PADRE HONDUREÑO LUCHA CONTRA DEPORTACIÓN DE SUS TRES HIJOS

El sueño de Margarito Mejia de ofrecer una vida mejor a sus hijos se ha visto frustrado por una orden de deportación que enfrentan los niños, a pesar de sus intentos de protegerlos de los abusos que sufrieron en Honduras.

Aunque el Servicio de Inmigración ha insistido en deportar a Wendy de 14 años, Ixy de 13 y Tony de 10 durante el año y medio que ha durado el proceso en corte, Mejia no ha perdido la fe en Dios ni en la justicia.

“Les digo a mis hijos ‘no tengan miedo, yo estoy con ustedes'”, dijo Mejia, acogido desde el 1998 al Estatus de Protección Temporero (TPS) y que con gran esfuerzo logró tener su propia compañía de construcción

“Tengo fe en que vamos a lograrlo. No somos gente que hacemos daño a nadie. Estamos positivos que vamos a ganar”, afirmó en el hogar que compró para sus hijos y que además comparte con su nueva esposa, María Chicas, quien cuida a los niños a los que ha acogido como propios.

Mientras conversa del caso con Efe, no pasa desapercibida para él la alegría y tranquilidad que muestran Wendy, Ixy y Tony que juntos ven televisión o juegan en el patio de su casa en Long Island aprovechando el cálido día de invierno.

La próxima audiencia ante las autoridades está prevista para el 20 de noviembre cuando el abogado David Sterling presentará evidencia para sostener su reclamo de asilo político para los menores.

Mejia, que emigró solo a EEUU en 1998 luego de que su esposa lo abandonara con los niños, pidió que sus hijos fueran dejados junto a él basado en que fueron maltratados físicamente por los familiares con quienes vivían hacinados y que incluso Wendy e Ixy fueron molestadas sexualmente por un primo.

Entre la evidencia presentada en la corte figura una carta del sicólogo Roy Aranda en la que señala que los niños muestran ansiedad y desorden post traumático por el estrés de lo vivido en Honduras.

Concluye que el estilo de vida que los menores tienen junto a su padre y su esposa sería “alterada dramáticamente” si regresan a Honduras y su salud emocional “sería significativamente impactada”.

“Una de las niñas tiene dos cicatrices de quemaduras (en el brazo). Pusieron una cuchara al fuego y se la pegaron y dicen que una fue la abuela y la otra, un primo grande”, dijo Mejia al recordar con dolor lo que sufrieron los niños.

“Lo primero que hice al llegar a Morelos (tras emigrar de Honduras) fue coger prestados cinco dólares para llamar a mis hijos. Cuando llegué a EEUU mi primer salario fue para mis hijos”, comentó.

Mejia, quien lamenta no contar hasta ahora con el apoyo del gobierno de su país, se estableció en Brentwood, Long Island, desde que llegó a Nueva York y comenzó a trabajar como obrero de la construcción.

“Como la mayoría del trabajo (reparaciones de casas) las hacía yo un día me pregunté por qué no podía tener yo mi propia compañía. Hice unas tarjetas y en una bicicleta comencé a repartirlas y poco a poco me fueron llamando”, señaló y recordó además la ayuda que tuvo de su entonces jefe en la construcción.

Para sobrevivir y economizar dinero para sus hijos “comía lo necesario y lo que era más barato”.

“Sufrí, porque para un padre la falta de los niños es un sufrimiento grande. Cuando uno llega de trabajar los acaricias, los llevas a bañar al río”, señaló.

“Nunca supe lo que pasaba porque nunca los ponían a que hablaran conmigo en privado. Pensé que tenían buen cuidado porque yo mandaba dinero mensual”, comentó y agregó que al enterarse de lo que ocurría se desesperó y quiso regresar a Honduras.

No obstante, un familiar le aconsejó que siguiera trabajando y se ofreció para traer los niños, pero juntos fueron detenidos en El Paso, Texas en el 2005.

Tras la negativa de Inmigración de cerrar el caso de deportación para que los niños permanezcan en EEUU, Sterling recurrió al asilo como último intento para evitar que sean devueltos a la ciudad de Tocoa, en el departamento de Colón y poner en peligro su bienestar.

“El 20 de noviembre cuando volvamos a corte someteremos evidencia de que fueron maltratados y que el gobierno no hizo nada para protegerlos”, comentó por su parte el abogado.

“Es una batalla dura pero vamos a luchar hasta lo último para que esta familia esté unida y si perdemos, vamos a apelar” indicó Sterling, quien se propone pedir ayuda del congresista de Long Island Steve Israel y la senadora Hillary Clinton.

Los niños asisten a una escuela en la comunidad de Brentwood donde viven, han mostrado progreso académico y tanto Wendy como Ixy sueñan con ser abogada y maestra bilingüe, respectivamente “para ayudar a otros inmigrantes”. VN

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