CARDENAL ORTEGA: CUBA, DIEZ AÑOS DESPUÉS DE LA VISITA DE JUAN PABLO II

Entrevista al arzobispo de La Habana

Publicamos la entrevista concedida por el cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana, a Lenier González Mederos de la revista Espacio Laical con motivo de la celebración del décimo aniversario de la visita del papa Juan Pablo II a Cuba.

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Todo el tiempo del mundo no es suficiente para conversar con Su Eminencia. Jaime Lucas Ortega y Alamino, de 71 años, matancero, arzobispo de La Habana y miembro del Sacro Colegio de Cardenales es, como todo buen cubano, un gran conversador.

Ni la solemnidad de sus maneras, ni sus atuendos, ni su rango y jerarquía, constituyen motivos de peso para que su interlocutor se sienta disminuido, aplastado, privado del acto humano de la comunicación. Basta solo que transcurran cinco minutos de intercambio para percibir que Su Eminencia gusta del diálogo, de la interacción simétrica. Entonces, lo que pudo haber sido una fría entrevista periodística, se trastoca en un bello gesto de cristiana comunión.

El Cardenal no gusta de la publicidad, del coqueteo mediático excesivo. No acostumbra a dar entrevistas muy a menudo, pero sucede que este enero de 2008 un hecho significativo convoca a todos los católicos cubanos: se cumplen diez años de la histórica visita del papa Juan Pablo II a Cuba. Durante aquellos cinco días inolvidables, el velo neblinoso que cubría el rostro de la Iglesia Católica en Cuba, se descorrió de una vez y para siempre, en la apoteosis de una experiencia religiosa, cultural y política donde el pueblo se involucró de forma efusiva y multitudinaria.

Si bien no han transcurrido los 50 años que exigía el prestigioso historiador cubano Ramiro Guerra para poder juzgar con exactitud la impronta de un hecho histórico, una década es tiempo suficiente para intentar hacer, al menos, un ejercicio de reflexión preliminar. Además, si esas reflexiones parten de quien ha sido una figura de primerísimo nivel en la historia del catolicismo cubano en el último medio siglo, pienso que la acción se justifica plenamente. A pesar de lo complicada que suele ser la agenda personal de Su Eminencia, acentuado este agravante por las urgencias del tiempo navideño, la conversación se extendió toda una mañana. Juan Pablo II, su visita a Cuba, la historia y los retos de la Iglesia en la Isla , y algunas reflexiones sobre la realidad cubana, jalonaron nuestra conversación.

–EMINENCIA, ¿CUÁNDO SE HABLÓ POR VEZ PRIMERA DE LA VISITA DEL PAPA JUAN PABLO II A CUBA Y QUÉ CIRCUNSTANCIAS RODEARON A ESTE HECHO?

–CARDENAL ORTEGA: El primer viaje del papa Juan Pablo II fuera de Roma tuvo lugar en enero de 1979 para inaugurar la tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla de Los Ángeles, México. Al regreso de ese primer viaje pastoral el avión que conducía al Santo Padre de México a Roma debía hacer una escala técnica en las islas Bahamas. En aquella ocasión el presidente Fidel Castro invitó al papa Juan Pablo II a que hiciera la escala en La Habana y no en las Bahamas, pero el Papa siempre pensó en hacer una visita pastoral a Cuba, y una escala técnica no le daba tiempo para el tipo de visita que él deseaba realizar.

Después comenzaron los viajes del Papa por el mundo, y viendo la dinámica de estas visitas pastorales parecía difícil que en Cuba pudiera efectuarse una así. Sobre todo en breve tiempo.

Pero era un deseo de los obispos y un deseo del Papa, que recordaba siempre que había sido invitado por Fidel Castro a La Habana al inicio de su pontificado. Años después de la Conferencia de Puebla, en 1981 la Iglesia en Cuba comenzó a desarrollar aquel proceso tan rico que se llamó Reflexión Eclesial Cubana (REC), desplegado durante cinco años y que concluyó con el Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC), en 1986. El encuentro, que recogió todas las opiniones de las comunidades católicas del país, constituyó un acontecimiento que marcó profundamente la vida de la Iglesia en Cuba y su rumbo pastoral. La Iglesia encontró en esa reflexión un camino decididamente misionero y un modo concreto de llevarlo a cabo en las condiciones y limitantes de una sociedad socialista, que se hallaba en aquella época demasiado apegada al estilo soviético en muchos aspectos, también en el tratamiento de la cuestión religiosa.

Durante los primeros años de la Revolución la Iglesia -disminuida en agentes pastorales y sin posibilidades humanas y materiales para ampliar su misión- había estado replegada sobre si misma, atendiendo el culto y otras actividades intraeclesiales, orientadas al mantenimiento espiritual, moral y material de nuestras comunidades católicas.

