EL PADRE PEDRO LÓPEZ ENCONTRÓ UNA CARRERA NO PARA CUIDAR DEL CUERPO, SINO DEL ALMA

El ministerio de este sacerdote es circular: empezó como diácono en San Pío X y, tras pasar por otras Iglesias, ha vuelto al principio, como párroco de la Iglesia donde cumplió su primera misión

Pedro López Jiménez o Jiménez López (aquí en Estados Unidos hay una confusión con el segundo apellido) nació en la ciudad de Ventura en el seno de una familia católica procedente de Jalisco, México. Pedro es el mayor de los cuatro hijos de la familia López, dos de ellos ya han fallecido.

“Para la primaria fui a la escuela parroquial de la misión de San Buenaventura, Holy Cross. Ahí estuve hasta el octavo grado“, relata a VIDA NUEVA el padre López.

“Cuando estaba por el sexto grado empecé a oír hablar de la posibilidad de ir al Seminario, había uno en San Fernando, diocesano. Pero también uno de mis compañeros de grado tenía un hermano que era salesiano. Un día, a instancias de una maestra, una religiosa, el hermano de mi compañero vino a hablar con nosotros de su vocación como religioso. Nosotros teníamos la curiosidad, siempre habíamos conocido a las religiosas, pero no a un hombre religioso. Fue y habló con nosotros y nos invitó a un retiro donde se nos iba a hablar más detalladamente de lo que es una vocación tanto a la vida religiosa como al sacerdocio”.

Ya en el séptimo grado Pedro tomó la decisión de ir a esos retiros acompañado de su mejor amigo, quien finalmente se arrepintió y no hizo la solicitud. “En ese momento me sentí un poco solo, pero procedí con entregar la solicitud y fui aceptado”.

FAMILIA Y ESTUDIOS

Debido a su participación en el retiro, los padres de Pedro ya sabían que estaba considerando seguir estudios religiosos, pero su preocupación no era que su hijo dedicara su vida a Dios, sino cómo iban a enfrentar los gastos pues imaginaban que se necesitaba mucho dinero para ello.

“Al estar en la escuela de la parroquia fue posible porque nos ayudaron con una beca. Mi mamá no sabía cómo iba a hacer y fue a hablar con el párroco, y éste le dijo: ‘No te preocupes, que si es por cuestión de dinero, a nadie se le va a negar el estudio en el Seminario y aquí en la parroquia le podemos ayudar y podemos buscar otros medios para que alcance a pagar la educación’. Con eso mi mamá quedó más tranquila”, cuenta el padre.

Los estudios secundarios los llevó a cabo en el Seminario General (Minor Seminary), en San Fernando, que llevaba el nombre de Our Lady Queen of Angels. El lugar lo ocupa ahora la escuela católica Alemany, que se trasladó a la propiedad que ocupaba el Seminario.

“Teníamos dirección espiritual, había retiros y días de reflexión, se trataba de fomentar el crecimiento de la fe, teníamos oraciones devocionales, cosas así para que tanto en la oración comunitaria como en la oración personal tuviéramos esa comunicación con el Señor y en ese diálogo espiritual hubiera más claridad de lo que era la voluntad de Dios con nosotros. Ese discernimiento no era sólo para pensar en el sacerdocio, también era para sentir a qué el Señor nos estaba llamando y cómo dar pasos en caminos que nos llevaran donde el Señor nos llamaba”.

