LO QUE 12 GRANDES SANTOS REVELARON SOBRE EL FIN DE LOS TIEMPOS

LO QUE 12 GRANDES SANTOS REVELARON SOBRE EL FIN DE LOS TIEMPOS

Franz Georg Hermann el Joven (1692-1768), “El Juicio Final y el Cordero del Apocalipsis” | Crédito de la foto: Dominio público.

Por JOSEPH PRONECHEN

El cielo no nos deja sin esperanza ni ayuda en los últimos tiempos. Las Escrituras, los santos y las apariciones celestiales nos dan una dirección clara.

La última vez vimos un fragmento de la ominosa advertencia sobre la llegada del Anticristo y el fin de los tiempos. El Catecismo nos dice que la Iglesia, el Cuerpo Místico de Cristo, debe vivir la pasión como lo hizo Nuestro Señor.

Hemos visto cómo en 1976, en Estados Unidos, siendo todavía Cardenal Wojtyla, San Juan Pablo II advertía: “Está, pues, en el Plan de Dios, y debe ser una prueba que la Iglesia debe asumir y afrontar con valentía”.

En medio de esto, San Pío X observó en su encíclica E Supremi que “la victoria siempre estará con Dios… De esto estamos asegurados en los libros sagrados por Dios mismo…”.

Como conocemos el resultado, no hay razón para inquietarse cuando se manifiestan las señales. Dios no nos deja sin esperanza. ¿Acaso no nos dice Jesús: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, manténganse erguidos y con la frente en alto, porque su liberación está cerca” (Lucas 21,28)?

Los santos también han dado indicaciones sobre estos tiempos y cómo afrontarlos. Aquí les contamos lo que dicen algunos.

San Hipólito, Padre de la Iglesia, explicó claramente que quienes están absortos en los asuntos y las lujurias mundanas serán fácilmente engañados. Pero muchos que escuchan “las divinas Escrituras, las tienen en la mano y las recuerdan con entendimiento, escaparán de su impostura. Porque verán claramente, a través de su apariencia insidiosa, su engañosa impostura, y huirán de sus manos… buscarán al Amigo del hombre con lágrimas y un corazón contrito; y Él los librará… y con su diestra salvará de sus trampas a quienes con dignidad y justicia le suplican”.

En el siglo XIV, la mística Santa Brígida de Suecia dijo: “Antes de que llegue el Anticristo, los portales de la fe se abrirán a un gran número de paganos”.

De manera similar, en el siglo XIX, la Beata Anna Maria Taigi reveló: “Naciones enteras se unirán a la Iglesia poco antes del reinado del Anticristo… Habrá innumerables conversiones de herejes, que regresarán al seno de la Iglesia… Rusia, Inglaterra y China se unirán a la Iglesia…”. Hay esperanza.

¿Cómo podría suceder esto?

El Padre y Doctor de la Iglesia San Juan Damasceno enseñó que “Enoc y Elías serán enviados y ellos ‘volverán el corazón de los padres hacia los hijos’, es decir, volverán la sinagoga hacia nuestro Señor Jesucristo y hacia la predicación de los apóstoles”.

Tres siglos después, otra doctora, Santa Hildegarda de Bingen, coincidió. Explicó que Dios revelará a sus dos testigos, Enoc y Elías, “las acciones y la condición de los hombres para que los consideren con compasión. Gracias a esta preparación especial, estos dos santos hombres son más sabios que todos los sabios de la tierra juntos. Dios les encomendará la tarea de oponerse al anticristo y de traer de vuelta a quienes se han desviado del camino de la salvación”.

“Ambos hombres dirán a la gente: ‘Este maldito ha sido enviado por el diablo para extraviar a los hombres y llevarlos al error; hemos sido preservados por Dios en un lugar oculto donde no experimentamos los dolores de los hombres, pero ahora Dios nos ha enviado para combatir la herejía de este hijo de perdición’”.

“Irán a todas las ciudades y pueblos donde el Anticristo había difundido sus herejías y, por el poder del Espíritu Santo, realizarán milagros maravillosos que maravillarán a todas las naciones. Como en un banquete de bodas, los cristianos se precipitarán a la muerte por martirio, que el hijo de la perdición les habrá preparado en tal número que los asesinos ni siquiera podrán contar a los muertos; entonces, la sangre de estos mártires llenará los ríos”.