El ENEC significó entonces abrir puertas, salir a hacer visitas, insuflar un nuevo espíritu en las comunidades. La Iglesia debía realizar su misión aquí, en la nueva realidad traída por la Revolución. Debía ser una Iglesia encarnada, lo cual tiene dos vertientes. Nuestros fieles debían comprender esto y salir de su repliegue y el Estado debía reconocer que la Iglesia tiene una misión que no se limita a los confines de los templos. Este espíritu del ENEC ha marcado la Iglesia en Cuba desde aquel momento de nuestra historia eclesial y nacional hasta hoy ininterrumpidamente, con un doble efecto positivo que se corresponde con nuestro doble propósito: los fieles católicos han comprendido, progresivamente, que la Iglesia tiene una misión inaplazable que realizar aquí y el Estado, también progresivamente, ha ido aceptando y reconociendo la misión de la Iglesia , que no se limita al culto. Estas nuevas realidades hay que tenerlas en cuenta para entender los condicionamientos que posibilitaron la visita del papa Juan Pablo II a Cuba.

Creo que en el punto en que nos hallábamos antes de 1986 no era apropiado pensar en una inminente visita del Papa a Cuba, ni por la actitud de la Iglesia ni por el enfoque restrictivo que hacía el Estado sobre su misión. Recuerdo que en aquella primera mitad de la década de los años 80 se produjo la visita de la Conferencia Episcopal Mexicana a Cuba, que fue recibida por el doctor Carlos Rafael Rodríguez. En aquella entrevista, en la cual estuve presente, el presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana, monseñor Adolfo Suárez, preguntó al doctor Carlos Rafael Rodríguez si no sería el tiempo de una visita del papa Juan Pablo II a Cuba. El doctor Rodríguez respondió algo así: «podría ser posible, deberíamos pensar en que el Papa viniera a La Habana , y considerar que celebrara la misa en el Coliseo de la Ciudad Deportiva. Ahí caben algo más de 15 mil personas, ese es más o menos el número de católicos que hay en La Habana «. Se ve por esta respuesta que no había madurado aun en aquel entonces, por parte del Estado cubano, un clima suficientemente abierto para que el Papa visitara nuestro país.

Tendríamos que esperar casi 20 años más para que este clima se produjera, pues tampoco los católicos cubanos podían imaginar, en aquella época, que el Papa pudiera venir a Cuba y celebrara en grandes plazas públicas, y aun menos, que los mismos católicos cubanos recorrieran campos y ciudades invitando al pueblo para que acudieran a las celebraciones papales.

Tenía que haber una evolución necesaria en las mentalidades, no era solo un problema estructural de la Iglesia en cuanto a su organización, jerarquía, o el aumento del número de fieles.

Debía existir una relación aceptable Iglesia-Estado. Era necesario que esa maduración se produjese.

–ALGUNOS ESPECIALISTAS HABLAN DE ESA «MADURACIÓN DE CONDICIONES» PARA QUE LA VISITA PAPAL SE MATERIALIZASE. PARA LA IGLESIA ESTA «MADURACIÓN» INCLUIRÍA EL INCREMENTO DEL NÚMERO DE CREYENTES ACTIVOS, EL CRECIMIENTO DEL NÚMERO DE DIÓCESIS Y DE OBISPOS, EL FORTALECIMIENTO INSTITUCIONAL, SU NOMBRAMIENTO COMO CARDENAL… PERO TAMBIÉN SE HABLA DE UN SUPUESTO ENVEJECIMIENTO DE LAS PROPUESTAS DEL ENEC Y DE SU SUSTITUCIÓN POR UNA NUEVA «PLATAFORMA PROGRAMÁTICA» QUE CRISTALIZA EN LA CARTA PASTORAL EL AMOR TODO LO ESPERA . ¿HASTA QUÉ PUNTO ES HISTÓRICAMENTE CIERTO QUE EL AMOR TODO LO ESPERA ESTÁ PASTORALMENTE DESVINCULADA DEL ENEC Y CONSTITUYE UN DOCUMENTO DE CORTE? ¿HASTA QUÉ PUNTO ESTO ESTUVO EN EL ÁNIMO DE LOS OBISPOS?

–CARDENAL ORTEGA: Como te acabo de decir, el ENEC ha sustentado y potenciado la acción pastoral de la Iglesia desde hace 20 años hasta nuestros días. No es aceptable, pues, la tesis de un envejecimiento de las propuestas del ENEC. La Carta Pastoral El amor todo lo espera no era programática para el futuro pastoral de la Iglesia. No contenía indicaciones sobre su quehacer que sugiriera una puesta a un lado del ENEC. Al contrario, el ENEC hablaba claramente que la Iglesia , además de ser misionera, debía estar encarnada en Cuba. Es decir, actuar como parte creyente de nuestro pueblo, bien encajada en nuestra realidad.

La Carta Pastoral se publica en el año 1993, cuando Cuba tocaba fondo luego del derrumbe del campo socialista, y este hecho vino a añadir enormes penurias a la situación de bloqueo económico y financiero que Estados Unidos, desde los inicios de la Revolución , impuso al país. La Carta , pues, no proponía un cambio de rumbo en la acción de la Iglesia , sino consecuente con el espíritu del ENEC, analizaba la situación real en que nos encontrábamos, que era muy angustiosa para el pueblo en general. Criticaba cierto inmovilismo ante la crisis y sugería un cambio de política económico-social con menos control estatal. Por ejemplo, en cuanto a la agricultura, a pequeños negocios privados, etc.

