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ANALIZANDO LAS CAUSAS Y POSIBLES SOLUCIONES DE LA VIOLENCIA JUVENIL

Sin duda alguna, la violencia se está apoderando poco a poco de la juventud estadounidense. En estos días se hacen más comunes las noticias que hablan de niños que cometen crímenes, tan violentos como matar a sus padres, amigos, maestros o compañeros de clase.

Entre el incidente más reciente que ha salido a la luz pública tenemos el caso de la matanza en la Universidad Politécnica de Virginia.

Este evento, que parece más bien escenas de película de terror, nos conduce a pensar ¿qué está pasando con los niños y jóvenes de hoy? ¿Qué está pasando en los hogares, calles, vecindarios y gabinetes de los legisladores? ¿Son estos niños “victimarios” producto de la crianza de los padres, o más bien del ambiente de violencia que les está brindando la actual sociedad?

Para contestar estas preguntas, VIDA NUEVA entrevistó a tres especialistas que nos hablaron sobre el porqué de estos “monstruosos” incidentes y cómo podríamos prevenirlos.

Una de las consecuencias más destructivas de la violencia que está viviendo la actual sociedad, es el efecto negativo que está dejando en el desarrollo emocional de los niños. De acuerdo a los especialistas, los niños que crecen dentro, o alrededor de un ambiente de violencia, están expuestos con mayor frecuencia a desarrollar un estado emocional (patológico) de miedo o agresión física, que los conduce a solucionar sus problemas por medio de la violencia.

Estas tendencias emocionales se están manifestando con mayor incidencia en los adolescentes y niños de hoy. Desde 1993 al presente, los casos de jovencitos que han llevado armas de fuego, o corto-punzantes, para atentar contra la vida de sus compañeros o maestros, ha aumentado. Asimismo, los casos de niños o adolescentes que acaban con la vida de sus propios padres y amiguitos de su barrio. Ante la incidencia de estos casos, los especialistas han determinado que la violencia juvenil (y hasta infantil) se ha recrudecido en esta nación durante los últimos 20 años y, en particular, en la última década, donde ha alcanzado el grado de crisis social.

La dimensión del problema fue claramente señalada en 1985 por el Doctor General de la Nación, C. Everett Koop, quien en esa ocasión dijo: “La violencia en América no es un problema criminal que tiene sus soluciones en el refuerzo de la ley, sino que es un problema de salud social que necesita ser abordado por expertos de la salud pública para que estudien sus raíces y, a la vez, se hagan cargo de esta epidemia que afecta a muchos jóvenes”.

A partir de esta declaración, muchos doctores y diversos trabajadores de la salud comenzaron a observar las causas y efectos de la violencia, para encontrar soluciones efectivas a este problema que está devastando tanto a las familias como a la sociedad. Según los estudios, muchos niños quedan emocionalmente destruidos.

Raíces del problema

Hasta el momento, los especialistas no se han puesto de acuerdo en las causas específicas que determinan el por qué del incremento de niños y adolescentes que cometen crímenes violentos contra sus seres queridos, amigos o maestros. Pero, la doctora de Medicina Interna, Beverly Coleman-Miller, de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, Boston, Massachussetts, afirma que se han identificado ciertos factores que pueden estar influenciando en la incidencia de crímenes cometidos por menores.

“Los problemas socioeconómicos, la influencia de los medios de comunicación, la reducción de la intolerancia en este país y, para no ir más lejos, el modelo de violencia que siempre ha caracterizado a los Estados Unidos, (un país violento, donde se glorifican las armas, los tanques de guerra, etc.) –puntualiza Coleman-Miller–, son causas del problema de violencia en los menores, tenemos más bien un vistazo a los elementos que están enseñando la violencia. Tenemos que ver, desde muy cerca, qué está pasando tras las puertas de los dormitorios y áreas familiares de los hogares de los menores ‘victimarios’. También, tenemos que analizar qué está pasando en las calles de nuestros barrios y de dónde salen las armas que estos niños están usando.

“Por otro lado, varios estudios profesionales, incluyendo los de nuestro centro, han demostrado que factores como la violencia doméstica en los hogares, el maltrato físico y verbal que se utiliza a veces en la crianza de los niños; el abuso sexual que experimentan algunos menores; los actos de violencia que ven a través del cine y la televisión, y el fácil acceso que se tiene hoy a las armas, son algunas de las causas de la violencia juvenil que están viviendo muchos hogares y comunidades.

“Pero lo más interesante que estamos viendo últimamente, son los recientes asesinatos múltiples cometidos por menores que usaron armas de fuego y otros actos de violencia que han salido publicados en los medios de comunicación y que están dejando mensajes de alerta entre las comunidades que ¡por fin! están comenzando a sentir ‘que no hay razón para que los niños crezcan como personas violentas’ porque hay miles de caminos para prevenir los actos de violencia entre los menores.

“Nosotros (los profesionales de la salud) pensamos que la violencia es una conducta que se aprende, y así mismo como se aprende, se puede revertir –asevera la doctora Coleman-Miller-. Y para revertirla, tenemos que trabajar todos juntos. Porque la violencia que estamos viendo en los niños y adolescentes de nuestros tiempos, no son casos aislados que pertenecen a una familia o comunidad. Se trata de un malestar de violencia que se está tomando a los jóvenes de hoy, de un mal que debe ser tratado como un caso de salud social que nos atañe a todos”.

