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EL NUEVO PAPA Y NOSOTROS

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles

¡Estamos rezando por el nuevo Papa!

Mientras escribo estas líneas, el histórico Cónclave de Cardenales acaba de comenzar.

Estamos viviendo un momento como el que leemos en los Hechos de los Apóstoles. He estado pensando mucho en el primer Concilio de la Iglesia, el Concilio de Jerusalén en Hechos 15. Al final del Concilio, los apóstoles anunciaron: “hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros”.

Este es el hermoso misterio de lo que está sucediendo ahora mismo en Roma.

Jesús prometió su Espíritu de verdad para guiar a Su Iglesia. En este Cónclave sagrado, los sucesores de los apóstoles elegirán, con el Espíritu Santo, al hombre que el Señor ha escogido para ser Papa.

También pienso en estos días sobre las palabras de Jesús: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella”.

Con la sorpresa de la renuncia del Papa Benedicto XVI, y con la emoción del Cónclave, es posible que nos olvidemos que estamos en el Año de la Fe.

Pero en el plan amoroso de Dios, este año se ha convertido en una excelente oportunidad para que crezca nuestra fe en el Papa como Vicario de Cristo en la tierra.

¡Necesitamos esta fe! Es esencial para nuestra identidad católica. Todos los católicos debemos tener un gran amor por el Papa, sea quien sea.

Santa Catalina de Siena solía referirse al Papa como “el dulce Cristo en la tierra”. Nosotros deberíamos tener esta misma fe y cálido afecto.

El Papa es la “roca” sobre la cual la Iglesia está edificada. Cristo le ha dado la responsabilidad de guiar y alimentar al rebaño de Dios. Pienso en las últimas palabras que Jesús dirigió a Pedro en la orilla después de la Resurrección: “¡Apacienta mis ovejas!.. ¡Sígueme!”

Desde Roma, el mensaje de Jesucristo llega a todos los confines de la tierra. El ministerio del Papa es la fuente de la bendición y la sanación de Dios para nuestro mundo.

Bajo la autoridad del Papa, la Iglesia tiene el poder –por medio de los Sacramentos– de santificar y liberar, de perdonar nuestros pecados y santificarnos. Una vez más escucho las palabras de Jesús a Pedro: “Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.

Cada Papa lleva una pesada carga que no podemos imaginar. San Pablo decía “mi responsabilidad diaria: la preocupación por todas las Iglesias.” Este es el peso que cada pastor y cada obispo carga: una profunda preocupación por las almas confiadas a su cuidado. Y la carga es todavía más pesada para el Papa, como cabeza de la Iglesia universal.

Por eso debemos rezar por las intenciones del Papa todos los días, ofrecer actos de expiación y sacrificio personal por él.

Tener fe en el Papa también implica crecer cada día en lealtad y obediencia a su autoridad de enseñanza. Sus palabras son sabiduría para la vida. Sus palabras hacen que el Evangelio sea un mensaje para hoy y una ayuda para los desafíos de la vida.

En el período previo al Cónclave, se ha hablado mucho de lo que la Iglesia “necesita” y lo que los Cardenales están “buscando” en el nuevo Papa. Este análisis se ha centrado sobre asuntos importantes que nos recuerdan que la Iglesia siempre necesita purificación y renovación.

Pero, en todo tiempo y en todas las épocas, lo que más falta le hace a la Iglesia es la santidad. Lo que la Iglesia más necesita – y lo que Dios quiere – es que nosotros seamos santos.

La Iglesia será renovada cuando ustedes, yo y todos nuestros hermanos y hermanas realmente vivamos según la fe. Todos días, con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente y todas nuestras fuerzas.

El Papa que todos queremos – el Papa que como sabemos, Dios nos dará – será un siervo de la salvación y de la alegría de Dios.

Esta también es una tarea para cada uno de nosotros, como seguidores de Cristo. No se trata de hacer nuestra propia voluntad ni de tratar de alcanzar nuestros propios planes. Sino de cumplir la voluntad de Dios.

Con nuestro nuevo Papa, quienquiera que sea, estamos llamados a creer en Jesús y a dejarnos guiar por Él. Estamos llamados a seguir a Jesús en compañía de los demás, en la familia de su Iglesia, para ser alimentados por su Palabra, por su Cuerpo y su Sangre, y para que todos los días tratemos de ser más como Él.

Con nuestro nuevo Papa, estamos llamados a compartir nuestra fe y a construir el Reino de Dios, con la paciencia y el amor de Cristo, todos los días, en todos los ámbitos de nuestra vida.

Recemos, entonces, los unos por los otros y también por nuestra Iglesia.

Y pidamos la intercesión de María, nuestra Madre y Madre de la Iglesia. Que todos podamos acercarnos a Jesús, unidos al Papa, a través de María.

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