REFLEXIONES ACERCA DEL PAPA EN LA CONFERENCIA DE OBISPOS CATÓLICOS DE LOS ESTADOS UNIDOS

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles

15 de noviembre de 2013

Les escribo desde Baltimore, en donde esta semana mis hermanos obispos y yo nos encontramos reunidos para la asamblea anual de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos.

Nuestro programa ha estado muy lleno. Pero en el de fondo de nuestro encuentro hemos tenido la figura del Papa Francisco. Esta es nuestra primera reunión en forma desde su elección. Y el ministerio y las iniciativas de nuestro Santo Padre han dado mucho de qué hablar y han provocado gran entusiasmo.

“El Papa Francisco ha causado una gran impresión por la atracción que ha ejercido y por la capacidad de cautivar los corazones de los hombres y mujeres de todo el mundo, al invitarlos a encontrarse personalmente con Cristo en sus vidas”, dijo el delegado del Papa en los Estados Unidos, el Nuncio Apostólico, Arzobispo Carlo Viganò.

En su discurso a los obispos, el Arzobispo Viganò conectó la visión del Papa Francisco con el tema de la evangelización que ha preocupado a todos los Papas desde el Concilio Vaticano II.

Me estoy dando cuenta, cada vez más, de cómo la visión pastoral del Papa Francisco es una continuación de los temas abordados por los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI. Al igual que sus predecesores, el Papa Francisco entiende que la Iglesia debe anunciar a Cristo a una sociedad moderna que se enfrenta con una profunda crisis moral y espiritual.

No se trata solamente de que muchos de nuestros prójimos no compartan las creencias de la Iglesia acerca de cuestiones fundamentales como el aborto, la sexualidad y el matrimonio. Esto es algo cierto y preocupante. Pero esos problemas son señal de problemas más profundos. Son señales de que nuestra sociedad se ha alejado de Dios para abrazar lo que el Papa Francisco llama los “ídolos” de una visión materialista del mundo.

El Papa quiere que veamos que estos graves problemas que enfrentamos en la sociedad tienen sus raíces en esta básica visión materialista del mundo. Visión que percibe todo sólo en función de lo que la ciencia puede probar y de lo que la tecnología puede hacer. Así, la vida humana es reducida sólo a las preocupaciones materiales. La vida no tiene entonces un propósito más elevado, o una dirección definida, excepto la de buscar sentirse mejor o “más cómodos”.

Ante estos ídolos, la predicación y el testimonio de la Iglesia deben alcanzar niveles más profundos. Tenemos que dirigirnos a las necesidades más profundas de nuestros prójimos, encontrando nuevas maneras de hablar a sus corazones y a sus mentes.

Nuestros prójimos tienen hambre de saber que hay algo más que tan sólo este mundo material. Tienen hambre de conocer el amor y la misericordia de Dios, así como también el cuidado que Él tiene del mundo y de cada persona.

De esto es de lo que ha estado hablando el Papa en su famosa descripción de la Iglesia como un “hospital de campaña después de la batalla”.

El Papa Francisco ha dicho: “¡Es inútil preguntarle a una persona gravemente herida, si tiene el colesterol alto o cuál es su nivel de su azúcar en la sangre!”. Hay que curarle las heridas. Entonces podemos hablar de todo lo demás. Sanar las heridas, sanar las heridas. … Y hay que empezar desde cero”.

La herida más profunda en la vida moderna es la herida causada por la pérdida de Dios. De esta herida vienen todas las demás heridas que experimentamos, inclusive las cuestiones morales graves y la confusión espiritual que vemos en todas partes.

Entonces, el reto para la Iglesia es sanar estas heridas. Y como bien sabemos, sólo Jesús puede sanar verdaderamente. Así que nuestra prioridad en la Iglesia y en todo lo que hacemos debe ser Jesucristo. Tenemos que anunciarle a nuestros prójimos la buena noticia de que Jesús los ha salvado. Tenemos que mostrarles, con el testimonio gozoso de nuestras propias vidas, lo que significa la salvación: la hermosura de vivir como hijos de Dios en su familia, que es la Iglesia.

Una vez que las personas conozcan a Jesús, una vez que conozcan su amor y su ternura hacia ellas, podrán apreciar las hermosas enseñanzas de la Iglesia acerca de la moralidad y el significado de la vida.

Esta es la visión de nuestro Papa acerca de la nueva evangelización de la cultura. Y esto me recuerda lo que nuestro Papa emérito Benedicto XVI solía decir:

“El cristianismo, el catolicismo no es un conjunto de prohibiciones; es una opción positiva. … Hemos oído tanto hablar acerca de lo que no está permitido, que ahora es el momento de decir: tenemos una idea positiva que ofrecer, que el hombre y la mujer están hechos el uno para otro. … Por lo que se refiere al aborto —“¡No matarás!”— … Hemos de suponer que esto es algo obvio, y hemos de enfatizar, más bien que la vida de la persona humana comienza en el seno materno y que la persona humana sigue siéndolo hasta su último aliento. … Pero todo esto es más claro si se expresa, primero, de una manera positiva”.

Estamos en un nuevo y emocionante momento de la Iglesia. Por lo tanto, oremos esta semana por el Papa y por los obispos de nuestro país.

Y pidámosle a nuestra Santísima Madre María que nos enseñe la manera de acompañar con misericordia a nuestros hermanos y hermanas. Porque, como ha dicho el Papa Francisco: “Sin misericordia, tenemos pocas posibilidades actualmente de llegar a formar parte de un mundo de personas ‘heridas’ y necesitadas de comprensión, de perdón y de amor”.VN

El nuevo libro del Arzobispo José H. Gomez, “La inmigración y la América por venir”, está disponible en la tienda de la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. (www.olacathedralgifts.com).

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