ABANDONÓ SU CARRERA DE INGENIERO QUÍMICO POR EL SACERDOCIO

Pese a la oposición paterna, el padre Arturo Corral Nevárez encontró la felicidad siguiendo la llamada del Señor

El monaguillo Arturo admiraba a los sacerdotes de Carreras, estado de Durango, México, de modo que al ser invitado a ir al seminario, no se lo pensó dos veces. Después de estudiar la preparatoria, se retiró del seminario, hizo una carrera técnica que ejerció por varios años hasta que, a los 27 años de edad, regresó a los estudios para ser sacerdote y fue ordenado en 1998 en Mexicali, Baja California, México.

Arturo nació en Carreras en una familia católica practicante formada por José Corral y Ascensión Nevárez y sus cuatro hijos, tres varones y una mujer. Arturo fue el menor. Todos sus hermanos trabajaron e hicieron su vida en Estados Unidos hasta regresar a México. Sus padres estuvieron casados 74 años.

La familia, pues, vivía su fe y, como prueba, el padre Corral señala a VIDA NUEVA que tiene un primo sacerdote, José Margarito Corral, quien ejerció el apostolado en Toledo, Ohio, y actualmente en Santa Rosa, California.

En cuanto a los estudios, el padre narra que hizo la primaria en Carreras y la secundaria y preparatoria en el seminario menor de Durango. Posteriormente continuó estudiando en el Instituto Tecnológico de Durango donde se recibió de ingeniero químico industrial, profesión que cultivó por varios años en Durango y en el extranjero.

VOCACIÓN SACERDOTAL

Desde pequeño quería ser sacerdote y sus padres estuvieron encantados cuando, invitado por el señor Obispo de Durango, se fue al seminario menor de la diócesis. Para él, “el seminario era como una prolongación de la vida espiritual que llevaba en mi pueblo como parte de la vida cristiana. Era muy natural, pero resultó ser un paso muy duro, sobre todo los primeros meses, por la añoranza de sus padres y hermanos. Hasta entonces no sabía qué era la separación de la familia”.

Tras abandonar el seminario y recibirse de ingeniero industrial químico, trabajó en importantes compañías del ramo que incluso lo enviaron a Finlandia y Suecia como parte del entrenamiento para el futuro prometedor que tenía ante sí y que enfrentaba entusiasmado. Sólo que volvió a sentir la llamada de algo o alguien a quien, entonces, no sabía identificar y que lo empujaba en otra dirección.

“No sabía qué hacer. A los 27 años de edad pasé unos momentos terribles sobre qué camino debía seguir, si continuar como ingeniero, o tirar para otra parte. No encontraba satisfacción plena en mis quehaceres”. Rezó mucho, dice, consultó a un padre de la Congregación del Espíritu Santo, quien incluso le sugirió que entrara en su congregación.

OPOSICIÓN PATERNA

En esos meses de búsqueda dolorosa, después de Europa, se encontró con la sorpresa de que su padre no quería que fuera sacerdote. “No lo aceptó bien, empezó a comparar carreras y, para él, ésa -la del sacerdocio- era como tirar por tierra toda su vida, sus estudios y su carrera anteriores”.

Incluso fue a casa para ver a su padre y explicarle por qué había decidido ingresar en la Congregación de los Misionaros Combonianos, institución religiosa que sus padres conocían por la revista que les llegaba todos los meses por correo. La discusión padre-hijo sobre el particular, dice ahora el padre Corral, fue muy dura, durísima, pero la decisión estaba tomada. Su madre, en cambio, fue más comprensiva y poco después se sintió “orgullosa” por el rumbo que había seguido su hijo menor. Para el padre, la decisión del hijo le rompía los esquemas que él tenía para la felicidad de su retoño.

A los 27 años de edad ingresó en el Seminario de los Combonianos. De ahí en adelante su vida fue bastante movida. Primero lo enviaron a estudiar Filosofía en la Universidad Pontificia de la Ciudad de México. A continuación, hizo el noviciado durante de dos años en Zaguayo, Michoacán, y Teología en la Leopold-Innsbruck Universität de Viena, Austria, donde literalmente “sufrió” el aprendizaje del idioma alemán. Incluso entonces, cuando contaba a su casa lo duro que le resultaba aprender ese idioma, su padre volvía a la carga y le invitaba a regresar a casa donde no le faltaría nada. El hijo, sin embargo, se mantuvo firme en su decisión de entregarse a Dios y a los demás como sacerdote misionero comboniano.

CAMBIO DE RUTA Y MISIÓN

Al regresar de Austria, se llevó una sorpresa cuando los líderes combonianos le indicaron que su ruta espiritual no estaba en la congregación sino en el ministerio como sacerdote diocesano.

Por eso motivo se puso en contacto con el Obispo de Mexicali, Baja California, Monseñor Isidro Herrero Macías, quien le ordenó sacerdote el 26 de diciembre de 1998 rodeado de toda su familia “de acá y de allá” -más de 600 familiares en Los Ángeles- y cantó su primera misa para sus paisanos de Carreras, “un pueblo donde todo el mundo conoce a todo el mundo”. En este sentido, cuenta como cosa curiosa, se dio la casualidad de que el Cardenal Arzobispo de México, Mons. Norberto Rivera, es paisano suyo y por ello lo había ordenado de diácono en su comunidad, donde el cardenal pasaba cada año unos días de descanso.