No pocas de nuestras sugerencias coincidieron meses más tarde con las nuevas medidas tomadas, al introducirse en Cuba el dólar como moneda circulante, retornó el mercado libre campesino, ahora con el nombre de mercado agropecuario, se autorizó un variado elenco de trabajos por cuenta propia, se autorizó la existencia de pequeños restaurantes familiares. La Carta Pastoral produjo una enorme molestia en las esferas oficiales. Los obispos fuimos largamente atacados por la prensa. Justamente en algunos de aquellos numerosos artículos que nos enjuiciaban duramente se insinuaba el abandono del programa del ENEC.

Se afirmaba que habíamos abandonado una postura conciliadora por otra de enfrentamiento. No era esa la motivación de los obispos, sino la de ejercer la misión propia de la Iglesia en la sociedad, que incluye despertar la conciencia de gobernantes y gobernados con respecto al bien común de la sociedad.

Cuando leo o escucho en estos días cuanto se ha dicho en centros de trabajo, o en reuniones políticas o de intelectuales acerca de los cambios, incluso estructurales, que deben producirse en Cuba -y esto con cierta urgencia- y comparo solo algunas de estas críticas y propuestas con las que hicimos los obispos en El amor todo lo espera , me parecen aquellos enfoques de nuestra Carta Pastoral casi inocentes y tímidos, con relación a lo que leemos, oímos y nos llega actualmente desde distintos puntos de nuestra sociedad.

Quizás la época en que se publicó la Carta no era el momento para captar un aspecto fundamental de la misión de la Iglesia , que consiste en despertar la conciencia social de los ciudadanos.

Este momento actual me da esperanzas, pues refleja una maduración de la conciencia ciudadana y esto es imprescindible para el desarrollo ascendente de la nación cubana en lo social, en lo económico y en lo político. Quizás también al pasar el tiempo se podrá descubrir que en esta tarea la Carta Pastoral El amor todo lo espera puso su granito de arena, precisamente siendo fiel a la prioridad del ENEC que nos pide ser una Iglesia encarnada en nuestro pueblo.

–SE HA HABLADO MUCHO DE QUE EL PRESIDENTE FIDEL CASTRO Y USTED FUERON DOS PROTAGONISTAS DE PRIMER ORDEN PARA QUE LA VISITA DEL SANTO PADRE A CUBA FUERA UN ÉXITO…. ¿QUÉ OTROS HÉROES ANÓNIMOS, EN ROMA Y LA HABANA , PUSIERON SU GRANITO DE ARENA EN ESE SENTIDO?

–CARDENAL ORTEGA: A mi la palabra protagonismo no me gusta mucho, porque sobre todo cuando hay muchos protagonistas pues ya no hay protagonismo.

Desde mi punto de vista, no me considero un protagonista, sino solo uno de los que se esforzó porque se diera la visita y para que fuera un éxito. No se puede olvidar al Nuncio Apostólico en Cuba en aquella época, monseñor Beniamino Stella, que también estuvo muy interesado en la visita. Además, hay que recordar la actitud coherente y entusiasta de todos los obispos de Cuba. La Conferencia de Obispos Católicos de Cuba siempre se ha caracterizado por esa unidad con la que el Señor nos ha favorecido. En aquella época actuamos muy de conjunto, con mucha decisión y entusiasmo para que se produjera la visita del Papa.

Yo creo que visitas precedentes de Roma como las del cardenal Etchegaray y el cardenal Gantin, fueron muy importantes, porque probaron el tema de una posible visita del Papa a Cuba. Luego ambos participaron de la visita, creo yo que de manera muy personal, por invitación también del Santo Padre, puesto que ellos habían tenido un papel destacado en relación con Cuba.

La preparación de la visita en Cuba se efectuó mediante una comisión conjunta Iglesia-Estado, que trabajó muy bien, con mucha articulación, y que en todo momento sorteó las dificultades de cualquier orden que podrían producirse para una visita de esa envergadura. La etapa preparatoria pudo haber influido en ese mejoramiento de las relaciones entre la Iglesia y el Estado después de la visita papal.

–EMINENCIA, LUEGO QUE FIDEL VISITARA AL PAPA EN ROMA AL FINALIZAR LA CUMBRE DE LA FAO Y SE CURSARA LA INVITACIÓN OFICIAL ¿TODO MARCHÓ DE FORMA EXPEDITA O LA IGLESIA TUVO QUE SORTEAR OTROS OBSTÁCULOS EN EL CAMINO?

–CARDENAL ORTEGA: No existieron grandes obstáculos. No hubo obstáculos con respecto a las sedes donde el Papa debía celebrar la Eucaristía. Toda la transportación aérea del Santo Padre estuvo garantizada, al igual que lo referido a la organización de las misas gigantescas. Lo mismo pasó con el audio en muchos de los lugares donde se organizaron actividades. Todo se pudo superar sin dificultades.

