
AL ANTCZAK: “UN VERDADERO CABALLERO QUE RESPETABA A LOS DEMÁS”
Monseñor Francis J. Weber es el encargado del archivo de la Arquidiócesis de los Ángeles; también fue el autor de “La Herencia Católica de California” en The Tidings durante 33 años, incluyendo todos los 16 años de Al Antczak como editor.
Ocasionalmente, muy ocasionalmente, una persona se mueve en el centro del escenario del viejo planeta Tierra personificando no una, sino todas las virtudes asociadas con un verdadero hombre de Dios. En mi larga vida he conocido innumerables personas, he leído sobre cientos de otras y he escrito acerca de muchas más, pero Al Antczak sigue siendo la única a quien rezo para y no por.
Hay mucho en el linaje de Al que es edificante para aquellos de nosotros que quedamos atrás hoy.
Él nació el 3 de agosto de 1922, de Frank y Adela (García) Antczak. Frank, originario de Pozoan, Polonia, vino a los Estados Unidos vía Ellis Island. Adela, que tuvo que dejar su hogar en el centro de México a causa del movimiento revolucionario, caminó a lo largo del Río Grande con sus padres, hermanos y hermanas. Un primo de ella es hoy el médico del pueblo en Jesús María, su lugar de nacimiento, en Aguascalientes.
El joven Alfonso asistió a la escuela Asunción, en el corredor polaco de Detroit, una institución operada por las Hermanas Felicianas. En 1931, el futuro editor fue traído a Los Ángeles, y se instaló en la parroquia de San Antonio de Papua, en Boyle Hights. Su Pastor fue Mons. Leroy Callahan, quien hizo un trabajo excepcional en las crecientes parroquias mexicanas del este.
Después de graduarse de Loyola High School, Al se registró en una especialización en inglés en la Universidad de Loyola. Ahí se convirtió en un protegido del legendario Padre Vincent Lloyd-Russel. Al se unió al personal de The Loyolan y sirvió dos veces como editor de ese periódico del Colegio, antes y después de la Segunda Guerra Mundial.
En 1943, Al se enlistó en la Fuerza Aérea del ejército de los Estados Unidos, primero como cadete y después como operador de radio. Él estuvo en el servicio con la Guardia Costera por un tiempo para aprender LORAN, que era entonces un sistema secreto de navegación.
A su regreso a Loyola, después de la guerra, Al volvió a escribir para The Loyolan. Mons. Thomas McCarthy, editor de The Tidings, quedó muy impresionado de varios de los artículos de Al sobre experiencias de guerra en la India y China, y le ofreció un puesto con el periódico arquidiocesano.
El lunes, después de su graduación, a Al se le asignó a un escritorio en The Tidings, que entonces estaba en las calles Jefferson y Figueroa. Desde enero de 1947, el pie de imprenta de Alphonse Antczak estuvo en no menos de 2,200 números semanales de The Tidings.
Durante el transcurso de 42 años, Al fue testigo y escribió sobre muchísimos tópicos, yendo desde la Arquidiócesis de Los Ángeles, incluyendo las cinco grandes migraciones del oeste, los europeos desplazados (a fines de los años 40), las personas del este (en los años 50), los refugiados cubanos (1959), las gentes de Asia que llegaron en bote (a mediados de los años 70) y los centroamericanos (en los años 80). Él se movía entre estas nuevas poblaciones como amigo, defensor y cronista.
En agosto de 1973, Al Antczak llegó a ser el editor número 16 de The Tidings. Durante los siguientes 16 años, él continuó expandiendo la cobertura del periódico más antiguo de California. Entre los muchos premios que The Tidings ganó por sus reportajes, editoriales y diseño durante los años de Antczak, ninguno agradó al editor más que el que recibió por el apoyo editorial del periódico a los trabajadores agrícolas de Rancho Sespe, en el condado de Ventura.
Durante esos agitados años, Al y su esposa Helen vivieron tranquilamente en una modesta casa a la sombra de la misión de San Gabriel. Entre sus ocho PIMA hijos (polacos, irlandeses, México-americanos), están la Hermana Mary Catherine, Helen (Sánchez), Margaret Antczak, Teresa (White), Alphonse (Jr), Thomas, John y Joseph.
Aunque él probablemente escribió más historias, editó más comunicados y cubrió más eventos que ningún empleado en los más de 100 años de historia de The Tidings, Al no fue un visionario de torre de marfil. El periódico en esos días era laboriosamente impreso por prensas de copiado y semanalmente llevado para su diseño a Compton. Su máquina de escribir manual califica para la Institución Smithsonian, junto con su viejo automóvil, que rodó cerca de 300,000 millas antes de colapsarse en un charco de aceite en la entrada de la casa de la familia.
Durante cuatro arzobispados, Alphonse Antczak fue un testigo principal y un fiel cronista de la vida de la Iglesia en el Sur de California. Él verbalizó su papel como el reportero de los trabajos del pueblo de Dios viviendo su destino espiritual en el siglo 20. En 1989, después de 42 años, Alphonse Antczak escribió el tradicional “30” en su último editorial para The Tidings, para concluir una larga y distinguida carrera en el servicio público a la Iglesia.
Hay muchos aspectos en la vida de Al que son importantes de imitar por aquellos de nosotros que todavía vamos en el camino a la vida eterna. El más importante para mí es este: Nadie ha tenido nunca puntos de vista más firmes que Al Antczak sobre los actuales puntos álgidos en la sociedad moderna.
Él nunca subestimó los puntos de vista opuestos, ni se mofó de los que tenían motivos para disentir, ni impugnó sus extravagantes opiniones. Él fue un verdadero caballero que respetaba a los demás, no obstante lo mal informados que ellos pudieran estar.
Otra de las características notables de Al, era su habilidad para motivar y dirigir a aquéllos que compartían con él el ministerio de la palabra escrita, siempre con un encanto amable pero informativo. Él usaba un largo bastón, pero rara vez golpeaba con él.
Ustedes recordarán que los cuatro evangelistas fueron los primero en proclamar las “Alegres Noticias” a un mundo expectante. Al fue un evangelista de Dios en el siglo 20, usando el Tidings como el instrumento de su boca para llevar las buenas nuevas a los católicos del sur de California. VN
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