UN CAMINO SEMBRADO DE FE Y COMPROMISO
La carrera del Obispo Auxiliar Alexander Salazar destaca por su profundo deseo de servir a Dios
Dos patrias, dos idiomas, dos culturas, y una sola vocación: el sacerdocio. Esto es lo que define al Obispo Auxiliar Alexander Salazar, Vicario de la Oficina Étnica de la Arquidiócesis de Los Ángeles. Su corazón alberga dos países que han sido parte de su historia.
En entrevista con VIDA NUEVA, él cuenta que considera que nació a los cuatro años cuando en 1953 arribó con su familia a Los Ángeles, desde su natal Costa Rica. Los recuerdos de sus primeros años de infancia quedaron olvidados en Centroamérica, un lugar al cual volvería varios años después, ya convertido en adolescente, y más adelante como adulto, servidor de Dios. Pero su idioma y cultura han permanecido siempre con él y le ayudan a servir mejor a una comunidad tan étnicamente diversa como la angelina.
Poco tiempo después de inmigrar a Los Ángeles, empezó a asistir a la Escuela Católica Santo Tomás, en las calles Pico y Mariposa, en ese entonces un vecindario donde los latinos eran minoría.
“En Santo Tomás desarrollé mi formación espiritual. En ese momento estaban las monjas del Inmaculado Corazón de la Santísima Virgen María. Cuando estaba en segundo grado hice mi Confesión, después la Comunión, y aún hoy me agrada sentir ese entusiasmo que tenía ese día, y que aún perdura en mí. Me doy cuenta que la primera Comunión es el principio de todo lo que uno hace en la vida”, dice el Obispo Auxiliar Alexander Salazar.
Y fue también en la Parroquia de Santo Tomás donde aprendió a ser monaguillo del entonces Padre Manuel Moreno. Esa fue la primera Iglesia donde este párroco empezó a ejercer, muchos años antes de convertirse en Obispo.
“Él tuvo una gran influencia en mi vocación. Fue dentro de ese fervor religioso que viví en esos tiempos, cuando sentí por primera vez el llamado al sacerdocio”, dice el Obispo Salazar con humildad.
Junto a él, ayudándolo a celebrar Misa los domingos, también como monaguillo, estaba el actual Obispo Gabino Zabala, con quien siguió la amistad y con quien muchos años después, cargaría el ataúd del Obispo Moreno, un modelo ejemplar para ambos.
LA BÚSQUEDA
El llamado al sacerdocio ocurrió en la vida del Obispo Salazar en etapas. “Hubo tres llamados en mi vida. En primer lugar de niño cuando consideré el sacerdocio como quizás algo que quería hacer; luego cuando entré a la Secundaria Católica Daniel Murphy en La Brea y la Tercera. Ahí me eduqué con sacerdotes dominicos, y sentía que crecía mi entusiasmo religioso”, recuerda.
Más adelante, asistió por dos años al Colegio Comunitario del Este de Los Ángeles, y un año a la Universidad Cal State LA con la intención de hacer una carrera en biología. Al mismo tiempo estaba buscando trabajo y fue cuando oyó en la radio que se necesitaba un maestro para una Escuela Católica. Llenó una solicitud sin mucha convicción de que lo iban a llamar, pero lo aceptaron para trabajar en una escuela de Compton. Entró como sustituto de una maestra embarazada, enseñando todas las materias, incluyendo religión, en los grados 6,7 y 8, pero terminó trabajando allí toda una década. Además, en verano enseñaba clases de Primera Comunión a niños de escuelas públicas.
“Cuando uno enseña, uno aprende. Y esta experiencia se convirtió en un segundo llamado al sacerdocio”, afirma.