Yo particularmente hubiera querido que el Santo Padre visitara una prisión, aunque no celebrara la Eucaristía allí. Sin embargo, de mutuo acuerdo llegamos a la conclusión de que pudiera visitar un hospital o un centro asistencial, como el leprosorio de San Lázaro, en El Rincón. Finalmente se optó por esta solución. Lo que preocupaba en el caso del santuario de San Lázaro era que podía haber un flujo de público inmenso y que no hubiera manera de controlar a una multitud allí, donde no hay una gran plaza. Se determinó que la visita fuera reducida y privada, en el sentido de no convocar a la multitud. Así se hizo y todo ocurrió con mucha facilidad. Quizás este fue el obstáculo más importante, la visita del Papa a un lugar como este y la imposibilidad de acoger al público. Al final pudimos sortearlo con relativa facilidad.

–YO RECUERDO TAMBIÉN LOS ATAQUES CON BOMBAS A LOS HOTELES DE LA HABANA PREVIO A LA VISITA PAPAL…

–CARDENAL ORTEGA: Sí, verdad. Lo recuerdo muy bien, pero estos hechos fueron esclarecidos muy rápidamente, y para nada constituyeron un obstáculo. Yo creo que una vez que el Papa llegó a Cuba, y que había una cantidad de medios de prensa extraordinarios en La Habana -como no se había dado en ninguna otra visita del Papa a otro lugar- fue también notable que se hiciera público, el día antes de su llegada a Cuba, el escándalo sexual entre William Clinton y Mónica Lewinsky, en la Casa Blanca , y entonces eso hizo retirarse a muchísimos periodistas norteamericanos. Esto nos pareció una coincidencia muy desagradable y no nos queda claro si fue un imprevisto. Pero quedaron un gran número de periodistas en La Habana y quizás fue la visita del Papa más publicitada en el mundo entero.

–A SU JUICIO ¿EN CUÁNTO CONTRIBUYÓ EL AÑO PREPARATORIO DE LA VISITA A CRISTALIZAR O NO UNA NUEVA DINÁMICA DE RELACIONES ENTRE LA IGLESIA Y EL ESTADO EN CUBA?

–CARDENAL ORTEGA: No solamente se trató de aquella comisión mixta estructurada a partir de figuras del Estado y de la Iglesia. Además de eso, en cada lugar, para la propaganda, para las visitas que se hacían, para la distribución de invitaciones, hubo siempre unas relaciones que se establecían, solicitudes de autorización, etc., que eran concedidas con facilidad y todo fluyó de manera adecuada. Esto hizo que permeara aquel espíritu que estaba en las altas esferas hasta provincias y municipios.

La preparación de la transportación del pueblo para las grandes celebraciones tuvo mucho que ver. Era necesario transportar miles de personas desde muchos lugares. Aquí en La Habana vinieron personas de Matanzas y de Pinar del Río. La coordinación fue perfecta y la participación de nuestro pueblo muy disciplinada. La coordinación fue inmensa, entre la comisión de orden de la Iglesia , la policía, los que estaban a cargo de la organización de los distintos eventos por parte del gobierno. Fue un momento que dejó una certeza de que es posible convivir y, al mismo tiempo, tener una participación en la vida de la sociedad sin que esto sea conflictivo.

–¿QUÉ LE PARECIÓ EL RECIBIMIENTO TRIBUTADO POR NUESTRO PUEBLO AL PONTÍFICE? ¿USTED ESPERÓ QUE FUERA ASÍ? YO RECUERDO QUE USTED SE REUNIÓ CON LOS JÓVENES Y ADOLESCENTES -YO ERA UN ADOLESCENTE EN AQUEL ENTONCES- EN LA IGLESIA DE JESÚS DE MIRAMAR Y NOS DECÍA: “ES POSIBLE QUE ENTRE UN FRENTE FRÍO EL DOMINGO, PERO TODOS DEBEMOS ESTAR EN LA PLAZA “. YO LO NOTABA NERVIOSO E INSISTÍA MUCHO EN LA PARTICIPACIÓN. ¿TEMIÓ EN ALGÚN MOMENTO QUE LOS CUBANOS FUERAN TÍMIDOS CON EL PAPA?

–CARDENAL ORTEGA: De hecho entró el frente frío y aquel domingo fue lloviznoso, aunque no llovió durante la ceremonia. Yo insistía mucho en la participación. Las invitaciones se hicieron barrio por barrio, casa por casa. Hubo realmente una movilización misionera a nivel nacional, de todas nuestras comunidades, y una inmensa acogida por parte del pueblo. Yo creo que la respuesta del pueblo fue significativa, no solo durante el recibimiento, donde pudo haber una cierta organización, donde asistieron centros de trabajo, como cuando se recibe a jefes de Estado en algunas ocasiones a lo largo de la avenida de Rancho Boyeros y otras avenidas capitalinas. Pero todo el tiempo que el Papa estuvo en Cuba los gestos del pueblo fueron muy significativos.

Cada mañana me sorprendía al acompañarlo siempre al aeropuerto a tomar el avión que lo llevaría a los distintos lugares donde celebró la Eucaristía. Me sorprendía llegar a la Nunciatura y ver toda la calle -desde que la policía lo permitía, porque es estrecha la calle donde se encuentra la Nunciatura- llena de personas.