“Cuando iba en el tercer año recibí una carta de un legislador, que quería patrocinarme para ir a una de las academias militares, entonces se me abrió esa posibilidad. Yo nunca había pensado en hacer eso, en seguir una vida militar, pero era una gran oportunidad. Llegaron cartas parecidas no sólo de legisladores sino también de institutos y otras asociaciones invitando a los que eran mis compañeros de escuela en el Seminario a prepararse y seguir una carrera. El Seminario era reconocido como excelente en el programa académico. Todos los que se graduaban eran aceptados a la universidad a la que postularan. El patrocinio cubría todos los gastos, pero también reuní los requisitos para una beca del estado con la que podía escoger una universidad aquí en California para continuar mis estudios. Se me abrieron muchas posibilidades y consideré mucho seguir una carrera como médico porque siempre me había interesado lo que somos como humanos y cómo funciona el cuerpo, pero dije: ‘Como ya he dado el paso al sacerdocio y no había pensado muy fuerte en alguna de esas posibilidades, voy a dar el siguiente paso: seguir en el Seminario y, si no me gusta, pues no se me van a cerrar estas puertas’. Así que continué mis estudios de seminarista en San Juan, Camarillo. Sí me gustó”.

ESTUDIOS

“Los estudios me gustaron, pero también estando en el colegio terminé un poco temprano el estudio y el último año, para poder mantener el estatus de alumno pues tenía que tomar el mínimo de ocho unidades, tuve la posibilidad de ir a hacer estudios fuera y así lo hice, fui a un Community College donde hice estudios de fotografía”.

“Me ha gustado siempre la fotografía. Me sirvió mucho, pues con esos estudios me convertí en el fotógrafo del Seminario que en ese entonces se necesitaba entre los seminaristas pues era antes del tiempo de las cámaras digitales. Tomábamos fotos para archivar los eventos del año, del grupo, de las graduaciones, ordenaciones, etc. También me sirvió entre mis amistades pues sabían que era seminarista y me llamaban a que fuera a fotografiar sus bodas, bautizos, etc., y de paso servía para que entrara un poco de dinero pues yo no tenía otros recursos”.

“En verdad, la vida del sacerdote lo lleva a uno a tratar con la gente en muchos niveles y en muchos aspectos de la vida. También en ese tiempo se me dificultó algo: Yo sabía que si era sacerdote tenía que servir al pueblo latino, y en el Seminario en ese tiempo la preparación en español era muy inadecuada. Entonces cuando iba a México a visitar a mi familia, me la pasaba en las librerías escogiendo todos los materiales que pudiera encontrar de Teología y otros temas que pudiera aprovechar y me sirvieran para aprender el vocabulario y para poder educarme en esa materia en español. Tuve que luchar para que me permitieran ir al Centro Cultural de Estudios Mexicoamericanos de San Antonio, Texas, (hoy universidad); les dije que era necesario para hacer una reflexión teológica sobre la cultura. Todo lo que sé no le puede ayudar a los demás si no les puedo ayudar a entender dónde se encuentra Dios en todo esto, cómo el Señor está obrando por medio de esa cultura para llamar a nuestro pueblo y cómo el Evangelio se proclama en esa cultura. Por fin conseguí que me dieran el permiso y que me pagaran los gastos. Estuve en un curso de seis semanas en español en un 90 por ciento. El español es mi primer idioma, el inglés lo aprendí cuando comencé a ir a kínder. Le doy gracias a mi mamá porque nos enseñó a mí y a mis hermanos a leer y a escribir en español”, relata.

Tras completar los estudios del Seminario fue ordenado diácono en 1980 y, de casualidad, su tiempo de servicio como diácono lo sirvió en la misma parroquia donde ahora es párroco. Pasó allí tres meses, luego regresó al Seminario para un semestre final y el último semestre lo hizo en una parroquia. Este segundo turno lo cumplió en la parroquia de la Natividad, en El Monte. “También de casualidad mi primer turno de párroco fue en esa parroquia, el Señor me tiene dando vueltas completando el círculo”.

El 6 de junio de 1981 fui ordenado sacerdote en la Catedral de Santa Vibiana, en Los Ángeles”.
A su ordenación acudieron su madre y hermanos, su padre había fallecido dos años después de su ingreso al Seminario.

DEL CAMPO A LA CIUDAD

Una vez ordenado, su primera misión como sacerdote lo llevaría al campo, a conocer a gente con grandes necesidades espirituales, pero con una gran fe.