Inmediatamente después de la ordenación sacerdotal, recibió la misión de dirigir la pastoral social de su diócesis: cuestiones de emigración, trabajo, etc., el equivalente angelino de Comité de Justicia y Paz, primero desde su parroquia de Santa María de Gracia y, luego, de San José Obrero de Mexicali. Diez años en total. Su labor incluía el reparto de alimentos, dispensario médico y talleres de formación para la ciudadanía, derechos humanos, etc. Posteriormente tuvo la responsabilidad de la pastoral social en todo el noroeste de México.

El padre Corral recuerda ese ministerio con cariño y satisfacción plena. “Mi trabajo entre los pobres lo llenaba plenamente porque atendiendo al pobre a uno no le falta nada, ya que eso es vivir de la Providencia y Dios es Padre que acude a las necesidades de sus hijos” VN.

A LOS ÁNGELES

Si bien su trabajo en Mexicali le consumía todas las horas del día y lo hacía feliz, sentía que “debía crecer, experimentar la estructura de la Iglesia de otra manera. Necesitaba crecer”. Por esa razón dio el paso de incorporarse a la Arquidiócesis de Los Ángeles.

En estos momentos es administrador de la Parroquia de Santo Tomás, ubicada en la pequeña Centroamérica de la ciudad. La parroquia, dice, tiene 11 mil familias registradas y unas 7 mil personas van a misa todos los domingos, más de mil por misa. La inmensa mayoría de sus fieles son inmigrantes, campo en el cual ha trabajado intensamente durante todo su ministerio y ha tratado de hacer comprender a los cristianos que el inmigrante es un hermano al que se debe recibir con los brazos abiertos.

“Santo Tomás es una bendición, porque hay muchos ministerios en los que participan cientos de personas comprometidas con su fe y con la misión de evangelizar y eso le hace a uno mucho bien”, explica el padre.

Por estar situada donde está, en la pequeña Centroamérica, la Parroquia de Santo Tomás Apóstol tiene una variedad cultural extraordinaria, donde todos saben darse la mano para proclamar una sola fe.

“La riqueza de los apostolados hace que un sacerdote esté bendecido, no sólo en su fe, sino porque las muchas expresiones de fe le hacen a uno caminar”, dice reflexionando sobre su sacerdocio “que es una vida plena”.

CONSEJOS A JÓVENES

A la pregunta de qué consejos daría a algún joven que quiera ser sacerdote, el padre Arturo Corral responde con contundencia:

“Primero, esa vocación vale la pena. Segundo -les diría- atrévanse a vivir esta experiencia preciosa. Si sienten que son llamados, láncense, no pongan peros, no traicionen lo que llevan en el corazón”.

“Les diría -agrega- que ser sacerdote es algo muy actual, es un regalo, que se acerquen, que vean al sacerdote como amigo, cercano. Y que busquen siempre un director espiritual”.

Por otro lado, dice, todos, pero sobre todos quienes crean sentir el llamado de Dios a la vida sacerdotal o religiosa, “deben dedicar tiempo a meditar y hacer oración a Dios, tener un corazón solidario para ayudar a quienes más lo necesiten, ser felices y estar en diálogo con quienes conforman su comunidad”.

A propósito de las vocaciones de los hijos o hijas, el padre Arturo Corral se dirige a los padres de los chicos para pedirles que “ya sea que sus hijos quieran ser sacerdotes, ingenieros, músicos o lo que sea, apoyen siempre a sus hijos en lo que ellos decidan, en lo que ellos quieran ser/hacer, para ayudarles a descubrir lo que ellos llevan dentro”.

Y acaba la entrevista exhortando a todos a orar: “Uno de los factores más fuertes de mi vida es la constancia y el tiempo que hay que dedicar a la oración. Cuando uno reza, sube su escala de valores y sabe que Dios está cerca, siente que es padre”. VN

PREGUNTITAS

• ¿QUÉ COMIDA LE GUSTA?- “Me gustan mucho las enchiladas con queso ranchero mexicano, las cremas -de brócoli, calabaza-, todas, sin olvidar los tacos”.

• ¿SABE COCINAR?- “Sí, soy muy bueno para los chiles rellenos”.

• ¿QUÉ IDIOMAS HABLA? -“Español, alemán, inglés”.

• ¿QUÉ DEPORTES PRACTICA?- “La natación y correr. Corro casi todos los días”.

• ¿QUÉ HACE EN SUS DÍAS LIBRES?- “Los jueves. Esos días alargo el tiempo dedicado a la oración y las horas del deporte; voy al cine, de compras; paso tiempo con amigos o familiares y dedico tiempo a la casa, pues me gusta tenerla bien limpia y ordenada”.

• ¿CÓMO LE GUSTARÍA SER RECORDADO? – “Como persona con actitud positiva siempre, con esperanza, muy soñador, a quien le gusta estudiar y disfrutar el momento que vive”.

ST. THOMAS PARISH
(Parroquia de Santo Tomás Apóstol)
2727 w. Pico Blvd.
Los Ángeles, CA 90006
(323) 737-3325

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