Durante todo el recorrido del Papa hacia el aeropuerto por la calle séptima y luego por toda la calle 31, se congregaba una inmensa multitud no convocada. Los niños con sus uniformes esperaban para luego ir a la escuela, la gente esperaba en los bordes de las aceras que el Papa pasara. Esto si me sorprendía enormemente, porque no se había programado nada de esto. Incluso, el recorrido del Santo Padre no estaba anunciado, nadie sabía por cuáles calles iba a ir para el aeropuerto. Aquello era algo realmente extraordinario.

A veces a la una y media, dos de la tarde, que ya regresaba de los lugares visitados, la gente se agrupaba nuevamente en el trayecto, esperando y saludando. De tal manera que el Papa, en todos esos días, se sentaba en el asiento anterior del auto, para poder ver a la gente y poderlas saludar. Recuerdo que íbamos detrás su secretario personal (en la actualidad cardenal) Stanislaw Dziwisz y yo. Evidentemente debo decir que la acogida del pueblo superó nuestras expectativas.

La vibración de pueblo, la alegría, la disciplina, el entusiasmo, hicieron que el balance fuera muy positivo, superando nuestras mejores expectativas.

–USTED TUVO EL PRIVILEGIO DE ACOMPAÑAR AL PAPA EN CADA DESPLAZAMIENTO EN CUBA. ¿CUÁL ERA SU ESTADO DE ÁNIMO? ¿QUÉ ANÉCDOTAS PUEDE REFERIRNOS EN ESE SENTIDO?

–CARDENAL ORTEGA: El Papa parecía entusiasmado. Hacía comentarios, por ejemplo, cómo recibían las homilías los cubanos, y usando el español de manera muy interesante para un extranjero como era él, me dijo muy incisivamente: «el pueblo de Cuba atiende, pero ¿entiende?». Yo le dije: Santidad, sí, entiende. A él le preocupaba mucho que su acento no fuera captado por el pueblo.

Otro día me dijo al regresar: “este es un pueblo inteligente, aplaude los conceptos, no la entonación del discurso”. Porque claro, uno puede hacer un discurso donde levanta la voz y hace un gesto grandilocuente y se produce entonces un aplauso. Pero el Papa hablaba al pueblo serenamente y lo interrumpían. Yo me decía a mi mismo: pues el propio Papa esta haciendo el balance de la visita. El pueblo entendía las ideas, y no solo se dejaba llevar por lo que mueve la emoción de un momento. Aunque también la emoción nos mueve. Cuando el Papa se despedía, esos aplausos finales, o cuando llegaba, todo era enormemente emotivo. Al Papa lo que le impactaba era esta capacidad del pueblo de captar en profundidad las ideas.

Una vez, regresando en el avión de alguna de las ciudades visitadas, tengo esa foto junto a él, el Papa reía muchísimo en esa foto, porque estaba feliz de la acogida de la gente, de la manera en que le cantaban. Recuerdo en Camagüey cuando le cantaban «El Papa se queda en Camagüey»; ya de regreso, con una gran sonrisa, repetía aquella frase. Fueron muchos momentos como este.

Aquí mismo en el Arzobispado, él vino a almorzar con los obispos y a dirigirles un discurso, que él dejó por escrito, pero que fue leído por alguien para que él no se cansara. Luego comenzamos el almuerzo. Entonces yo le leí al Papa algunos chistes sobre la visita que circulaban en aquel tiempo por fax. Por ejemplo, como la gente ponía el televisor y aparecía un sacerdote hablando y la gente no sabía dónde estaba, y cosas así. Algunos de estos chistes realmente estaban muy bien hechos. Yo le leí algunos, y él disfrutó muchísimo de la lectura de aquello. Cuando terminé la lectura, con su anillo tocaba en la copa aplaudiendo, con una gran alegría. Había sido la misa de La Habana y después comiendo aquí con nosotros mostraba un gozo extraordinario.

A él le complació mucho la visita a Cuba. Yo acabo de encontrarme en Roma al cardenal Stanislaw Dziwisz , quien fue su secretario. El tomó mis manos y me dijo: «Tengo un recuerdo único de la visita a Cuba, como no tengo de ninguna otra. Siempre los recuerdo mucho». Al finalizar la misa aquí en la Plaza veníamos en el papamóvil por la calle San Lázaro, porque el malecón estaba cerrado, y el secretario del Papa dijo: «este país no tiene nada que ver con América Latina». Entonces, el Papa se viro hacia atrás y dijo: «es un país muy diverso».

Evidentemente sí tenemos la misma cultura, pero nuestra ubicación especial entre las dos Américas, etc., hacía que ellos notaran esto. Es una de las cosas que yo recuerdo muy bien.

No olvido el coro de una escuela de niños, una escuela de arte, que fue a cantarle las mañanitas a la Nunciatura. Cantaban muy lindo aquellos niños pequeños en el jardín, con su directora.