“En esa búsqueda que todos tenemos de tratar de ser una persona auténtica que vive verdaderamente lo que es, algo que para muchos es una misión de toda la vida, sentí nuevamente ese llamado especial al sacerdocio. Ya llevaba 8 años de maestro, tratando de formar en mis alumnos ese deseo de ser auténticos y fieles a sí mismos, cuando en mí se estaba formando esa necesidad de servir aún más a Dios. Entonces fui al Congreso Religioso en Anaheim y quise hablar con el Obispo Moreno, pero no lo encontré. Sin embargo me dejó una nota diciéndome que le llamara el lunes a la Cancillería. Así lo hice y nos encontramos y le expresé que sentía que quizás Dios me estaba llamando para el sacerdocio. Me dijo que debía ir al Seminario, un lugar donde uno va a descubrir si Dios lo está llamando a ser sacerdote”, recuerda.
“El llamado misterioso de Dios para el sacerdocio es una inquietud que obliga a pensar si lo que se está haciendo es realmente para uno. Por eso yo creo que el Seminario fue mi hogar durante 10 años. Llegué a Saint John en Camarillo y me di cuenta que más quería unirme con el Señor íntimamente, y que hay una necesidad de más sacerdotes para que la Eucaristía pueda seguir a través de los tiempos”, dice.
De acuerdo al Obispo Auxiliar, hay que apoyar a quienes deseen ser sacerdotes a que puedan discernir si verdaderamente sienten un llamado de Dios. “Una vez que el joven siente de veras ese llamado, debe decidir si quiere estar en una Iglesia local o realizar una vida que tiene un carisma especial como la de los franciscanos, los benedictinos. Es decir, definir qué tipo de misión quiere cumplir como sacerdote. Después debe hablar con el Director de Vocaciones de esta Diócesis o de una Iglesia comunitaria religiosa para profundizar en el tema.
“En mi vida religiosa he comprobado que el sacerdocio no es una vida solitaria con el Señor, sino que uno está entregado a la gente. Necesitamos una formación humana, y tenemos mucho para aprender, porque ante todo un sacerdote es un discípulo”, reflexiona.
LA PRÁCTICA
En junio de 1984, dieciséis candidatos para el sacerdocio serían ordenados por el Cardenal Timothy Manning. Ese mismo día él cumplía 50 años de su propia ordenación sacerdotal en la misma Catedral Santa Vibiana. Después de la ceremonia, la Iglesia Católica adquiría un nuevo sacerdote: Alexander Salazar.
La primera parroquia donde comenzó su labor sacerdotal fue en la San Gregorio Magno en Whittier.
Por el año 1992, el Cardenal Rogelio Mahony lo invitó a ser su Asociado en la Catedral Santa Vibiana. Fue un reto importante que llegó a su fin cuando lo nombraron administrador de la Parroquia Santa Teresa de Ávila en Echo Park. “Estuve allí por 6 meses y tanto me gustó que pedí permiso para ser considerado el próximo párroco de esa parroquia. Me lo concedieron, y pasé muy feliz con ese pueblo de Dios multicultural, con anglos, filipinos e hispanos”, dice.
Dedicado en cuerpo y alma a esta parroquia, nunca imaginó que un día lo llamara el Cardenal Mahony informándole que el Papa Juan Pablo II lo había nombrado Obispo Auxiliar de Los Ángeles, y esto le dio otro giro a su vida.
“Al principio sentí que tenía que haber otros más capacitados que yo, con más estudios de los que tuve después de la ordenación; mayores que yo, que eran mis héroes y a quienes veía como líderes de la Iglesia. Le comenté esto al Cardenal, y me dijo: “Has sido párroco, el oficio más alto de la Iglesia, el que está al cuidado de las almas, no te sientas menos que los demás”, cita.
Entonces en 2004 lo ordenaron Obispo Auxiliar, y en 2005 fue a Costa Rica donde pasó varias semanas y tuvo la oportunidad de celebrar la Santa Misa en la Basílica. “La Patrona de Costa Rica es también la Reina de los Ángeles. Por eso para mi escudo de armas como Obispo, puse las alas de los ángeles, portando la Rosa Mística, la Virgen de los Ángeles. Y le puse la corona encima para unir a las dos Vírgenes, la de Costa Rica y la de los Ángeles”, comenta.