La violencia genera violencia

Por su parte, la antropóloga Armida Ayala (investigadora principal en un estudio que está realizando el Hospital de Niños de la Universidad del Sur de California [USC] para determinar los efectos de las armas y su uso por niños entre las edades de 11 y 18 años de edad), opina que los actos criminales que se están viendo entre los adolescentes y niños de hoy, tienen sus raíces en la saturada violencia diaria a la que están expuestos los menores.

“Los niños –asegura la doctora Ayala– están recibiendo el mensaje de violencia por todas partes. Experimentan la violencia doméstica o el abuso sexual en sus hogares (como señaló anteriormente la doctora Coleman-Miller) o ven a diario los actos de violencia que están ocurriendo en los andenes o calles de sus barrios. Y, personalmente, veo que la violencia en el hogar y los barrios influye más en la actitud de los menores que la violencia que ven en la televisión. Y mi perspectiva se basa en las evaluaciones sicológicas que se les ha hecho a los menores que han protagonizado los últimos asesinatos múltiples en las escuelas.

“Pienso también que como sociedad hemos marginado a ciertos grupos, incluyendo entre estos a los jóvenes. Y creo que los jóvenes nos señalan los síntomas de las cosas erróneas que están ocurriendo con los adultos. Si analizamos la sociedad en general, o las legislaciones que están saliendo (particularmente aquellas que conciernen a las armas), vemos que no se están desarrollando con objetivo de proteger a los niños. ¿Cómo podemos describir a una sociedad que invierte millones de dólares para construir cárceles y apresar a los jóvenes, a sabiendas de que ésta no es la solución? ¿Por qué no se invierte más en educación, en los programas preventivos o actividades recreacionales que prevendrían las actividades criminales juveniles?

“Si nos sentamos a analizar estos puntos, veremos que algo anda mal en las instituciones de nuestra sociedad. Necesitamos crear un sistema de valores que nos enseñe cómo cuidar de nuestros niños, ancianos y necesitados. Y para esto, tenemos que desarrollar programas a todos los niveles, en las iglesias, comunidades base y escuelas, para que unidos reduzcamos el stress social que actualmente está oprimiendo a los niños y a la juventud.

Muchas armas en las calles

De acuerdo al doctor Michael Rodríguez, director asociado del Pacific Center for Violence Prevention, con sede en San Francisco, California, el problema de la violencia en los niños y adolescentes de hoy está provocada, en gran parte, por el fácil acceso que tiene la juventud a las armas de fuego. “Particularmente en el Sur de California, –afirma Rodríguez–, donde se produce un gran porcentaje de las pistolas que se fabrican en los Estados Unidos. Los muchachos pueden comprarlas muy fácil y a precios muy baratos.

“Después de varios años de estudios y análisis sobre el problema, hemos comprobado que los jóvenes tienen más probabilidad de encontrar la muerte cuando portan armas. Y si no son asesinados, quedan con serias lesiones que los dejan completamente paralíticos o parapléjicos. Estos, sin contar los efectos sicológicos que quedan en ellos y en los niños y otros adolescentes que fueron testigos del incidente.

“La violencia juvenil generada por las armas de fuego no es algo nuevo. Por años ha venido diezmando a los adolescentes de los barrios minoritarios, particularmente en las áreas pobres. Pero, hasta ahora, que los casos se están presentado en otras comunidades de clase media o de blancos, se le está poniendo la atención que exige: ser tratada como un problema social que tiene sus efectos en la salud poblacional. Sobre todo en estos días, donde los niños tienen a su alcance armas de alto calibre o semi-automáticas, con las que en pocos segundos pueden disparar varios tiros a la vez, dejando numerosas víctimas.

“Ya sea porque los adultos practican la caza, creen en su supuesto derecho constitucional de cargar armas, o simplemente gustan de coleccionar pistolas, rifles u otras armas de fuego. Los niños no cuentan con el criterio para sostener un arma en sus manos. ¡Las armas son peligrosas, punto! Son como sostener en las manos una granada que ya ha sido activada. Es por eso que se dice que ‘las armas son elaboradas por los hombres, pero cargadas por el diablo’”.

Identificando a un menor que puede llegar a cometer un acto de violencia

Según nos señala la doctora Beverly Coleman-Miller, los padres de familia, maestros y otras personas que cuidan o supervisan a los menores, son quienes pueden inicialmente identificar las intenciones violentas de un menor. La señal más notoria se da en el cambio de actitud de éste.

Otras señales pueden estar dadas por el cambio de grupo de amiguitos y las actividades que realizan; o su estado solitario, pensativo o callado.

Es también importante escuchar cómo se están comunicando los niños. Qué palabras de odio o agresión usan en sus conversaciones, y los actos de violencia que expresan desean cometer.

Ver si el menor se siente inclinado o fascinado con los actos de violencia. Y observar muy de cerca su intención de hacer daño a la gente.

Por otro lado, los padres deben observar cuidadosamente si su hijo es un niño problema y el porqué. Y después de identificar el problema del menor, llevarlo a los consejeros y usar todos los recursos comunitarios que se están ofreciendo actualmente en casi todas las comunidades. O sea, acudir a las iglesias, organizaciones de base e instituciones comunitarias que ofrecen programas de consejería. VN

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