¿QUÉ HACER CUANDO MUERE UN SER QUERIDO? SACERDOTE OFRECE UNA GUÍA DESDE LA FE CRISTIANA
Imagen referencial de la muerte de una persona. | Crédito: Syda Productions
Cuando muere una persona cercana surgen preguntas que tal vez no se habían tenido antes: ¿qué pasa con el cuerpo?, ¿qué prácticas son correctas?, ¿qué dice la Iglesia Católica sobre la cremación o la donación de órganos? El sacerdote mexicano Daniel Rayas Treviño compartió una guía para los católicos sobre cómo afrontar la muerte con respeto y esperanza cristiana.
EL CUERPO HUMANO: UN TEMPLO SAGRADO
El sacerdote, quien es formador espiritual del Seminario Conciliar en Zacatecas, impartió una conferencia virtual sobre “La Muerte y la Vida Eterna” en el marco del Día de los Muertos, recordando que el cuerpo humano posee dignidad incluso después de la muerte.
“El cuerpo es sagrado desde su concepción en el vientre de su madre, pero también el cuerpo sigue siendo sagrado y digno de amor, de cariño y de respeto, inclusive después de la muerte”, afirmó.
Si bien “el alma sube a Dios y el cuerpo queda aquí en la tierra”, aclaró que eso no significa “despreciar o descuidar” el cuerpo. Por el contrario, explicó, debe tratarse con el mismo respeto con que fue cuidado en vida.
TENDENCIAS MODERNAS Y RESPETO AL CUERPO
En años recientes han surgido prácticas alternativas como los cementerios naturales o el llamado compostaje humano, que consiste en transformar los restos en abono orgánico. El P. Rayas advirtió que esta práctica es “inaceptable porque tiende a identificar el cuerpo con la composta y el abono comunes”, lo que calificó como “una falta de respeto”.
Explicó que la sepultura tradicional cumple una función no solo sanitaria, sino espiritual y comunitaria. La razón para ponerse en ataúdes es tener “un punto de referencia donde quedó el cuerpo, que es donde se puso precisamente el féretro”, señaló.
Aunque con el tiempo “el ataúd y el cuerpo se descomponen, el punto de referencia ahí está” y “cuando se dio el rito se hizo con ese cariño y el respeto del lugar donde quedan los restos de nuestro ser querido”.
Asimismo, el sacerdote recomendó evitar entierros en casas o jardines particulares, ya que “no es recomendable hacerlo fuera de cementerios o lugares consagrados donde descansan otros difuntos”.
LA CREMACIÓN, UNA PRÁCTICA PERMITIDA
En 2016, el Vaticano publicó la instrucción Ad resurgendum cum Christo, donde se recuerda que la sepultura de los cuerpos “favorece el recuerdo y la oración por los difuntos” y “custodia la comunión entre los vivos y los muertos”. Sin embargo, el documento aclara que la cremación no está prohibida, salvo que se elija por razones contrarias a la fe.
El Padre Rayas recordó que en otros tiempos “grupos heréticos” usaban la incineración como “un acto de desafío contra la Iglesia, contra Dios y contra la fe”, pero aclaró que hoy la Iglesia Católica acepta la cremación siempre que se haga con respeto.
Asimismo, indicó que “debe realizarse después de una Misa fúnebre”. Las cenizas pueden presentarse en una segunda Misa “donde se van a poner a descansar”.
Por otro lado, advirtió que no deben esparcirse en playas, bosques o lugares no consagrados, ya que “los restos cremados deben ser tratados con el mismo respeto y la misma dignidad con la que se trataría un cuerpo, porque, aunque son restos óseos, es cuerpo”.
Por ello, recomendó conservar las cenizas en osarios o columbarios, lugares bendecidos para ese fin. También rechazó prácticas recientes como fabricar joyas con cenizas o repartirlas entre familiares, recordando que sólo los santos y mártires son venerados mediante la división de sus reliquias.
Si bien es posible mantener las cenizas en casa, el sacerdote advirtió que “se corre el riesgo de que el cuerpo sea desacralizado”.
LA DONACIÓN DE ÓRGANOS: UN ACTO DE AMOR
Sobre la donación de órganos, el P. Rayas citó la encíclica Evangelium Vitae, en la que San Juan Pablo II afirmó que quien dona órganos “realiza un acto de heroísmo cotidiano”.
“El donar órganos le ofrece a otras personas una segunda o tercera oportunidad de vida y de salud”, señaló el sacerdote. Por eso, explicó, la Iglesia Católica recomienda la donación, siempre que se haga “sin recompensa, como un acto generoso y sin recibir paga alguna”.
Añadió que también pueden donarse cuerpos con fines médicos o científicos, pero advirtió que “deben de guardarse siempre con el requisitos de amor y de respeto”.
SUPERSTICIONES Y FALSAS CREENCIAS
El sacerdote también abordó algunas prácticas populares que, aunque extendidas, no tienen base en la fe católica.
Entre ellas está la costumbre de colocar una cruz de cal, sal o arena blanca en el sitio donde fue velado el cuerpo. “Normalmente dicen que no hay que levantarla hasta que se acabe el novenario de Misas o de Rosarios que se hace por los difuntos”, explicó. Sin embargo, aclaró que “no es católica así al 100 por ciento, nació de la devoción popular”.
“Debemos de tener cuidado es de atribuirle a esa cruz de sal o de arena como valores mágicos, como si algo pudiera pasar”, aclaró.
También desmintió otras creencias, como la idea de que el alma del difunto permanece en el lugar donde vivió, y recordó que la “Iglesia Católica nos enseña que una vez el alma se separa del cuerpo va a la presencia de Dios los difuntos”.
Asimismo, descartó supersticiones como el temor a cargar el ataúd por miedo a atraer la muerte o la creencia de que usar la ropa del difunto da mala suerte. “No hay que creer tampoco“, afirmó que eso “es más de esoterismo y de brujería que cualquier otra cosa”. VN








































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