Entonces el Papa pasó la pequeña barrera que cuida el jardín y entró en el césped donde ellos estaban y comenzó a tocarlos uno a uno. A todos los niños las lágrimas les corrían. Cuando visitó el leprosorio de El Rincón y tocó a los leprosos, pues saludó a uno por uno, todos llorábamos: el ministro de Salud Pública, y yo, y el maestro de ceremonias y todo el mundo. El Papa no hacía nada diferente a lo que quizás hacemos todos cuando visitamos a un enfermo, pero había en él ese ángel propio de los hombres santos.

–MONSEÑOR CARLOS MANUEL HA CONTADO QUE EN LA PARTIDA DEL PAPA, EN EL AEROPUERTO, EL CARDENAL DZIWISZ, SU SECRETARIO EN AQUEL ENTONCES, LE CONFESÓ QUE EL PAPA HABÍA LLEGADO ALGO AGOTADO A CUBA, PERO QUE SE IBA «ENERGIZADO» POR LAS JORNADAS VIVIDAS…

–CARDENAL ORTEGA: Yo creo que sí, que así fue. Yo tuve el privilegio de subir al avión a darle la bienvenida. Lo vi aun sentado en el avión, después de ese viaje de once horas, porque vino directo desde Roma, y sobrevoló la provincia de Pinar del Río y allí mandó un mensaje. Cuando lo vi le dije: «gracias Santidad por haber venido».

Ya en ese entonces presentaba los síntomas de su enfermedad, su andar era dificultoso. Yo le decía esto mientras se levantaba, haciendo un esfuerzo luego de tantas horas de vuelo. En ese momento me respondió con un abrazo. Siempre tuvo Juan Pablo II sentimientos muy especiales con respecto a Cuba y a su Iglesia, las llevaba en su corazón.

–DIEZ AÑOS DESPUÉS DE LA VISITA, ¿CREE USTED QUE SE HA DADO EN LA PRÁCTICA EL DIÁLOGO QUE EL PAPA PIDIÓ SE REALIZARA ENTRE LA IGLESIA Y LAS INSTITUCIONES CULTURALES PARA LA CONSECUCIÓN DE UNA SÍNTESIS DONDE TODOS LOS CUBANOS PUDIÉRAMOS IDENTIFICARNOS?

–CARDENAL ORTEGA: La cultura es algo muy amplio, es la cultura de todo un pueblo. Es verdad que él estaba hablando al mundo de la cultura, a aquellos que son intelectuales, profesores, artistas. Yo diría que en la inserción de la Iglesia en la cultura popular, esa síntesis existió en Cuba en el pasado, pero quizás poco a poco se fue rompiendo, degenerándose con los años. Nuestra cultura popular es de matriz occidental cristiana, pero hay un cristianismo borrado, un secularismo impulsado en estos 50 años por una separación Iglesia-Estado muy acentuada. En alguna ocasión la Iglesia en Cuba a dicho, en algún documento propio, que la Iglesia tiene que estar separa del Estado, pero no de la sociedad, no del pueblo. Evidentemente ahí hay una especie de foso cultural. Este abismo que se puede crear entre Evangelio y cultura yo diría que se ha ahondado en los años de Revolución, evidentemente. Por solo citar un aspecto, la no presencia de la Iglesia en los medios de comunicación social es prueba de ello.

Ahora, con los miembros del mundo cultural yo creo que se ha dado, después de la visita del Santo Padre, no una síntesis -estamos aun muy lejos de eso- pero sí se han tendido unos puentes de diálogo muy interesantes.

Yo creo que el descubrimiento progresivo que han hecho importantes sectores de este mundo intelectual cubano, en su inmensa mayoría jóvenes, de la historia pasada de Cuba, un poco olvidada en algunos aspectos -quizás no en los aspectos heroicos, bélicos, o de figuras destacadas, etc.- sino en cuento a su despliegue y continuidad a través de los siglos. Esa historia que es sustento de lo que surge, de lo nuevo que emerge. Esos jóvenes investigadores han descubierto en esa historia las luces y sombras que aportó la evangelización de Cuba.

Pero han emergido grandes luces, el pensamiento de los grandes patricios fundadores de la nación, conectados con el Seminario de San Carlos. Es mucho lo que hay que contar en ese sentido de nuestra historia pasada.

Incluso en nuestra etapa republicana han existido sombras, ausencias que hoy están siendo clarificadas. En esta etapa emerge la presencia de la educación católica, no vista solamente como un tipo de educación clasista, lo cual pudo ser cierto en muchos aspectos, no en todos, por las condiciones de la carencia de un apoyo estatal.

No había sustento del Estado para el sistema de instituciones educativas de la Iglesia , por lo que la Iglesia tenía que cobrar sus servicios y lo podían pagar muchos menos de los que lo hubieran necesitado. Hay un influjo de la Iglesia Católica en la educación cubana, en la educación de muchos, en muchos hombres y mujeres que contribuyeron ampliamente a la cultura nacional.

