EL MENSAJE DE PAZ Y ESPERANZA DE MARÍA

EL MENSAJE DE PAZ Y ESPERANZA DE MARÍA

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ
Arzobispo de Los Ángeles

28 de abril de 2017

El mes de mayo es un tiempo muy hermoso aquí en el sur de California, especialmente este año, en que hemos sido bendecidos con una abundancia de lluvia que ha puesto fin a nuestra larga sequía.

Las flores se están abriendo y los árboles están llenos de frutos y, por supuesto, estamos a principios de la temporada de Pascua, que es una temporada de alegría y de vida nueva.

De manera que viene mucho al caso que la Iglesia honre a la Virgen María durante el mes de mayo. A través de María, Jesús vino al mundo. Y a través de Jesús, la raza humana entra en una nueva “primavera”, en un nuevo comienzo a partir del cual podemos vivir como hijos de Dios.

En los próximos días, el Papa Francisco viajará a Fátima, Portugal, para hacer memoria de la visita que la Virgen hizo a ese lugar hace 100 años, el 13 de mayo de 1917, y para canonizar a dos de los niños que la vieron.

En el momento de sus apariciones en Fátima, Europa estaba en crisis. Ese continente llevaba ya tres años viviendo lo que la historia recuerda ahora como la Primera Guerra Mundial, que fue un conflicto que dejó más de 10 millones de muertos y abrió paso para el mundo a un siglo de muerte y de terror basados en la ideología, el nacionalismo y los odios étnicos y raciales.

En este momento histórico, fue cuando la Virgen María les hizo su visita a tres pequeños pastores, apareciéndoseles seis veces entre los meses de mayo y octubre de 1917.

Su aparición fue ignorada por los poderes de la tierra, pero ella vino como mensajera de esperanza para el mundo, de esperanza para la historia.

Nuestra Santísima Madre les hizo la siguiente promesa a los niños: que, a pesar del pecado que hay en el corazón humano y del poder del mal y de la violencia, “al final, mi Inmaculado Corazón triunfará”.

Nuestro mundo todavía necesita esta misma seguridad y esperanza hoy en día.

Este fin de semana, durante el vuelo de regreso de Egipto, el Papa Francisco advirtió nuevamente que “Europa está en peligro de disolverse”. Y en todas partes del mundo, parece que la gente está sufriendo por la violencia y el miedo, por la pobreza y la soledad, por una crisis de falta de amor y de compasión.

El mensaje que transmite María —en todos los tiempos y en todos los lugares— es este mismo mensaje de esperanza y de paz.

Ella viene como una madre para hacernos ver que Dios nuestro Padre tiene reservadas para nosotros cosas más grandes. El mal no tiene la última palabra en nuestros asuntos. María nos levanta para hacernos saber que estamos hechos para la trascendencia, hechos para Dios y hechos para el amor.

María es la portadora de la esperanza porque lleva a Jesucristo al mundo. Y cuando conocemos a Jesús, conocemos el amor de Dios por nosotros y podemos encontrar el camino hacia la verdadera paz y libertad.

Ella es la Madre de Dios y la Madre de toda cultura y de cada persona, en cada continente.

Mucho antes de Fátima, ella se apareció en este continente, en los albores del Nuevo Mundo.

Nuestra Señora de Guadalupe se apareció justo en medio de un choque de civilizaciones: en el encuentro de los cristianos de Europa con los pueblos originarios del continente americano.

Ella se apareció como mestiza, para mostrarnos que Dios se ha encarnado para cada raza y para cada pueblo. Sus palabras a San Juan Diego fueron palabras tranquilizadoras y de esperanza: “¿No soy yo tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y bajo mi mirada?”.

Dios cuida de nosotros con el amor divino de su corazón. Es un amor que vemos en los ojos de María, la Madre de Dios y Madre nuestra.

María es nuestra Madre y como toda buena madre, quiere protegernos y ayudarnos a crecer. Ella está profundamente interesada en nuestras vidas. Ella es un canto vivo de la esperanza que tenemos en Jesús, de su plan de misericordia y de amor por el mundo.

¡Dios no nos desampara! Él no nos abandona. Este fue el mensaje del Magnificat que ella pronunció:

“Su misericordia se extiende de generación en generación”.

En nuestros días, el mensaje de María sigue siendo un mensaje de paz y de esperanza. Dios seguirá elevando a los humildes y dándole de comer a los que tienen hambre.

En Fátima, nuestra Santísima Madre dijo que deberíamos recitar el rosario todos los días por la paz, por la paz en el mundo, en nuestras familias y en nuestros corazones.

¡Esto todavía sigue siendo un buen consejo! Recuerden: el rosario es una conversación con María y con Jesús. En él vamos mirando el rostro de Cristo a través de los ojos de su madre. Por medio de él le llevamos todas nuestras esperanzas y alegrías, todos nuestros sufrimientos y problemas.

El rosario nos enseñará a confiar en las promesas de Dios y a seguir el camino de Jesús. Al final, ¡su Corazón Inmaculado triunfará!

Oren por mí esta semana y yo oraré por ustedes.

A través de la intercesión de Nuestra Señora de Fátima, pidámosle a ella que sea nuestro modelo y nuestra guía en nuestra búsqueda del triunfo del amor sobre el odio y de una nueva primavera de paz para nuestro mundo. VN

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