CONTRASTANTES FACETAS DE LA MIGRACIÓN

La situación de desigualdad social y pobreza que viven los países de Centroamérica, agravada por los largos períodos de guerras y violencia que han enfrentado las poblaciones marginadas, han engrosado las corrientes migratorias arriesgando la integridad física, y se convierten en víctimas de traficantes de personas que amasan grandes fortunas a costa de la miseria y ambición de los migrantes.

Para el sacerdote jesuita tapatío Victoriano Castillo González, la “migración es fruto de las necesidades de los pueblo, con necesidades de buscar un espacio digno”, y haciendo referencia a Centroamérica, que es donde ha desarrollado su ministerio sacerdotal, la expulsión de centroamericanos de sus países de origen, particularmente de Guatemala, Honduras y El Salvador, fue en principio por la situación de violencia que padecieron y “tuvieron que buscar asilo y refugio, y luego la migración fue por la búsqueda de mejorar su economía”.

En la actualidad, señala el sacerdote que en estos países, la economía está basada en el ingreso de remesas, se “convierte en un alivio para la economía nacional, un ingreso seguro”, y que la alteración de los envíos está relacionada con la crisis mundial, así la reducción de remesas “repercute en los países centroamericanos que en esos ingresos basan su economía, no como México, que es fuerte en las remesas que le envían los connacionales, pero cuenta además con otras fuentes de ingreso para la economía nacional”.

Explica que al reducirse las remesas, no queda alternativa a esos países que recurrir al endeudamiento, y esa situación se convierte en negocio para la banca, para las empresas multinacionales y para las empresas de mensajería, que lucran de manera importante con el envío de esos recursos.

La cercanía que el sacerdote jesuita ha tenido con la población indígena de Guatemala actualmente y de otros países por su ministerio, le permiten una clara idea de la problemática de la pobreza y de las alternativas que tienen que buscar. Actualmente, enfoca sus capacidades a la Universidad Rafael Landívar en Quetzaltenango, Guatemala, y mantiene vivo el interés de impulsar desde la educación un instrumento para la superación integral de los estudiantes indígenas.

“Tienen que sufrir mucho por el tráfico de personas a través de estos países y son grandes mafias. Antes eran polleros, ahora son grandes compañías” que explotan este enorme negocio, de tal manera que explica: “existen en Guatemala, Honduras y El Salvador, poblaciones o aldeas en que no encuentras jóvenes y hombres en edad productiva, sólo viejos, mujeres y niños”, de ahí la enorme capacidad para el negocio del tráfico de personas”.

Añade que en la frontera norte de Guatemala, son cientos de miles de jóvenes que nacieron en refugios establecidos en México y muchos fueron nacionalizados mexicanos, que cuentan con la doble nacionalidad y se trasladan a los centros turísticos del Caribe mexicano, situación que también es aprovechada por muchos que adoptan una identidad falsa de parientes fallecidos para establecerse en México.

Ante la problemática de los migrantes centroamericanos, anota Victoriano Castillo, los esfuerzos que se están realizando entre la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, la Prelatura de Quintana Roo y la Diócesis del Quiché en Guatemala, en un proyecto de Atención a los Migrantes Pendulares, que tiene que ver con la defensa de los derechos humanos, atención médica y psicológica, sobre todo a jóvenes que son la mayor cantidad de víctimas. Cuentan con una casa que los recibe en Ciudad del Carmen y se implementan proyectos de apoyo por parte de Cáritas de Quintana Roo, con instituciones y otras diócesis. “La idea es que cuenten con un lugar de encuentro, recreación y trabajo”, que tengan la confianza en las instituciones involucradas y “luego que no sientan el recelo por la injerencia de la Iglesia en la instrucción de ellos para el mejor aprovechamiento de los recursos que adquieren con su esfuerzo”, se ha logrado establecer proyectos comunitarios y se apoya a migrantes recién llegados, organización semejante se ha implementado en Estados Unidos.

