Sal y luz

Sal y luz

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ
Arzobispo de Los Ángeles

10 de marzo 2017

Hasta el momento, este Año Nuevo ha sido todo un torbellino.

Estaba yo leyendo que un columnista de Washington describió el otro día la manera cómo se ven las cosas desde la capital de la nación: “Estamos viviendo momentos determinantes en la historia y nadie sabe aquí hacia dónde vamos o en qué terminará este período. Todos —la izquierda, la derecha y el centro— sienten que la tierra se hunde bajo sus pies. Están pasando demasiadas cosas”.

Creo que todos experimentamos lo mismo, incluso aquí, del otro lado del país, en Los Ángeles, pues tenemos la sensación de que las cosas están inestables e inciertas, y de que no sabemos qué pasará después.

Como dije en mi columna de la semana pasada, mucho de esto es innecesario y podría haber sido evitado. Debería haber sido evitado. Porque estamos asustando a gente buena que no debería tener que vivir de esa manera.

En medio de todo esto, es importante que nos mantengamos juntos, para tomar fuerzas unos de otros y para mantener nuestros ojos fijos en Jesús.

Estaba yo dando la homilía el otro día aquí en nuestra capilla del Centro Católico Arquidiocesano y la primera lectura fue de la Carta a los Hebreos: “Perseveremos en correr la carrera que está ante nosotros, manteniendo los ojos fijos en Jesús”.

Me parece que esto debería ser nuestro “plan de acción” en este tiempo de transición e incertidumbre. Dije antes de la elección que no importaba a quién eligiéramos como nuestro presidente, pues Jesucristo sigue siendo nuestro rey. Y eso es cierto. Tenemos que mantener nuestros ojos fijos en Jesús.

Y mientras me preparaba para la Misa este pasado domingo, me puse a reflexionar sobre las palabras de Nuestro Señor en el Sermón de la Montaña. Y nuevamente, encontré un “plan de acción”. Ahí, Jesús, nos habla a cada uno de nosotros, personalmente. Nos dice: “Tú eres la sal de la tierra. …Tú eres la luz del mundo”.

Esta es nuestra misión como católicos. Cada uno de nosotros tiene un papel qué desempeñar en esa misión. No importa lo que esté pasando en este país, estamos llamados a ser sal y luz.

Estas imágenes que usa Jesús son interesantes. Porque la sal y la luz realmente no existen para sí mismas. No comemos la sal por sí misma. La utilizamos para dar sabor a otros alimentos. Lo mismo sucede con la luz. Encendemos una luz para poder ver cuando está obscuro.

Jesús está usando estas imágenes para decirnos que nuestras vidas no nos pertenecen. Le pertenecemos a Dios y estamos aquí para servir a los propósitos de él.

Estamos llamados —todos nosotros— a ser discípulos misioneros. No importa quiénes seamos o cuál sea nuestro papel en la Iglesia. Jesús nos está enviando, a cada uno de nosotros, a este mundo para ser sal y para ser luz.

Él nos está enviando a ser la sal de la tierra. Él nos está llamando para agregar un “nuevo sabor” al mundo. Para “sazonar” las cosas de este mundo con una perspectiva cristiana, con la sabiduría del Evangelio, con la promesa del amor y de la misericordia de Dios. Estamos llamados a compartir con todos la hermosa visión que Cristo tiene de la vida y de la sociedad humanas.

No podemos permitir que nuestra identidad católica sea “diluida”. Esta es la tentación de nuestra sociedad, que se está volviendo profundamente “secularizada” y está haciendo de Dios un “extranjero” en el mundo que él mismo creó.

Como sociedad, estamos perdiendo nuestro “gusto” por Dios y por las cosas del Espíritu. Nos estamos alejando, cada vez más, de los valores y virtudes que Dios nos dio, diciendo que éstos ya no son relevantes para nuestro gobierno y para nuestra economía, para nuestra cultura y para nuestras vidas personales.

Y, como resultado, la gente se está volcando sobre sí misma. Las personas se están volviendo más egoístas, más aisladas. Más insensibles e indiferentes a las necesidades de los demás.

Y la tentación que se nos presenta es simplemente la de “dejarnos llevar” por esa tendencia, perdiendo lo que es distintivo de nuestro ser católico, de nuestro ser seguidores de Cristo. No podemos darnos el lujo de convertirnos en cristianos tibios y anónimos. Eso es lo que esa imagen de la “sal” significa para mí.

Tenemos que perseguir las más elevadas exigencias de Jesús en la forma en que actuemos y en la manera en que hablemos. Especialmente con aquellos que no están de acuerdo con nosotros o que tienen opiniones diferentes a las nuestras.

Jesús nos llama a amar a nuestros enemigos. Cuando pienso en la retórica que proviene de nuestra clase política y de los movimientos de protesta, veo que estamos muy lejos de eso.

Pero nuestras acciones, nuestras actitudes y nuestras palabras son importantes, todas ellas. Porque todo esto contribuye a la “ecología humana”, al ambiente moral y espiritual de nuestra sociedad. Necesitamos ser sal y luz y necesitamos llamar a nuestros prójimos a buscar la paz, la justicia y un terreno común.

Oren por mí esta semana, que yo oraré por ustedes. Sigamos orando por nuestro país y por nuestros líderes, y pidámosle a la Santísima Virgen María que nos ayude a mantener nuestros ojos fijos en Jesús y a ser sal y luz en estos inquietantes días. VN

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