EL SAGRADO CORAZÓN HABLA

Jesús y María son, y serán, nuestros pilares, tanto entonces como ahora. En el siglo XVII, Jesús se apareció a Santa Margarita María de Alacoque como el Sagrado Corazón. Ella dijo: “Entiendo que la devoción al Sagrado Corazón es un último esfuerzo de su amor hacia los cristianos de estos últimos días, ofreciéndoles un objeto y unos medios tan precisos para persuadirlos a amarlo”. Jesús nos dio doce promesas a través de ella. Aprovéchenlas.

En el siglo XX, nos preparó aún más con lo que le dijo a Santa Faustina: “Escribe: Antes de venir como Juez justo, te abro de par en par la puerta de mi misericordia” (Diario 1146).

Jesús repitió este mensaje de diferentes maneras. Nuevamente dijo: “Hoy te envío con mi misericordia a los pueblos del mundo entero. No quiero castigar a la humanidad dolida, sino sanarla, acercándola a mi Corazón Misericordioso. Uso el castigo cuando ellos mismos me obligan a hacerlo; mi mano se resiste a empuñar la espada de la justicia. Antes del Día de la Justicia, envío el Día de la Misericordia” (Diario 1588). La confianza en Jesús es esencial.

Sabemos por las apariciones aprobadas de nuestra Santísima Madre que Ella está ayudando a detener la justicia para que la gente se arrepienta.

Como relata la Venerable Hermana Elena Aiello en el siglo XX, María dijo: “Me inclino sobre el mundo y detengo la justicia de Dios; de lo contrario, estas cosas ya habrían sucedido. Se necesitan oración y sacrificios. Los hombres deben volver a Dios y a mi Inmaculado Corazón, mediadora de los hombres, y entonces, al fin, una parte del mundo se salvará…”.

MARÍA ES LA CLAVE ESENCIAL

Nuestra Santísima Madre es la clave esencial para la victoria sobre el Anticristo.

“A este nivel universal, si llega la victoria, la traerá María. Cristo vencerá a través de ella porque quiere que las victorias de la Iglesia, ahora y en el futuro, estén ligadas a ella…”, escribió San Juan Pablo II en Cruzando el Umbral de la Esperanza.

En su homilía de la Fiesta de la Asunción de 1997, centrándose en Apocalipsis 12, Juan Pablo II dijo nuevamente: “Y en esta lucha espiritual su ayuda a la Iglesia es decisiva para lograr la victoria definitiva sobre el mal”.

El gran Papa de Fátima habló muchas veces de la importancia de Fátima y de nuestra Santísima Madre. Como una forma de preparar el fin de los tiempos, Nuestra Señora dijo a los niños de Fátima:

“Han visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Es para salvarlos que Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que les digo, muchas almas se salvarán y habrá paz”.

Por supuesto, una de las principales instrucciones que María dio en cada aparición fue la de “rezar el Rosario todos los días”.

El gran apóstol mariano San Luis de Montfort, cuyo libro inspiró a Juan Pablo II, dijo: “El poder de María sobre los espíritus malignos brillará especialmente en los últimos tiempos, cuando Satanás acechará su talón, es decir, a sus humildes siervos y a sus pobres hijos, a quienes ella incitará a luchar contra él. A los ojos del mundo serán pequeños y pobres”, pero serán “ricos en las gracias de Dios, que María les concederá abundantemente. En unión con María, aplastarán la cabeza de Satanás con su talón, es decir, con su humildad, y darán la victoria a Jesucristo”.

Justo antes de él, la Beata María de Ágreda tuvo la revelación de que en los últimos días, “el Señor difundirá de manera especial el renombre de su Madre. María inició la salvación, y por su intercesión se completará. Antes de la segunda venida de Cristo, María, más que nunca, debe brillar en misericordia, poder y gracia para atraer a los incrédulos a la fe católica. El poder de María en los últimos días será muy conspicuo. María extenderá el reinado de Cristo sobre los paganos y los musulmanes, y será un tiempo de gran alegría cuando María sea entronizada como Señora y Reina de Corazones”.

Esta es sólo una de las razones por las que Montfort subrayó que “la devoción a María es especialmente necesaria en los últimos tiempos”.