El Servicio Jesuita de Migrantes, funciona en México con los migrantes de Campeche y Quintana Roo, coordinando esfuerzos con las Conferencias Episcopales de Guatemala y México, así como con las diócesis que tienen población migrante.

“La atención ahora a migrantes es en la defensa de los derechos humanos, trabajo de concientización en la ruta donde pasan los migrantes, que es llamada “la Ruta de la Muerte”, por los peligros que conlleva.” En dicho trabajo se han involucrado instituciones y personas que se solidarizan con las personas migrantes para ofrecerles agua, fruta y comida.

Añade que la agresión al migrante continúa por parte de mafias que saben que llevan dinero y también por parte de autoridades migratorias, o algunos que se hacen pasar por autoridades de migración para extorsionarlos. Eso además de los peligros que supone abordar y permanecer en el tren.

“Las casas de acogida para migrantes están en lugares fronterizos y a lo largo de la ruta”.

Advierte Castillo González que la visión del centroamericano que intenta cruzar nuestro país para ingresar a los Estados Unidos, está ligado a la corrupción, principalmente de las autoridades migratorias que implementan requisitos de presión para obtener cuotas extras y así los costos que imponen los “polleros” se cotizan por las dificultades mexicanas. “Ahorita son 10 mil dólares por persona para ir a los Estados Unidos. Los coyotes argumentan que dicha cantidad es para transporte y mordidas a las autoridades”.

Debido a esa situación que imponen los “polleros”, el migrante y su familia tienen que vender sus posesiones y se endeudan, por lo que “el migrante tiene que estar mandando para pagar”. “Son 5 mil dólares para el viaje y al llegar a Estados Unidos, la familia debe pagar el resto. Es un proceso de 10 ó 15 días y no pueden librarse de cubrir dicha cantidad, de tal manera que si no se cubre la cantidad, no sueltan al migrante”.

Y para aclarar la dificultades que el migrante tiene en la frontera con México, indica que “en el 2008, tan sólo en la frontera de Tapachula, más de 280 mil migrantes fueron deportados, detenidos, registrados en Migración, puestos en camiones y regresados a El Salvador, Honduras o Nicaragua. A los guatemaltecos sólo los regresan”.

Se intenta desde las Conferencias Episcopales y diócesis fronterizas influir en las respectivas legislaciones para establecer la justicia para los migrantes, al tiempo que se trabaja en parroquias y diócesis para ejercer la solidaridad con el migrante.

Pero, advierte el sacerdote tapatío, que aun con todos los problemas, “la migración tiene una parte humana de bendición: los migrantes llevan a donde van sus valores, como el familiar, el trabajo comunitario y cooperativo ”y esto los hace subsistir en culturas tan ajenas como la norteamericana, donde reina el individualismo. Los vemos que festejan en grande y se reúnen todos”.

En el aspecto de la fe, señala que también aportan los migrantes. “Son personas que van con ganas de salir adelante; son de esperanza y lucha; salen a la búsqueda de algo nuevo y que combata la crisis de su casa. La sociedad gringa está estancada y el migrante le inyecta entusiasmo y luchan por conseguir la tortilla de cada día”. Por esa dosis tan fuerte de esperanza, el migrante se resiste a los movimientos espiritualistas y le apuestan a una fe comprometida. “Se dan cuenta que la fe es compromiso y los lleva a transformar la realidad”.

Victoriano Castillo, inició en el Seminario Diocesano de Guadalajara sus estudios de humanidades en 1966 y ordenado jesuita, desde hace más de dos décadas ha desarrollado una labor importante con poblaciones indígenas del Continente, y ahora como Encargado del Departamento de Interculturalidad, relacionado con proyectos que tienen que ver con la población indígena de Quetzaltenango en la implementación de proyectos con voluntarios en programas de salud, educación y actividades agrícolas. VN

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