UNA OPORTUNIDAD DE FORTALECER LA FE

UNA OPORTUNIDAD DE FORTALECER LA FE

‘¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!’

Por DR. J. ANTONIO MEDINA

La Historia del Nacimiento del Hijo de Dios ha atravesado la historia al punto de dividirla en antes y después de Cristo. Pareciera algo tan cotidiano como es que un niño más viene al mundo, y sin embargo hoy, dos mil diecinueve años después seguimos celebrando y descubriendo las implicaciones que ha tenido y tiene ese evento en la vida de cada uno de nosotros y en la vida de la humanidad.

El nacimiento lo hemos asociado a la ternura y debilidad de un niño que en su fragilidad ofrece una nueva esperanza a un mundo que no encuentra una salida a sus problemas y divisiones. El poder, el dinero, la violencia no han resuelto las grandes diferencias y divisiones. El niño Dios nos ofrece una nueva utopía, un nuevo sueño, es posible vivir de otra manera, es posible ofrecer a las personas motivaciones y razones para ver el mundo y a las otras personas desde diferente perspectiva, desde la óptica del amor, del amor de Dios.

Dios se hace uno de nosotros, se vuelve frágil y vulnerable, es perseguido y padece la experiencia de emigrar, no sólo porque es perseguido sino incluso porque las circunstancias políticas y familiares obligan a la familia a moverse para empadronarse. Mateo y Lucas nos narran esos avatares que pasó la familia en los primeros días de la vida de Jesús. Quizás la intención de estos dos evangelistas fue acentuar la humanidad de Cristo el Mesías. Dios realmente tomó la naturaleza humana sin condiciones, sin trampas, sin engaños.

Los evangelistas intuían que en el correr de los años, a los cristianos nos costaría más trabajo aceptar la humanidad que aceptar la divinidad de Jesucristo, y por eso insisten en hacernos ver en su crudeza la vida de una familia sencilla que vive fuera de su ambiente el nacimiento de su hijo. Ese niño que nace sin privilegios, es el Hijo de Dios.

Por supuesto también señalan los rasgos divinos de este nacimiento, la estrella, que nos recuerda que el cosmos entero esperaba con ansía la llegada del Mesías-Dios; los reyes magos, que nos señalan el carácter universal de su mensaje; los ángeles anunciando la gran noticia, que significa la presencia de Dios en todo el evento. La narración es una confesión de fe, en algo que es central en el credo de la Iglesia. Jesús es verdadero Dios y es verdadero hombre. Es muy interesante el modo como describe el ángel a los pastores la escena que verán si se apresuran: “Encontrarán al niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre”. No puede describirse de mejor manera una escena que es realmente divina y al mismo tiempo tan humana. Todos nos sentimos invitados a apresurarnos a ver ese milagro de amor.

‘…nos propuso un modelo de vida…’

El Nacimiento también lo hemos asociado a la experiencia de nuestras familias que han pasado por tantas situaciones difíciles, por tantas pruebas, pero no han perdido la fe, se mantienen firmes en sus luchas por el bien de los hijos. Hace unos días me mostraban una imagen de un nacimiento; un Belén personificado por una familia inmigrante, dividida por las leyes de la frontera. Eran María y José de un lado de la frontera y el niño Jesús en el otro lado. Una escena muy cruel, pero que expresa de manera artística las nuevas formas de dolor de Cristo.

A Cristo doloroso usualmente lo vemos en las imágenes sangrientas de Cristo crucificado, que también son la expresión visual de la experiencia de dolor de nuestro pueblo, pero también el nacimiento de Jesús es una imagen teológica con la que nuestro pueblo se identifica en su dolor y esperanza.

El misterio de la Encarnación tiene ese poder evocador, que nos permite ver en Jesús a alguien que sabe de nosotros, que nos conoce porque participó en todo de nuestra condición humana menos en el pecado. Que compartió la vida sencilla de una familia como cualquier familia, y que nos propuso un modelo de vida que Él mismo vivió. Y todo este camino espiritual empezó desde su encarnación en el vientre de María y su nacimiento en la ciudad de Belén.   

‘¿Podemos pedir más del amor de Dios?’  

El protagonismo de los pastores en el Evangelio de Lucas también tiene un significado muy especial, pues nos recuerda que, si bien Jesús vino para ofrecer su salvación a todos, los primeros son los más pobres. Ser pastor en aquel tiempo significaba pobreza, trabajo duro, largas jornadas lejos de la familia por buscar buenos pastos para las ovejas. Los pastores representan a todos los pobres del mundo y de la historia que ven en Jesús su única esperanza. En palabras del Papa Francisco, ellos son la periferia y al mismo tiempo son el mejor símbolo de lo que será Jesús, el buen pastor que da la vida por sus ovejas.

El Evangelio de Mateo nos narra la experiencia de María con las siguientes palabras: “La generación de Jesús fue de la siguiente manera, su madre María estaba desposada con José y antes de empezar a estar juntos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo”. Mateo nos narra de una manera muy sencilla lo que posteriormente los concilios declararán como dogma de fe, que el protagonista de la Encarnación del Verbo de Dios es el Espíritu Santo. Y ese mismo Espíritu es el que hoy acompaña a la Iglesia.

El mismo Mateo explica en un diálogo entre el Ángel del Señor y José la misión del niño Dios, “porque él salvará al pueblo de sus pecados”. El Mesías Dios tiene una misión muy específica y necesaria, ofrecer la salvación, la redención a la humanidad. La Encarnación es una expresión del amor de Dios “que quiere que todos los seres humanos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. Dios nos envía a su hijo porque nos ama, porque en su bondad quiere salir a nuestro encuentro de una manera que nosotros lo conozcamos en su ser. Jesús es Dios, y quien lo ve a Él, ve a Dios. ¿Podemos pedir más del amor de Dios?

Podemos ver en las narraciones del Nacimiento en los Evangelios, los dogmas cristológicos que la Iglesia en los Concilios desarrolló posteriormente y que nosotros profesamos hoy.

Estas fiestas son una increíble oportunidad de profundizar en nuestra fe, de volver a nuestras fuentes para afirmarnos en la actualidad del mensaje de Jesús. Al mismo tiempo, las fiestas son la oportunidad de catequizar a todos los que tienen preguntas sobre quién es Jesús de Nazaret y cuál es su mensaje para nosotros hoy. En familia podemos releer los textos bíblicos de la Navidad e interpretarlos desde nuestra experiencia de vida. Niños, jóvenes y adultos podemos dialogar sobre estos temas y fortalecer más el amor y la unidad familiar que tiene un fuerte apoyo en nuestros valores religiosos.

“¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!”. VN

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