‘AMORIS LAETITIA’: LAS FAMILIAS FUERTES SON LA BASE DE LA SOCIEDAD

Por GRAZIE CHRISTIE PONZO

Recientemente celebramos el Día de la Hispanidad en la escuela parroquial de mis hijos. Todos, excepto un puñado de niños y profesores de la escuela, son latinos. Se celebró con una Misa, y los estudiantes de tercer grado integraban el coro, vestidos con trajes típicos de su país de origen y cantando en perfecto español.

El sacerdote, por cierto de Nicaragua, ofreció la homilía en español e inglés, para asegurarse de que todo el mundo entendiera. Él nos recordó que ser hispano en este acogedor país significa ser embajador de una cultura hermosa, cálida, fiel, generosa; de un pueblo de fiesta y canción, de puertas y corazones abiertos.

La familia es fundamental en la cultura latina. Para nosotros, una familia significa el tierno respeto a nuestros mayores, la obediencia a los padres, el entusiasmo por los bebés (hasta cuando son inesperados) y una necesidad de vivir en los “zapatos de los demás”. Cuando un adolescente latino va a la universidad, los padres entran en duelo y viven aguardando el día del regreso de ese ser amado.

El matrimonio a temprana edad es motivo de celebración, porque entonces los jóvenes están seguros. La llegada de un primer nieto no es principalmente una señal de envejecimiento, sino la oportunidad de volver a vivir alegremente la primera sonrisa o diente de Carlito, esta vez sin las noches de insomnio. La familia es también lo más certero en un mundo incierto; un bastión contra la miseria y la soledad.

Me entristece decir que, aunque la familia es nuestra fortaleza cultural, la latina tiene las mismas tensiones que las demás y está mostrando señales dañinas. Vivir juntos en lugar de casarse, divorciarse cuando ya no nos sentimos “satisfechos”, fracasar al darle la bienvenida a los niños como promesas de esperanza y fe – todas estas tendencias son signos preocupantes.

Estamos infectados por la cultura general de “usar y tirar” que ya no puede apreciar más la dignidad y belleza de un compromiso para toda la vida y entender sus beneficios para la pareja, sus hijos y la sociedad en general. En lugar de ver los lazos del matrimonio y la familia como una forma de crear un espacio seguro e indestructible, donde sus miembros pueden florecer, esos lazos son vistos como una restricción a la libertad personal.

El Papa Francisco, que es latino, entiende perfectamente la importancia de la familia. Su reciente exhortación apostólica “Amoris Laetitia” (“Alegría del Amor”), está inspirada en la verdad cristiana de que la familia es alegría: una fuente de comodidad duradera, gratificación y paz, donde vivimos acompañados y llenos de amor. Y la familia no es sólo un grupo de personas que se aman y viven en la misma casa; la familia es la célula básica de la sociedad, la fuente de la próxima generación, el refugio tierno de los vulnerables, la maestra y transmisora de virtudes. Las familias fuertes – donde los cónyuges son permanentemente fieles uno al otro, que dan la bienvenida con alegría a los niños y hacen todo lo posible por educarlos y formarlos- son la base de la sociedad, una fundación sólida para todo lo que es bueno y hermoso.

Nuestro pastor hizo eco de los sentimientos del Papa Francisco, diciéndonos que mantuviéramos a nuestras familias unidas y a nuestros matrimonios fieles – y que nos volcáramos en Dios para recibir su abundante ayuda en este gran proyecto. Después de todo, el matrimonio es una vocación como el sacerdocio, la cual nos llama a una entrega heroica que no podríamos alcanzar sin las gracias que el Señor nos da tan libremente.

El Padre Juan Carlos también nos recordó que era nuestro privilegio y deber honrar y fortalecer a Estados Unidos con nuestras amorosas familias, y criar a los niños a que enorgullezcan este país. Al final de la Misa entonamos “God Bless America” (Dios bendiga América), mientras se transportaba la imagen de la Virgen de Guadalupe por el pasillo – y cantamos con todo nuestro corazón. VN

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