Santa María Magdalena recibió al padre Pedro López en un lugar bastante familiar a tan sólo dos millas del Seminario. Esta parroquia entonces era angloamericana y latina. “Fue muy interesante porque Camarillo es una ciudad que en aquel tiempo no era tan grande como hoy y también eran muy importante los ranchos que había alrededor y por ello había muchos latinos que trabajaban en el campo. No sé cuánto tiempo había pasado desde que había habido otro sacerdote mexicano o mexicoamericano que pudiera servir en español a esa comunidad. El primer domingo después de la primera Misa que celebré, y que terminó como a las 12 y media, me quedé hasta las 6 de la tarde confesando a las personas que hacía meses o años no se habían confesado, y pasó lo mismo por cuatro semanas consecutivas. Era tanta la necesidad espiritual. Después me invitaban a que fuera a sus ranchos para conocer a la gente y para ayudarles en otras necesidades espirituales”.

“Bendito sea Dios que con el fervor de recién ordenado le daba con ganas al trabajo. La experiencia fue maravillosa y algo que me gustó mucho es que tuve oportunidad de trabajar con los jóvenes, que constituían un grupo grande. En ese tiempo la preparación para la Confirmación comenzaba en el séptimo y octavo grados y trabajando con esos jóvenes podía uno motivarlos a continuar cuando ya entraban a la secundaria, cuando se podían enfriar en la fe. Tenían un programa excelente de Ministerio para los Jóvenes. Yo me involucré mucho en el trabajo con ellos. Aún conservo amistad con muchos de ellos”, relata.

LATINOS DIFERENTES

En esta parroquia estuvo cuatro años, para 1985 lo cambiaron a la parroquia de San Agustín, en Culver City. “Me recibieron bastante bien, sí había diferencia con la otra comunidad, sobre todo en que la comunidad de habla hispana ya no era mexicana, era de toda América Latina. Por primera vez conocí a personas de varios lugares. Tuve que adaptarme a la diferencia de culturas. Entre ellos mismos no había una unidad, una cooperación, por las historias de los pueblos y de los grupos que había en la parroquia. Cuando conversé con el párroco sobre la situación de la parroquia, me encomendó que hiciera lo posible por tratar de integrar a la comunidad latina debido a la división y desacuerdo que existía. Se me prendió el foco y pensé qué había en común además de ser católicos, pues era la devoción y amor a la Virgen María. Busqué cómo podíamos hacer una fiesta donde todos se sintieran acogidos y pudieran aportar algo de esa devoción y tradición de su pueblo. Para el 8 de septiembre, fiesta del nacimiento de María, pensé reunirnos todos a festejar ese día a la Virgen de la Caridad del Cobre, que celebran los cubanos. Todos trajeron su bandera y presentaron trajes típicos y comida. Se armó una gran fiesta y comenzó a derretirse esa frialdad y empezaron a cooperar. Desde ahí hubo mejor comunicación y cooperación”, dice.

Tras seis años en Culver City, hasta 1991, a poco de finalizar su labor en San Agustín recibió una carta que el Arzobispo envió a todos los sacerdotes notificándoles de la oportunidad de hacer estudios en Liturgia. Para ser uno de los dos escogidos, debían presentar una solicitud y pasar una entrevista en la Oficina del Culto Divino.

“Me alegré porque algo importante para los pueblos y cultura de los pueblos era entender mejor y participar en la acción litúrgica de la Iglesia con el sabor de la cultura del pueblo. Muchas veces la forma en que se celebraba la Misa en algunas de las parroquias destruía mucho lo cultural. No se permitía traer a la Iglesia la cultura del pueblo. Y yo, para hacerlo bien y para que ser más efectivo, necesitaba los estudios para no equivocarme y hacer daño. Seguí los estudios durante cuatro veranos en la Universidad de Notre Dame, en Indiana”. A esta labor se agregó su trabajo simultáneo en la Oficina del Culto Divino y como vicario en la parroquia de San Alfonso, en el Este de Los Ángeles. Su paso por esta parroquia fue corto, menos de un año, pero su siguiente misión lo llevó durante doce años a la parroquia de la Natividad, donde fue párroco, pero sin dejar la Oficina del Culto Divino ni sus estudios de Liturgia.