SEGUIR A MARÍA ASEGURA LA VICTORIA

De Montfort nos dice en su Tratado de la verdadera devoción a María por qué Dios quiere que ella guíe a los fieles en los últimos tiempos, incluido el tiempo en que aparecerá el Anticristo.

Dios ha establecido una sola enemistad —pero es irreconciliable— que perdurará e incluso se intensificará hasta el fin de los tiempos. Esa enemistad es entre María, su digna Madre, y el diablo, entre los hijos y siervos de la Santísima Virgen y los hijos y seguidores de Lucifer.

“Así pues, el enemigo más temible que Dios ha puesto contra el diablo es María, su santa Madre”.

De Montfort explicó desde el Génesis (3:16) que Dios ya le dio a María, aún no nacida, el ingenio para desenmascarar y el poder para derrotar y aplastar al diablo rebelde.

Por eso, “Satanás la teme no solo más que a los ángeles y a los hombres, sino, en cierto sentido, más que a Dios mismo. Esto no significa que la ira, el odio y el poder de Dios no sean infinitamente mayores que los de la Santísima Virgen, ya que sus atributos son limitados. Simplemente significa que Satanás, siendo tan orgulloso, sufre infinitamente más al ser vencido y castigado por una humilde sierva de Dios, pues su humildad lo humilla más que el poder de Dios”.

De Montfort entra en gran detalle, rebosante de esperanza y victoria en todos los tiempos. Subraya que en todas las persecuciones presentes y futuras, “la humilde María siempre triunfará sobre Satanás, el soberbio, y tan grande será su victoria que aplastará su cabeza, la misma sede de su orgullo. Desenmascarará la astucia de su serpiente y expondrá sus perversas maquinaciones. Dispersará a los cuatro vientos sus planes diabólicos y, hasta el fin de los tiempos, mantendrá a sus fieles siervos a salvo de sus crueles garras”.

Las directrices para nosotros se vuelven cada vez más claras. Para ganar la batalla, debemos estar cerca de María. San Juan Pablo II demostró que debemos consagrarnos a María y a su Inmaculado Corazón y tenerle devoción.

Respecto a los devotos, de Montfort subrayó: “Verán claramente que ella es el camino más seguro, más fácil, más corto y más perfecto para acercarse a Jesús y se entregarán a ella, en cuerpo y alma, sin reservas para pertenecer enteramente a Jesús”.

TRIUNFO A LA VISTA

“Bienaventurados serán los que venzan al tirano entonces”, escribió  San Hipólito entre los numerosos detalles que presenta sobre los últimos tiempos. “Pues serán presentados como más ilustres y sublimes que los primeros testigos; pues los primeros solo vencieron a sus secuaces, pero estos derribaron al propio acusador, el hijo de la perdición. ¡Con cuántos elogios y coronas, por tanto, no serán adornados por nuestro Rey, Jesucristo!”.

San Juan Damasceno nos recordó con fuerza lo que dicen las Escrituras sobre el regreso de Cristo. El Señor descenderá del cielo de la misma manera que los apóstoles lo vieron ascender al cielo: “Y con el espíritu de su boca destruirá al hombre de iniquidad, al hijo de perdición. Así que nadie espere que el Señor venga de la tierra, sino del cielo, como él mismo nos ha asegurado…”.

Hasta entonces es claro que nos fortalecemos volviéndonos y escuchando al Sagrado Corazón y a nuestra Madre María quienes nos guiarán y protegerán para permanecer fieles en tiempos turbulentos.

Como dijo el Papa Juan Pablo II en su homilía sobre la Asunción: “María, en este mundo, ‘hasta que llegue el día del Señor, brilla ante el pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo’ (Lumen gentium, 68). Como Madre solícita de todos, sostiene el esfuerzo de los creyentes y los estimula a perseverar en el empeño”.

El Santo Padre le pidió a María: “Ayúdanos a no tener miedo de seguirlo hasta el fondo, incluso cuando nos parece que la cruz pesa demasiado. Haz que comprendamos que ésta es la única senda que lleva a la cumbre de la salvación eterna”.

Se avecinan tiempos difíciles, pero en Fátima Ella nos dio su seguridad: “Pero al final mi Inmaculado Corazón triunfará”.

Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register

Share