<!--:es-->ANTONIO VILLARAIGOSA ELEGIDO PRIMER ALCALDE LATINO DE LA HISTORIA MODERNA DE LOS ANGELES<!--:-->

ANTONIO VILLARAIGOSA ELEGIDO PRIMER ALCALDE LATINO DE LA HISTORIA MODERNA DE LOS ANGELES

La última vez que un latino estuvo al frente de la Alcaldía de Los Angeles fue en 1872, el último año de la administración de Cristóbal

Aguilar, a quien se atribuye la decisión de negarse a vender los derechos municipales de agua (tal como proponía el Concejo con el fin cortoplacista de allegarle fondos a las arcas municipales). Al garantizar su futura expansión, Aguilar selló para siempre el destino de la ciudad, que en ese entonces no pasaba de 6 mil habitantes.

El 17 de mayo, Antonio Villaraigosa, hijo de una mujer que sacó adelante a su familia con muchas dificultades y de un inmigrante mexicano venido del D.F., fue elegido por una contundente mayoría de angelinos como jefe del ayuntamiento de una urbe de cuatro millones, la más importante en la costa Oeste de Estados Unidos y puerta de entrada de la cuenca del Pacífico.

Para muchos, ese desenlace electoral constituyó un acto de justicia histórica. La urbe que muchos prefieren llamar por sus siglas LA (el-ei) es una ciudad de mayoría latina -lo son casi el 50% de sus residentes-, cuyas raíces hispanas, lejos de ser borradas tras la anexión de California a la Unión Americana en 1848, se han reafirmado con el tiempo gracias a una inmigración incesante.

Ni siquiera San Diego, a media hora de la frontera de México, tiene una concentración latina tan abrumadora como Los Angeles. No es de extrañar, por consiguiente, que desde la BBC de Londres hasta los principales diarios mexicanos destacaran la llegada de un latino al Ayuntamiento, 134 años después de que Cristóbal Aguilar entregara el puesto a un sucesor anglo.

APOYO GENERAL

Pese a esto, durante su campaña electoral, Villaraigosa no se presentó a sí mismo como el candidato latino. Lo que es más, sus estrategas dejaron en claro desde el arranque que él aspiraba a ser el alcalde de todos los angelinos. Es usual que los políticos no hagan campaña fuerte en sus propios bastiones. Hacen esto para ahorrar recursos y concentrar sus esfuerzos y tiempo en los escenarios donde son más débiles. Fue lo que hizo el concejal. Su estrategia se concentró principalmente en las áreas blancas del valle de San Fernando, en los barrios judíos del Westside -el Oeste de Los Angeles- y en los vecindarios e iglesias afroamericanas. Sus escalas en el Este de Los Angeles, su patio trasero, fueron por lo tanto contadas. Sin embargo, y a pesar de que su campaña no estuvo dirigida hacia ellos, la mayoría de votantes hispanos salieron a votar abrumadoramente por el candidato que percibían como uno de los suyos.

Hace doce años, cuando Richard Riordan fue elegido alcalde, los votantes de esa etnia no pasaron del 10% del total. El 17 de mayo pasado esa cifra aumentó a 25% y el 84% de ellos le dio su voto a Villaraigosa. Pero aun con el respaldo incuestionable de su gente, el concejal no hubiese logrado el triunfo sin el amplio apoyo general que obtuvo. Además del bloque liberal, los sindicatos, la mayoría de los residentes del Valle, la mitad de los afroamericanos y los judíos lo favorecieron en las urnas.

Adicionalmente, después de la primera ronda de la elección, una larga

lista de figuras provenientes tanto de la izquierda (como la congresista Maxine Waters, que hace cuatro años respaldó a Hahn) así como de la derecha (tal es el caso del ex alcalde Richard Riordan), se pronunciaron en favor del aspirante latino. Igual hizo Bob Hertzberg, el paladín del gran capital que obtuvo el tercer lugar en abril.

DERROTA ANUNCIADA

Esta elección fue ante todo la historia de una derrota anunciada.

James Hahn, hijo de uno de los políticos más prominentes en la historia moderna de Los Angeles, el supervisor del condado Kenneth Hahn, parecía haber hecho todo bien, incluso impecablemente. Los índices de delincuencia descendieron durante su gestión y Los Angeles llegó a dar la impresión de ser una ciudad menos violenta que cuando él asumió el poder. Es más, quienes votaron por él, según una encuesta del diario Los Angeles Times, mencionaron su preocupación por la seguridad pública y las pandillas como su motivación principal para preferirlo. Si acaso, Hahn no cumplió su promesa de aumentar el número de agentes del LAPD, una omisión que podría atribuirse a aprietos de presupuesto.

El alcalde también decidió la salida del jefe Bernard Parks, que se oponía tercamente a la reforma del LAPD aun cuando los desafueros ocurridos en la delegación Rampart mostraban la urgencia de meterlo en cintura (no en balde el Gobierno Federal tuvo prácticamente que intervenirlo e imponerle estrictas reglas de funcionamiento). Deshacerse de Parks, sin embargo, le costó a Hahn el voto de una parte considerable de los afroamericanos.

Algo parecido ocurrió con la iniciativa que apuntaba a separar al valle de San Fernando del resto de la ciudad. La éxitosa cruzada del alcalde para impedir la secesión lo hizo el héroe del momento, pero a la larga le granjeó la enemistad de los votantes del otro lado de las montañas de Santa Mónica. Para mayor inri, Hahn se vio involucrado en al menos un escándalo de corrupción. Aunque la ley no ha probado nada contra él, el lío lo dejó mal parado.

Y sin embargo, la crítica más común y corrosiva hecha al alcalde parecía guardar más relación con su temperamento que con sus errores. Se le acusaba de ser frío y distante, poco inspirador, casi un apático. Sin duda James Hahn no heredó el carisma y la fibra populista de su padre. Cuando se presentó a la primera ronda, casi todos sus antiguos aliados le habían dado la espalda.

RETOS FUTUROS

Antonio Villaraigosa ya hizo historia al ser elegido primer alcalde latino de la historia moderna de Los Angeles. Carismático, diligente y ambicioso, tiene el futuro por delante y sólo el tiempo dará la medida de su gestión.

La segunda ciudad más poblada de la Unión Americana es un mosaico de pueblos e identidades, un conjunto descentralizado de pequeñas ciudades, barrios, complejos comerciales, rutas y puertos con un gran potencial y con enormes problemas: embotellamientos de tráfico, déficit de vivienda costeable, alto costo de la vida, contaminación y un gran contingente de desamparados. Los Angeles es una ciudad que rehuye mirar al pasado porque está obsesionada con el futuro y que cada año atrae a miles de inmigrantes de todas partes del mundo deseosos de reinventarse para construir su gran ilusión. También es una metrópolis de sueños naufragados, barrios segregados, comunidades enclaustradas, desconfianzas mutuas y conflictos sociales -y raciales- que si no se abordan correctamente pueden estallar con violencia.

Una población como la angelina, tan diversa y compleja y con intereses frecuentemente contradictorios, tiende a exigir mucho de quienes la dirigen y volverse implacable con quienes la decepcionan.

Tal será el desafío del nuevo alcalde. VN

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