“En la Natividad había hispanos, anglosajones, filipinos y vietnamitas, una situación muy diferente y muy interesante para mí por ver cómo aplicar los estudios que había seguido. Después vine aquí a la parroquia de Pío X, donde ahora estoy, otro ambiente multicultural”, señala.

JÓVENES Y SACERDOCIO

Ante las tentaciones muchos jóvenes pueden pensar que la vida del sacerdote puede ser aburrida, pero el padre López es buen ejemplo de todo lo contrario. No sólo se trata de celebrar Misas y confesiones, la labor es muy profunda, pues trata con cuerpos y almas.

“Si bien es cierto que se celebran esos momentos en la vida de la persona, también es cierto que en la preparación para esas celebraciones como en la vida que uno tiene en la comunidad, uno va conociendo a la gente y se va encariñando con ella y esto lo va llamando a ayudar, a cuidar de ellos, de todo lo que es importante para la persona: si hay un enfermo uno puede ir a visitarlo, no nada más a ungirlo, sino a estar con él, escucharlo, ayudarlo con su preocupación de cómo cuidar de la familia. Uno va sirviendo como instrumento del Señor para cuidar de esa persona, pero también para ayudar a otros miembros de la comunidad. También en la vida de los jóvenes -que como dije en mi primer destino me gustó mucho ese ministerio- se tiene la oportunidad de trabajar con la familia porque ahora ésta está muy dañada por el materialismo, por la tecnología que en vez de mejorar la comunicación hace que cada uno se encierre más en su mundo”.

“A mí por un tiempo me interesó ser médico, y sí encontré esa carrera pero no para cuidar del cuerpo, sino del alma”, concluye. VN

PREGUNTITAS
¿QUÉ COMIDA LE GUSTA?: “Me gusta de todo. Me encanta la comida”.

¿SABE COCINAR?: “Sí porque yo no me iba a morir de hambre. Hago algunos platos complicados, comida mexicana. Si encuentro algo que me llame más la atención, sí puedo prepararlo, ¬¿por qué no?”.

¬¬¿ALGÚN DEPORTE?: “Me limito a la pesca y a la caminata a las montañas”.

¿ESTÁ LEYENDO ALGÚN LIBRO?: “Así como para divertirme no. Ahora estamos por presentar la serie de videos Catolicismo, que también acompaña un libro y eso es lo que estoy leyendo ahorita”.

¿QUÉ IDIOMAS HABLA?: “Hablo inglés, español y un poquito de italiano”.

¿HAY ALGO QUE NO HAYA HECHO Y QUE LE GUSTARÍA HACER?: “Quizá escribir un libro, compartir algo de las experiencias que he tenido en la Iglesia de lo cultural, de la Liturgia, de cómo integrar esos elementos”.

¿QUÉ HACE EN SUS DÍAS LIBRES?: “Me gusta la pesca, entonces me voy a pescar en el mar o acá a uno de los lagos de aquí cerca”.

¿CÓMO LE GUSTARÍA QUE LO RECUERDEN?: “Que fue nuestro amigo y buen amigo del Señor”.

MENSAJE
“Si sienten la inquietud, el interés, el llamado (al sacerdocio), hay muchos que pueden ayudarles a lograrlo. No esperen que otros le digan: ‘Ven’. Si sienten ese llamado, háganlo saber, que muchas personas los van a apoyar”.

PADRE PEDRO LÓPEZ JIMÉNEZ
Iglesia Católica San Pío X
10827 Pioneer Blvd.
Santa Fe Springs
(562) 863-8734

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