“Para mí personalmente como Obispo Auxiliar lo más importante es tener el privilegio de ordenar a un Sacerdote, para que la Eucaristía siga en futuras generaciones. Es que la Eucaristía es alimentar, darle pan al que no tiene, luchar por la justicia, dar el conocimiento de Dios para continuar conociéndolo más y más”, afirma, enfatizando que tanto párrocos como Obispos siguen el llamado del Evangelio de predicar, bendecir al pueblo de Dios y alabarlo. “Lo que hacemos día con día es Evangelizar, esa misión a la cual nos ha llamado Juan Pablo II”.
Desde el Seminario hasta su Ordenación Episcopal ocurrió bajo el Papado de Juan Pablo II. “Él era un sacerdote para el mundo; llevaba la luz del Evangelio a todas partes. Tanto deseaba estar con los jóvenes… y ante su presencia ellos aclamaban: John Paul II, we love you!, en la Plaza de San Pedro. Y él les decía: I love you more!”, expresa emocionado al recordar estos pasajes en sus visitas al Vaticano.
LA FAMILIA
El Obispo Auxiliar Salazar considera que un líder religioso no puede ser indiferente a las injusticias sociales que vive su pueblo. Según comenta, un gran reto que enfrenta en su carrera religiosa es “tratar de que haya justica para toda la gente que vive ahora en Estados Unidos bajo un sistema de leyes injustas que están dividiendo familias”.
En el pasado se involucró por ejemplo en ayudar a las personas que solicitaban Amnistía en 1986, cuando estaba en la Iglesia San Gregorio. También ha ayudado en la búsqueda de empleo, con la experiencia que adquirió asistiendo de niño a sus padres a llenar solicitudes, ya que ellos no dominaban el inglés.
Su padre falleció en 2003, pero aún le queda su madre y dos hermanas.
“Mis padres siempre han sido un ejemplo para mí. Y siempre recuerdo lo que me dijo el Obispo Manuel Moreno el día de mi primera Misa: ‘Acuérdate que uno no puede ser más que los padres. Ellos te dieron el don de la vida y de la fe’… y así ha sido. Yo sigo aprendiendo de ellos. Por eso es tan importante que la pareja trate de ser un espejo del amor de Dios en el mundo; ese amor que yo sentí en el lugar donde crecí”. VN
PREGUNTITAS
• COMIDA: “Me encanta la comida mexicana, asiática, francesa, pero en verdad no hay nada que a mí no me guste”.
• COCINAR: “¿Si sé cocinar? ¡Cómo no! Me gusta mucho hacer barbacoas de vez en cuando e invitar a sacerdotes, amigos y familia. Disfrutar de agradable compañía con una buena comida”.
• DEPORTES: Cuando era más joven practicaba “cross- country”’, correr largas distancias. Me gustaba mucho hacer ejercicio y correr. Competí en High School, y en ese entonces corría alrededor de 20 millas por semana”.
• TIEMPO LIBRE: “Me gusta ir al cine, a la playa y pescar. Me encanta el mar. El lugar favorito para pasar mis vacaciones es en Hawaii. A veces tengo la oportunidad de ir con la familia y pasar dos o tres semanaS allí”.
• PASATIEMPOS: “Me encanta la mecánica. Me gustaba mucho trabajar en los carros. En una ocasión me puse a desarmar un motor; lo llevé a que le dieran servicio, y volví a armarlo. Me decían que no iba a encender ese carro, pero si funcionó. Lo tuve por mucho tiempo”.
• MENSAJE PARA LOS JÓVENES: “Lo mismo que les dijo Juan Pablo II: ‘No tengan miedo; vivan sus vidas porque Jesús vino a darnos la felicidad. No tengan miedo de invitar a Jesús a sus vidas’”. VN
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