‘TODAS LAS GENERACIONES ME LLAMARÁN BIENAVENTURADA’

La fiesta de la Inmaculada Concepción (8 de diciembre) cae en el segundo domingo de Adviento este año, lo cual combina la Misa de guardar del domingo con esta tradicional celebración mariana. En 1854 el Papa Pío IX definió el dogma de la Inmaculada Concepción en la encíclica Munificentissimus Deus, que promulgó el hecho de que “desde el primer momento de su concepción…. María fue preservada de toda mancha del pecado original”. (Un dogma de la Iglesia es un artículo de fe que es declarado de manera infalible).

Sin embargo, ya desde el siglo quinto, los cristianos profesaban la creencia de que María estuvo libre del pecado original, como se simbolizaba en el reconocimiento que de esto tuvo su madre, Santa Ana, en la concepción de la Santísima Virgen. Hacia el siglo VII esta creencia se incrementó y para el año 1476, el Papa Sixto IV (en honor del cual fue nombrada la Capilla Sixtina) instituyó una Misa especial y el Oficio de la Concepción de María. El Papa Clemente XI, en 1708, proclamó este día como día de precepto, pero no fue sino hasta 1854 en que se definió como dogma de la Iglesia. Apenas cuatro años más tarde, en Lourdes, Francia, la Santísima Virgen se le apareció a Bernadette, diciéndole que ella era la “Inmaculada Concepción”. Éste es ahora uno de los cuatro dogmas relativos a María, y ella ha sido designada como la Patrona de Estados Unidos.

Como lo declaró el Papa Pío IX, María “no fue purificada del pecado, sino preservada de contraer el pecado original”. En la lectura del Evangelio de Lucas para la fiesta del lunes, el Ángel Gabriel dice: “¡Alégrate, llena de gracia! El Señor está contigo”. Y la respuesta de María es, simplemente, “Yo soy la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. La Inmaculada Concepción es una de las tres principales fiestas marianas en su honor, junto con la Solemnidad de la Madre de Dios, el 1º de enero y la Asunción, el 15 de agosto (celebrada ya desde el siglo VI, reconociendo que su cuerpo fue “asunto” al cielo). Su mayor aclamación de fe se encuentra en Lucas 1,47: “Mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador”. VN

Share