñar, compartir y amarnos a mí y a mis hermanos.

Su paciencia fue algo que nunca olvidaré. Ya sea hablándonos como un niño que usa los nombres de sus mascotas (a todos nosotros nos llamaba “chimbimbos”) o como el Tata César dedicado a nosotros cada vez que podía. De alguna manera él promovió la mayor parte de nuestros encuentros. Algunos recuerdos especiales incluyen las muchas veces que jugó béisbol con nosotros, o nos llevó de paseo por La Paz. Los momentos en los que nos prestaba toda su atención, disfrutando plenamente de risas y diversiones, y teniendo tiempo para enseñarnos sobre todo lo que nos rodeaba, sobre la importancia del cuidado de la Tierra y del medio ambiente. No recuerdo ni una vez en que se haya molestado y sus palabras siempre fueron positivas, divertidas y alentadoras.

El Domingo de Pascua junto con la Navidad eran días que reservaba para pasar con sus nietos y familiares. En el domingo de Pascua, toda la familia siempre jugaba un partido de softball, donde él era el lanzador para ambos equipos, y a esto siempre le seguía una barbacoa. A pesar de que era vegetariano lo escuchábamos a menudo explicarnos cómo asar la carne y el pollo correctamente, mientras nos decía lo malo que era comerse a esos pobres animales.

Extraño a mi Tata César cada día y nuestra familia no ha sido la misma sin él.

La Navidad es una época en que me acuerdo mucho de él. A Tata César le encantaba hacer de Santa Claus después de la Misa de medianoche. Nos apretábamos todos en la pequeña sala de su casa de dos dormitorios invadida por el aroma de los tamales, chocolate caliente y los sonidos de la música navideña. A medida que crecíamos, la habitación se hacía más pequeña cada año y apenas quedaba espacio para caminar por el cuarto lleno de nietos alborotados y adultos. Tata tomaba los regalos uno por uno, leía sus tarjetas y pronunciaba el nombre de la persona a quien le pertenecían; especulaba sobre el contenido del paquete, y lo pasaba de mano en mano a cada uno de nosotros.

Yo sólo tenía 20 años cuando perdimos a Tata. Ya había madurado y llegado a comprender quién era él para otros y lo que representó su causa a la gente y al mundo. Su arduo trabajo y dedicación para lo que él realmente creía era de por sí una gran lección e inspiración. No nos predicó sobre hacer las cosas bien, simplemente las hizo y nos enseñó el camino a través del ejemplo. Lo más importante que aprendí de él fue a tener la valentía necesaria para llevar a cabo mis convicciones; actuar en forma coherente, y tratar a las personas de la manera en que quiero que me traten; valerme por mí misma y tener la confianza de innovar cualquier cosa que haga y en donde sea que vaya.

Realmente lo extraño como el líder de nuestra familia. Mientras que el mundo y su causa verdaderamente perdieron a un gran líder, para mí perder a mi Tata fue una sacudida personal que durará para siempre. Me pregunto cuántas cosas más hubiera hecho si hubiera vivido más tiempo. Tenía muchos planes más allá de su labor con los trabajadores campesinos.

Lo que más valoro es que tuvimos una relación de abuelo y nieta auténtica, duradera y personal. Mostró su amor y afecto de una manera genuina, siempre enseñándonos a ser buenas personas. Me siento verdaderamente honrada de haberlo conocido de una forma en la que no muchos tuvieron la oportunidad de conocer. VN

BÁRBARA CHÁVEZ YBARRA es la quinta nieta de César y Helen. Ella vive en San Diego, California, es propietaria de la compañía Ybarra Asuntos Públicos, la cual administra junto a su familia.

Share