–EN LA PROPIA GENERACIÓN QUE HIZO LA REVOLUCIÓN , MUCHOS DE SUS MIEMBROS SALIERON DE ESTAS ESCUELAS CATÓLICAS…

–CARDENAL ORTEGA: Exactamente, en la propia generación que hizo la Revolución vemos eso. Yo siempre he interpretado que nunca se ha dejado de construir y hacer -aunque haya ideas totalmente ajenas o contrarias aparentemente en muchos casos- sobre la base de aquello que quedó de esta formación católica. Creo que la base de muchas inquietudes y búsquedas se encuentran a veces en ese influjo del pensamiento cristiano. Esta impronta de lo católico se ha hecho cada vez más conciente entre pensadores, profesores, investigadores y estudiosos actuales. Desde estos ámbitos se va haciendo un camino, y esa síntesis viene siendo una meta a alcanzar. Lo importante es que se está haciendo el camino, y sí se han dado pasos creo yo.

–¿QUÉ LE CORRESPONDE APORTAR A LA IGLESIA EN ESTE DIÁLOGO?

–CARDENAL ORTEGA: La Iglesia ha aportado y aporta. Lo primero que abre son sus archivos -únicos-, y los pone a disposición para mirar a nuestro pasado. Aporta también su propia historia, porque la historia de ella se hizo en el pasado, y es historia de la nación. Lo que el Seminario de San Carlos dio a la cultura cubana es un patrimonio inmenso. Los restos del padre Félix Varela descansan en el Aula Magna de la Universidad. La Iglesia Católica no solo puede aportar, sino que ha ido aportando desde siglos pasados, realmente por haber estado muy bien insertada en la sociedad cubana a lo largo de toda nuestra historia.

Corresponde a las nuevas generaciones de católicos tener este espíritu de inserción social. Esto es algo que la Iglesia debe potenciar.

Que haya siempre en nosotros amor a la Patria , que no haya -a pesar de las diferencias ideológicas y de los problemas que esta realidad pudo haber suscitado, algunos de ellos dolorosos en la historia reciente de algunos católicos- un desentendimiento del católico de la vida social, del bien social común. Que no se limite a la hora de brindar su aporte personal que puede hacer cualquiera si tiene las dotes y la vocación para hacerlo en el campo intelectual, cultural. Las nuevas generaciones deben mostrar interés por todo lo que atañe a nuestra cultura, a la presencia de la Iglesia en el mundo cultural. Sea desde ese nivel de los aportes artísticos e intelectuales, sea para que la fe cristiana tenga un espacio en la cultura popular.

No podemos tener una actitud de espectadores, de meros analistas. Debemos tener una actitud participativa. Todo esto siempre tiene dos vertientes: que participemos y que se comprenda que nuestra participación es a título de cubanos que formamos parte de este pueblo nuestro al cual amamos y queremos servir. El Estado debe comprender esta realidad. Creo que estos son los caminos por los que debemos transitar.

–A SU JUICIO, ¿HEMOS AVANZADO EN QUE LOS CUBANOS SEAMOS UN POCO MÁS HERMANOS, COMO PIDIÓ EL PAPA? ¿QUÉ ROL HA DESEMPEÑADO Y PUEDE DESEMPEÑAR LA IGLESIA EN ESE SENTIDO? EL TAN LLEVADO Y TRAÍDO TEMA DE LA RECONCILIACIÓN NACIONAL…

–CARDENAL ORTEGA: La reconciliación nacional…, es un término que muchas veces no se puede usar en Cuba, a veces no se puede usar fuera de Cuba en algunos medios, puesto que se piensa siempre en una clave muy política, haciendo referencia a la posibilidad de reconciliar ideologías o modos de pensar, lo cual es casi imposible cuando se han afianzado ciertos modos de pensar y ciertas ideologías.

Ahora, las personas sí se pueden reconciliar. El cubano, tal y como yo lo veo en Cuba hoy, es un humano bien dotado para la reconciliación. No somos un pueblo que lleve cuentas de manera trágica. Creo que unos y otros podamos alcanzar -y es muy bueno que en tu pregunta esté la palabra hermanos- esa fraternidad en el tú a tú, en el yo y el otro, de todos los días. Y eso es universal.

No se trata de diálogos de cúpulas de Iglesia y Estado, diálogos entre sectores políticos diversos. En estos diálogos pueden suscitarse acuerdos o desacuerdos, puede haber tratados, pero cuando el cristiano habla de reconciliación dice te quiero a ti, quisiera que tú me quisieras a mí igual. Nosotros nos queremos todos.

Creo que la familia cubana, en momentos muchos más difíciles, cuando se fracturaba aquí la familia por maneras distintas de pensar, manifestó una capacidad inmensa para superar esto. Luego la separación de la familia trajo dificultades, distanciamientos. Tal parecía que no había contactos entre unos y otros. Muchas veces se produjo una quiebra de lazos familiares o una disminución de las corrientes de afecto entre los que están aquí y los que no están.

Estas realidades con el tiempo se han ido superando. Me parece que cada vez hay más relaciones, comunicación.

En este aspecto no creo que prime en nosotros un espíritu de no-reconciliación, sino todo lo contrario, un espíritu de reconciliación entendida en este aspecto personal. Que como humanos, como personas, nos respetemos y nos tratemos, y nos amemos, como manda el Evangelio.

