
SER OBISPO ES UN PRIVILEGIO PARA EL SERVICIO
(Los tres nuevos obispos auxiliares para la Arquidiócesis de Los Ángeles son: Monseñor Robert Barron, Monseñor Joseph Brennan y Monseñor David O’Connell. Los Ángeles, California. Fotografía de Victor Alemán / vida-nueva.com).
Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ
Arzobispo de Los Ángeles
11 de septiembre de 2015
[Nota del editor: La columna del Arzobispo esta semana es una adaptación de la homilía que pronunció en la Misa de Ordenación de Mons. Joseph V. Brennan, Mons. David G. O’Connell, y Mons. Robert E. Barron, como obispos auxiliares de la Arquidiócesis de Los Ángeles, el 8 de septiembre pasado en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles.]
Hoy damos gracias porque el Papa Francisco nos ha dado a estos tres excelentes hombres para que sean Obispos Auxiliares para la familia de Dios aquí en la Arquidiócesis de Los Ángeles.
Nuestro Santo Padre ha dicho que hay tres cualidades básicas que hemos de buscar en un obispo, como lo indica la famosa expresión: “Si es santo, que pida por nosotros. Si es sabio, que nos enseñe. Y si es prudente, que nos gobierne”.
¡De manera que hoy estamos alegres, porque vamos a ordenar a tres excelentes sacerdotes, elegidos porque son hombres de oración, de inteligencia y prudencia!
Mis queridos obispos-electos, el Señor los ha llamado por su nombre. Hoy con la fuerza de su Espíritu, los va a ungir para que sean sucesores de los apóstoles y pastores de almas, para que se dediquen a enseñar, a santificar y a nutrir a la familia de Dios.
Las palabras de Jesús que hemos escuchado en el Evangelio de hoy fueron dirigidas en primer lugar a sus Apóstoles, y ahora se dirigen a ustedes:
Ustedes son la sal de la tierra…
Ustedes son la luz del mundo…
Brille así su luz ante los otros,
de modo que cuando vean sus buenas obras,
glorifiquen a su Padre celestial.
Hermanos, “ustedes son la sal de la tierra”. Recuerden siempre de dónde provienen. Nunca piensen que el hecho de ser obispos los hace mejores o los pone “por encima” de los demás.
Ser obispo es un privilegio para que podamos servir. No es un privilegio de estatus o posición.
Ustedes están llamados a llevar la Cruz de Cristo y a ser testigos de su Resurrección. Están llamados a dar su vida como un don para los demás, tal como lo hizo Cristo. Están llamados a sacrificarse y a “morir a ustedes mismos” para que otros puedan tener vida.
San Pedro nos dice en la segunda lectura de hoy: “No actúen como si fueran los dueños de las comunidades que se les ha confiado, sino dando buen ejemplo”.
Ése es un buen consejo. Viene del primer obispo de Roma, del primer Papa. Como obispos, son siervos de la esperanza. Y siempre prestarán un mejor servicio a través de su propio ejemplo.
Permanezcan pues, cercanos a la gente, especialmente a los pobres y los pequeños, a los vulnerables y a los débiles. Tengan especial cuidado de las familias, de los jóvenes y de los ancianos. Conozcan las alegrías, las esperanzas y las preocupaciones de las personas. Háblenles a sus corazones y llénenlos de esperanza.
Decir que son “la sal de la tierra” significa que están llamados a añadir un “sabor” espiritual y sobrenatural a las realidades ordinarias de la vida cotidiana de las personas.
Con su ejemplo, enséñenles la alegría que proviene de conocer el amor de Dios y su plan para la creación y para la historia. Llámenlos a gustar y ver la bondad de Dios, y el don celestial que se nos ofrece en la Eucaristía y en los Sacramentos.
Hermanos míos, ustedes son “la luz del mundo”. Así como el profeta Isaías en la primera lectura de hoy, en este día ustedes están siendo ungidos y están siendo enviados a este mundo.
Hermanos, cuando las personas recurran a ustedes, estarán buscando un amigo, un hermano y un padre. Pero, más que nada, estarán buscando que ustedes les muestren el rostro de Dios.
La misericordia es el rostro de Dios. Y por lo tanto, la misericordia debe ser la forma de su ministerio como obispos.
¡La misión del obispo depende de su imitación radical de Cristo! Y esto, porque en el rostro de Jesús vemos el rostro misericordioso del Padre. Mientras mejor imiten a Jesús, mientras más intenten ser como Él, más reflejarán la imagen viva de Dios ante la gente.
Entonces, ¡que su luz brille en el mundo, hermanos míos!
Pero recuerden siempre que la luz de la que son portadores no es suya. Su misión es la de irradiar y reflejar la luz de Cristo, y la de llevar esta luz a los demás.
Permítanme ofrecerles una nota final.
Es algo realmente hermoso que ustedes estén siendo ordenados el día de hoy, que la Iglesia recuerda como el cumpleaños de la Virgen María, nuestra Madre Santísima.
La paternidad espiritual del obispo depende de la maternidad espiritual de María. Intensifiquen y profundicen entonces su amor a María, hermanos míos.
Hermanos y hermanas, unamos nuestros corazones en oración por nuestros nuevos obispos y por este nuevo comienzo para la familia de Dios aquí en la Arquidiócesis de Los Ángeles.
Y que nuestra Santísima Madre María, la Reina de los Ángeles y Reina de los Apóstoles, siga caminando con nosotros en nuestro camino hacia la santidad y la esperanza. VN
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