SER MÁS SOLIDARIOS EN 2019
(fOTO: SOLIDARIDAD- En el Valle de Coachella, el ‘Centro Galilea’ brinda alimentos y alojamiento a trabajadores migrantes. / CENTRO GALILEA).
Por DR. J. ANTONIO MEDINA
Muchos programas de televisión y radio han dedicado amplios segmentos en estos días a los propósitos del año: bajar de peso, hacer ejercicio, o ahorrar dinero… Y es bueno que nos tracemos buenos propósitos siempre y cuando tengamos la constancia para poner en acción las disciplinas que se requieren.
Yo sugiero para el año que empieza que nos demos un tiempo para observar a nuestro alrededor y poner atención a las necesidades de aquellos con quienes convivimos. Y si es posible, ampliar nuestro perímetro de observación hacia otros que quizás no son los más cercanos, pero que tienen necesidades que cada uno de nosotros puede ayudar a paliar o resolver.
Frente a una cultura individualista y obsesionada por tener cosas, podemos proponer una manera más humana de relacionarnos los seres humanos: la cultura de la solidaridad. En realidad es algo que está en el núcleo del Evangelio y que el Papa Francisco lo ha sugerido en todos sus documentos recientes. Podemos empezar el cambio en el pequeño espacio de nuestras actitudes personales, pero este cambio se pude extender a nivel más amplio en la parroquia y en la Arquidiócesis.
El acento está en sensibilizarnos a las necesidades de los otros. Puede ser tan sencillo como sensibilizarnos a las necesidades de la anciana que vive cerca y que no tiene quien le transporte a sus citas médicas. O la necesidad de ayudar a practicar su inglés a nuestro vecino que tiene una cita de empleo; o ayudarle a hacer la tarea a nuestro hermano que tiene poca disciplina para sus deberes escolares. El asunto es darnos el tiempo para ayudar a los que nos necesitan, y las posibilidad son tan amplias como la cantidad de personas con las que nos relacionamos.
Servir
Esta actitud se puede ir ampliando a formas más estructuradas de ayuda y solidaridad, y en eso no tenemos que “inventar la pólvora”. Hay organizaciones que hacen esto desde hace muchos años. La más grande organización de voluntariado de la Iglesia Católica se llama “Cuerpo Jesuita de Voluntarios” (Jesuit Volunteer Corps). Esta organización ofrece oportunidad de voluntariado a jóvenes, especialmente a aquellos que ya están en la universidad o recién egresados. A éstos se les ofrece la oportunidad de dedicar un año a servir de acuerdo a sus propios talentos en una área necesitada del mundo, puede ser en el propio país o en otros países, pero deben salir de su casa y vivir en otro ambiente con un estilo de vida sencillo, si es posible similar al de las personas a las que sirve.
Muchos de ellos atienden temas de salud o apoyan en asuntos legales o simplemente facilitan procesos de ayuda para personas necesitadas. Hay jóvenes en este voluntariado que ayudan en algunos estados de la Unión Americana a niños y adolescentes que están en “foster homes” o “casas de acogida” para lidiar con el sistema burocrático. Otros ofrecen apoyo legal en asuntos de inmigración; hay otros que salen a zonas empobrecidas en diferentes países y ofrecen sus servicios de acuerdo a sus talentos, formación y entrenamiento específico que reciben. El objetivo fundamental no sólo es la ayuda directa a personas necesitadas, sino darle la oportunidad a los jóvenes de convivir, de experimentar en carne propia lo que es la pobreza y vivir con un presupuesto limitado. Puede informarse más de esta organización en: www.jesuitvolunteers.org
Este es sólo un ejemplo, pero hay otras muchas oportunidades de voluntariado en instituciones católicas o de inspiración católica. Hay otras oportunidades de voluntariado en centros regionales que atienden problemas específicos. Uno de estos centros de servicios sociales es el “Centro Galilea”, dirigido por Gloria Gómez y Claudia Castorena en el Valle de Coachella. Ofrecen servicios de comida y espacio para estancia a los trabajadores migrantes del Valle de Coachella. Actualmente también sirven a los migrantes centroamericanos en su camino para llegar a reunificarse con sus familias en diferentes ciudades de Estados Unidos. Este centro de servicios ha congregado a muchas organizaciones e instancias gubernamentales para ayudar a los más pobres entre los pobres. Son muy eficientes en los servicios que provee y siempre están necesitando voluntarios para ayudar a más personas necesitadas. Puede tener más información de este centro en: https://galileecenter.org
Escuela de humanidad
Hace unos días leí en una revista que se llama “US Catholic” un artículo que me impactó, especialmente por su título “How Jesuit Volunteer Corps ruins you for life” (Cómo el Cuerpo Jesuita de Voluntarios te marca de por vida). Está escrito por una mujer cuyo hijo completó algunos años de servicio en esta organización, y cómo él y la mayor parte de sus amigos que compartieron esa experiencia quedaron marcados de por vida, impactados por la experiencia y con la conciencia de que sus vidas debían seguir siendo solidarias con los más pobres. Ella misma participó de una experiencia semejante en su juventud y narra cómo su vida y la de los que compartieron esa experiencia los hizo profesionistas solidarios el resto de su existencia. Sus experiencias la marcaron para aceptar en sus años jóvenes de matrimonio la tarea de adoptar a niños abandonados o de cuidarlos bajo el sistema de “Foster home”. También narra como todos sus amigos con aquellas experiencias se desarrollaron profesionalmente trabajando para instituciones de ayuda y solidaridad. El verdadero mensaje del artículo de la revista es que una experiencia de solidaridad en la juventud te marca para servir toda tu vida.
Quizás 2019 sea un buen año en que gastemos nuestras energías personales e institucionales en implementar oportunidad de servicio para jóvenes y adultos en las parroquias y Arquidiócesis. Siguiendo esos modelos que ya existen, y aprovechando la experiencia de quienes han servido como voluntarios, que se ofrezca a los jóvenes recién confirmados y a otros jóvenes, oportunidades más estructuradas de voluntariado para servir a los más necesitados de nuestras comunidades. Quizás contactar otras diócesis en el país o fuera de aquí que tengan ya formas de de servicio estructuradas en las que los jóvenes previamente capacitados puedan servir y aprender de los más pobres. No como una forma nueva de turismo pero sí como una escuela de humanidad. Pero no sólo a los jóvenes, los adultos también podemos dedicar horas de nuestra vida a servir. Algunas parroquias tienen los comedores para pobres o las obras de San Vicente, pero debemos desarrollar nuevas iniciativas. Una Iglesia que no sirve, no atrae, no convence. Como dice el Papa Francisco: sólo se preocupa de sí misma, de su subsistencia, y eso es la muerte porque donde no hay amor y servicio no hay vida.
Cada uno de nosotros puede trazarse como tarea fundamental durante el año 2019 ser solidario. Si lo hacemos impactaremos realmente la vida de muchas personas cercanas a nosotros, y poco a poco influiremos para que nuestro país y nuestro mundo formen a sus ciudadanos en la cultura de la solidaridad, del amor verdadero, de la integración y del bien común. VN
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