Esta debe ser siempre una aspiración del cristiano. Estamos lejos de llegar a la perfección en este aspecto, pero esta ha sido la predicación de la Iglesia a través de los siglos.

Hace poco leía yo sobre la cantidad de guerras que han tenido lugar en el mundo, y alguien se dio a la tarea de recopilarlas en un elenco de miles. Y la cantidad de guerras por siglo era alarmante. La Humanidad nunca ha estado en paz. En cada época escucharemos un mensaje del Santo Padre pidiendo paz y reconciliación. En cada Navidad de la historia encontraremos este llamado.

La reconciliación es un gran proyecto mundial aun lejos de alcanzarse. Nacionalmente es también un proyecto que debe irse ejecutando cada día. En la medida que se avance en esta reconciliación interpersonal, que se hace grupal, y que logremos perfilar un estilo de convivencia entre nosotros, otras situaciones mejorarán, muchas veces situaciones de índole político, y enfrentamientos. Cuando el Papa Juan Pablo II dijo: “Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”, no se refería solamente a las relaciones diplomáticas, sino a esta relación de comunicación entre pueblos. Esto ha quedado como un leit motiv para nosotros en Cuba. Siento que en este sentido hay un gran programa por cumplir.

–EMINENCIA, YA EN EL PLANO PERSONAL, COMO CUBANO Y SACERDOTE CATÓLICO ¿QUÉ REPRESENTÓ PARA USTED RECIBIR EN CUBA AL PAPA JUAN PABLO II? HACE UNOS DÍAS YO LO ESCUCHABA RESPONDIENDO LAS PREGUNTAS DE LA PRENSA EXTRANJERA AL FINALIZAR LA ENTREGA DE LOS PREMIOS DEL CONCURSO DE PERIODISMO DE PALABRA NUEVA Y USTED DECÍA QUE JUAN PABLO II LO HABÍA DESIGNADO OBISPO DE PINAR DEL RÍO, LUEGO ARZOBISPO DE LA HABANA , Y FINALMENTE CARDENAL.

–CARDENAL ORTEGA: Sí, para mi Juan Pablo II es el Papa de mi vida. Recuerdo mi primera visita a él en Roma a los pocos meses de haberme nombrado obispo. El Papa me recibió a mi solo, esa visita que hacemos los obispos a Roma cada cinco años. No me correspondía, pues solo tenía yo más que unos meses de nombrado, pero me invitaron a que fuera.

En ese momento tenía yo 42 años, era muy joven. El Papa me recibió haciendo chistes sobre mi corta edad y cosas por el estilo. El marcó todo mi episcopado. Yo le dije: «Santo Padre, la Iglesia en Cuba tiene muchas limitaciones para su acción pastoral». Era el año 1979. «No tenemos posibilidad para llevar adelante la misión de la Iglesia «. Pero el Papa me dijo: « La Iglesia tiene que ser misionera, o perece». Lo dijo con un gesto firme, con la mano encima de la mesa.

Esta frase marca mi ENEC, marca mi camino como obispo, mi episcopado. La Iglesia tiene una misión, la tiene aquí donde está plantada; está llamada, por vocación, a anunciar el Evangelio.

Eso significó el Papa Juan Pablo II para mí. No solamente porque me confirió cargas u honores, sino porque en pocas palabras me trazó un programa en aquel momento. Cuando yo lo vi en Cuba, en medio de nuestro pueblo, como mensajero de la Verdad y la Esperanza , pensé que no estaba siendo él más que fiel a lo que hizo en su patria como sacerdote, obispo y como hizo recorriendo el mundo entero como Pastor Supremo de la Iglesia.

Eso mismo hacía él en esa Cuba donde él me había urgido a hacer de la Iglesia misionera. Buscar los caminos para que lo fuera, eso era nuestro, esa era nuestra tarea. Juan Pablo II marcará mi vida episcopal hasta el último de mis suspiros.

Mi vida episcopal ha sido mucho más larga que mi vida sacerdotal. Fui 15 años sacerdote y ya voy para 29 años de obispo. Por lo tanto es el Papa de mi vida.

La mirada del Papa Juan Pablo II es inolvidable, una mirada profunda, que entra hasta lo hondo de ti sin ser inquisitiva. Quizás la mirada de los santos sea así. Hay miradas profundas que son inquietantes. Eso significó la visita del Papa, que él viniera a ver aquel campo en que me dijo tienes que ser misionero, y que viniera él a verlo como misionero y lo recorriera. Fue algo único, no solo para mí: la visita del Papa marcó la vida de la Iglesia en Cuba y nuestra historia como nación.

–PARA MI GENERACIÓN LA VISITA DEL PAPA FUE NUESTRO ENEC…

–CARDENAL ORTEGA: Pues claro que eso significó para tu generación. Es curioso, no solo para esa joven generación de católicos a la que perteneces, sino que también lo fue para gran parte del pueblo cubano. La Iglesia se dio a conocer a nuestra sociedad, y se dio a conocer al mundo entero: la Iglesia Católica estaba ahí, estaba viva, junto a su pueblo. VN

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