VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES: SOSPECHAS SOBRE LA REVOLUCIÓN SEXUAL

Estudios en Estados Unidos indican que el 68 junto a la gran difusión de la pornografía llevan a considerar a la mujer como mero objeto de deseo

ROMA.- Si se habla de violencia contra las mujeres, es necesario señalar dos noticias. La primera es que el fenómenos – aunque generalizado – registra una disminución, no obstante pueda parecer el contrario según la actual resonancia mediática. La segunda, es todavía más asombrosa: la revolución sexual es cómplice de la difusión de la violencia contra las mujeres.

Pero cómo, ¿no era al contrario? ¿No fue la “liberación de los bañadores” para establecer la igualdad, el comienzo de una época en la que la relación hombre/mujer estaba en la enseñanza del respeto recíproco? En absoluto. Este miro del ’68, basándose en la cultura dominante, está destinado a caer delante de una realidad de hecho que cuenta otra cosa.

Cuenta, por ejemplo, que existe una correlación entre industria pornográfica – que tuvo en la revolución sexual su motor – y la violencia sobre las mujeres. Un estudio reciente publicado en la revista Violence and victims, de la Universidad de Georgia en Estados Unidos, señala que la pornografía procura en los hombres un empuje hacia la agresividad de tipo misógino. La tesis – ignorada aún por aquellos que están haciendo sonar la alarma social de la violencia contra las mujeres – es tomada y compartida por Vincenzo Puppo, sexólogo del Centro Italiano de Sexología (CIS).

En una entrevista en el diario italiano “La Stampa” de hace algunos meses (1), el doctor Puppo señalaba que la pornografía crea dependencia y, con esta, preocupantes consecuencias. Según el sexólogo, “la visión continua y repetida de los órganos genitales masculinos y femeninos lleva lentamente, sin que el hombre o mujer se de cuenta, a una inhibición de la capacidad de excitarse mentalmente: el mismo estímulo sensorial continuamente repetido si al inicio es excitante, después de un tiempo no lo es más, y el cerebro necesita estímulos superiores”.

Por tanto, el “salto” a un nivel de perversión mayor es breve. “Se debe pasar de las típicas películas, revistas, webs pornográficas ‘normales’ a las, por ejemplo, con violaciones, violencia sexual, o sadomasoquistas, o con animales, con niños, etc.” Y una vez que el cerebro se hace adicto a ciertas abominaciones, en un infernal viaje del instinto hacia los abismos, “algunos puedes buscar alivio fuera de este ‘ambiente’ y explotar en episodios de violencia, no sólo contra las mujeres sino todavía más grave, sobre niños y niñas”.

Muchos deberían escuchar bien las palabras de este experto. Sobre todo los que, en nombre del “derecho al placer”, a lo largo de los año, no han hecho otra cosa que pisar el pudor a través de herramientas como la prensa, televisión, arte o político (2). El resultado es que -mediante los modelos propuestos al público – la mujeres son reducidas a mero objeto de deseo, de guardiana de hogar se ha convertido en víctimas de la propia ‘emancipación’.

Sorprende que éstos, hoy, son los mismos que se rasgan las vestiduras contra la violencia contra las mujeres y es lamentable que apunten con el dedo hacia el “modelo de sociedad arcaica”, que se basaría sobre la prevaricación del hombre sobre la mujer.

De hecho, es precisamente para destruir ese “modelo de sociedad arcaico” – nido de oscurantismo reaccionario – que, hace algunos decenios, se ha dado impulso al silencioso pero impactante lema social que responde al nombre de revolución sexual. Y los nefastos efectos, incluidos la violencia sobre las mujeres, están bajo los ojos de quien pueda y quiera ver.VN

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