UN TIEMPO PARA LA ORACIÓN

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles

13 de septiembre de 2013

En estos días, tenemos varias intenciones serias por las que rezar.

Mientras escribo estas líneas, nuestros líderes en Washington siguen debatiendo si deben hacer algo contra el gobierno de Siria debido al uso de armas químicas contra su pueblo.

Nuestro Santo Padre, el Papa Francisco y los Obispos católicos estadounidenses no creemos que la violencia sea la respuesta correcta a esta atrocidad. Seguimos instando a las negociaciones y a la suspensión de las hostilidades.

El pasado fin de semana, unidos al Papa Francisco y a la Iglesia universal, hemos guardado un día de ayuno y oración por la paz en Siria y Medio Oriente. Durante la oración que tuvimos en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles, me conmovió ver la intensidad de la oración y la adoración eucarística.

La oración es siempre el comienzo de la paz en nuestro mundo. Porque a través de la oración, tocamos el corazón de Jesús, que es nuestra paz.

Su camino de amor abre el sendero que conduce al perdón y a la reconciliación con Dios y con los demás. Y el seguir su camino de amor significa que estamos llamados a ser constructores de paz. Hemos de trabajar siempre por lograr un mejor entendimiento entre los pueblos y una mayor conciencia de que todos somos hermanos y hermanas en la familia de Dios.

La paz no es algo abstracto o un asunto que afecte solo a naciones que están lejos de nosotros. La paz empieza con nosotros. Tenemos que buscar nuevos caminos para lograr la paz en nuestro mundo y para poner fin a la violencia que hay en nuestros vecindarios y comunidades. En dondequiera que encontremos que no hay amor, tenemos que ponerlo. En dondequiera que encontremos que no hay justicia, hemos de promover la dignidad y los derechos humanos. Y en donde no hay paz, hemos de fomentar la confianza y el sentido del perdón.

Entonces, esta semana tenemos que seguir orando por la paz. Por la paz en nuestros corazones y por la paz en nuestro mundo.

Esta semana también tenemos que seguir rezando por la reforma migratoria en nuestro país.

El domingo pasado nos hemos unido a la Iglesia en todo el país, celebrando una Misa para orar por la reforma migratoria, respondiendo a la petición de mis hermanos Obispos de la Conferencia de Obispos Católicos de EE.UU. Se celebraron Misas en 22 Estados, incluyendo a California.

Necesitamos orar por nosotros y por nuestros líderes en el Congreso. La inmigración es un tema difícil. Y ocurre que la gente buena no esté de acuerdo. Todos coincidimos en que nuestro sistema de inmigración no funciona, y que por esta razón, muchas personas sufren. Nadie está en desacuerdo acerca de eso. Pero nos está costando trabajo encontrar la forma de arreglar este sistema de una manera que promueva la justicia.

Como lo he dicho antes, la reforma migratoria es uno de los grandes retos de los derechos humanos en nuestro tiempo. En mi opinión, nuestro debate nacional acerca de la inmigración es una gran tensión para el espíritu y el alma estadounidense.

Pero más que eso, es un asunto espiritual y moral. Es un asunto que se refiere a nuestra relación con Dios y con nuestro prójimo, que son nuestros hermanos y hermanas. Es una cuestión acerca de lo que significa decir que somos seguidores de Jesucristo.

Si seguimos a Jesús, entonces tenemos que ver el mundo como Jesús lo ve. Tenemos que ver a las demás personas como Jesús las ve, es decir, como hermanos y hermanas; como hijos de Dios.

A los ojos de Dios, todos somos sus hijos e hijas amados y nadie es un extraño para ninguno de nosotros. No importa quiénes seamos, de dónde vengamos, o cómo hayamos llegado aquí.

Tenemos que recordar que cuando hablamos de inmigrantes, estamos hablando de esposos y esposas, madres y padres, hijos e hijas. Todos con sus propias historias que contar; con sueños para sus vidas y para la vida de sus hijos.

Entonces, tenemos mucho por lo cual rezar esta semana.

Sigamos orando por la paz. Y oremos por una reforma migratoria integral ahora, para que podamos seguir construyendo un país que esté a la altura de sus hermosas promesas de libertad, igualdad, oportunidad y justicia para todos.

Y pidámosle a nuestra Santísima Madre María, la Reina de la Paz, que nos ayude a ver con los ojos de Jesús para que podamos conocer su sabiduría y seguirlo con profunda fe, esperanza y amor. VN

El nuevo libro del Arzobispo José H. Gomez, “La inmigración y la América por venir”, está disponible en la tienda de la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. (www.olacathedralgifts.com).

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