VIDEOJUEGOS, EL MARKETING DE LA VIOLENCIA
Los estudios muestran preocupación
Un par de publicaciones en Estados Unidos han profundizado en el largo debate sobre la violencia en los medios de comunicación y los niños.
En abril, la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos publicaba el último de una serie de informes sobre el tema. Titulado «Marketing Violent Entertainment to Children», proporciona una visión de la exposición de los niños y adolescentes, a través de la música, las películas y los videojuegos, a contenido que normalmente se reserva a la audiencia adulta.
Se han hecho avances, observa el informe, con mayores límites a los anuncios de películas y videojuegos. No obstante, la Comisión observa que, en cuanto a los anuncios de videojuegos calificados como M, todavía llegan a gran número de niños y adolescentes. La M (maduro) califica los juegos como apropiados para una audiencia de mayores de 17 años.
El informe citaba la preocupación de los críticos que sostienen que los niños tienen un acceso muy fácil a los juegos M. Por ejemplo, una encuesta del 2005 del National Institute on Media and the Family descubrió que el 70% de los niños de primaria y secundaria jugaban con estos juegos.
La segunda publicación es un libro, aparecido a principios de año, titulado: «Violent Video Game Effects on Children and Adolescent» (Efectos de los Videojuegos Violentos en Niños y Adolescentes) (Oxford University Press, USA). El libro es el resultado de un esfuerzo conjunto de tres psicólogos: Craig A. Anderson, Douglas A. Gentile y Katherine E. Buckley.
El libro comienza observando la dificultad de establecer, desde el punto de vista científico, una relación de causalidad directa entre la exposición a los videojuegos violentos y el comportamiento violento. Durante años los investigadores han llevado a cabo numerosos estudios sobre la cuestión más general de la violencia en los medios. La conclusión aplastante de lo que hoy en día es un sustancial cuerpo de evidencias es que la exposición a la violencia a través de los medios aumenta el comportamiento agresivo.
Sin embargo, la investigación en el campo de los videojuegos es más limitada. Para remediar este déficit de evidencias, la mayor parte del libro presenta los resultados de tres nuevos estudios sobre videojuegos.
Para empezar los autores observan que los niños y adolescentes pasan cada vez más tiempo jugando a los videojuegos. Las últimas encuestas muestran que los niños en edad escolar dedican cerca de siete horas a la semana a jugar a los videojuegos. En general, los chicos pasan más tiempo jugando a los videojuegos, como mostraba una encuesta de estudiantes en el 2004, con 5 horas a la semana para las chicas y 13 para los chicos.
No es sólo el hecho de que los niños y adolescentes pasen gran cantidad de tiempo jugando a los videojuegos, sino que también lo hacen con poca supervisión paterna. Cerca del 50% de los estudiantes de un estudio dijeron que sus padres nunca comprobaban la calificación de los videojuegos antes de darles su consentimiento para comprarlos o alquilarlos.
Nuevas evidencias
En el primero de los tres estudios que forman el núcleo del libro, los autores explican que supervisaron a 161 niños de entre 69 y 12 años, y a 354 universitarios. A cada uno se le asignó al azar un juego violento o no. Después, los participantes jugaron a otro juego en el que se les pedía que impusieran niveles de castigo a otra persona.
Los resultados demostraron que quienes habían jugado a videojuegos violentos castigaron de forma más severas que aquellos que habían jugado con no violentos. Además, la investigación reveló que la naturaleza interactiva de los videojuegos da como resultado una relación más fuerte con el comportamiento violento, si se compara con otros medios no interactivos como la televisión o las películas.
Un resultado que sorprendió a los investigadores fue el hecho de que no hubiera diferencias entre los niños y los universitarios. Esto contrasta con el punto de vista sostenido por muchos de que los niños son más vulnerables a la violencia en los medios, e indica que los universitarios se ven afectados de igual forma.
Como nota positiva, basada en la información de los entrevistados, se constató que lo que ocurre en el hogar influye en el comportamiento. Los niños cuyos padres ponen más límites al uso de los medios eran menos agresivos.
El segundo estudio consistía en una encuesta a 189 estudiantes de instituto. Los resultados mostraron una relación cierta entre los que juegan a un mayor número de videojuegos violentos y poseen personalidades más hostiles.
La encuesta tuvo en cuenta factores que podrían influir en los resultados, como la cantidad de tiempo dedicada a los videojuegos, las normales diferencias existentes de actitud entre chicos y chicas. Incluso a pesar de tomar en consideración estos y otros factores los investigadores concluyeron que los videojuegos violentos estaban relacionados con el comportamiento agresivo.
El estudio también descubrió que cuanto más tiempo pasaban los estudiantes jugando a los videojuegos y viendo la televisión peores eran sus resultados académicos.
El estudio final examinaba 430 chicos de tercero, cuarto y quinto grados, en dos momentos durante el año escolar. También se preguntó a los compañeros y profesores de cada estudiante, para obtener más información sobre el nivel de agresividad del grupo estudiado.
Más agresivo, menos sociable
Al examinar el grupo durante un periodo de tiempo, hubo de media un paréntesis de 5 meses entre los análisis, los investigadores concluyeron que los niños que jugaron a más videojuegos violentos a principios del curso, cambiaron después y llegaron a ver el mundo como un lugar más hostil. También se hicieron más agresivos y menos inclinados a la socialización con sus compañeros.
Los resultados no mostraron diferencias aparentes entre chicos y chicas. De hecho, los investigadores concluyeron que nadie es inmune realmente a los efectos de la violencia en los medios.
Como en el primer estudio, el factor de los controles puestos por los padres tenía una influencia importante en los niños. Si en el hogar había controles tanto para el tiempo dedicado a jugar a los videojuegos como para su contenido, los niños sufrían en menor grado los efectos negativos.
Al hacer una evaluación general de la relación entre la violencia en los medios y sus efectos en los niños y adolescentes, los autores concluyen que el impacto de los medios está lejos de ser trivial. Según esto, y considerando que casi todos los niños juegan a los videojuegos, si la sociedad redujera la exposición de este grupo a la violencia a través de los juegos, tendría un impacto social significativamente positivo.
A pesar de las evidencias que demuestran los efectos dañinos de la violencia en los medios, los autores admiten que, hasta ahora, los intentos de poner restricciones legales al acceso de los niños a los videojuegos violentos han tenido poco éxito.
Una postura alternativa es aumentar los esfuerzos en la educación pública, de forma que los padres sean más conscientes de los riesgos que corren sus hijos jugando a los videojuegos. Los autores también recomendaban que los padres discutan con sus hijos la cuestión de la violencia, apuntando que no es apropiado el comportamiento agresivo para resolver los problemas personales.
También podría ayudar que se mejore el sistema de calificación de los juegos y que se pongan advertencias más explícitas en los juegos mismos, apuntaban los autores. Además, también ayudaría la actuación de de la comunidad para presionar a los vendedores para que no vendieran juegos violentos.
El 20 de mayo, la Iglesia celebraba la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. El mensaje de Benedicto XVI para el evento se titulaba: «Los niños y los medios de comunicación social: un reto para la educación». El problema de la violencia en los medios fue una de las cuestiones tratadas por el Papa.
«Toda tendencia a producir programas — incluso películas de animación y video juegos— que exaltan la violencia y reflejan comportamientos antisociales o que, en nombre del entretenimiento, trivializan la sexualidad humana, es perversión; y mucho más cuando se trata de programas dirigidos a niños y adolescentes», declaraba el Pontífice (No. 3). Duras palabras, pero con fundamento, como demuestran ampliamente las últimas investigaciones. VN
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