ORAR POR LOS SACERDOTES Y PROMOVER LAS VOCACIONES
Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles
Les estoy escribiendo esta semana desde Baltimore, donde estoy reunido con mis hermanos obispos para la junta anual de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos.
Este es un tiempo importante cada año para nosotros, como líderes de la Iglesia, para hablar de los temas que nos enfrentamos en nuestra misión. A la luz de las elecciones nacionales y estatales de la semana pasada, la reunión de este año es especialmente importante.
Muchos de los temas que estamos discutiendo tienen una directa relevancia para nuestra Iglesia local en Los Ángeles y en California – tales como la necesidad de fortalecer nuestro testimonio sobre la santidad del matrimonio, para reformar las políticas de inmigración de nuestra nación, y encontrar nuevas soluciones a nuestra crisis económica actual.
En su discurso a los obispos, el presidente de la conferencia, el Cardenal Timothy Dolan de Nueva York, nos recordó que como Pastores de la Iglesia, primero somos discípulos en necesidad de la misma conversión de corazón que nosotros proclamamos para otros.
Él llamó a poner un nuevo énfasis en la Iglesia sobre el Sacramento de la Reconciliación, como el “Sacramento de la Nueva Evangelización”.
“Especialmente cuando se trata sobre todo de la nueva evangelización, [nosotros] debemos primero estar llenos del espíritu de conversión interior nacido de nuestra propia renovación”, nos dijo.
Así que esto ha sido una buena oportunidad para mí de reflexionar sobre las necesidades de nuestra gran Arquidiócesis y aprovechar la sabiduría de mis hermanos obispos.
En mis recientes columnas, estoy explicando las prioridades pastorales expuestas en mi Carta Pastoral, “Testigos para el Nuevo Mundo de la Fe” (http://archla.org/newworld). Y esta semana quiero hablar sobre la promoción de las vocaciones al sacerdocio.
Cada sacerdote es un sacramento – un signo e instrumento que lleva a los hombres y mujeres para el encuentro con el Dios vivo.
Así, en este Año de la Fe, tenemos que modificar el enfoque, especialmente en nuestras familias, para ayudar a los hombres a escuchar este llamado hermoso y noble de Jesús.
La familia es siempre el “primer seminario”.
En la familia, los niños aprenden acerca de Jesús, María y José. Ellos aprenden las enseñanzas de Jesús y especialmente su mandamiento del amor. En la familia, los niños aprenden a practicar su fe – yendo a la Misa cada semana y yendo regularmente a la Confesión. La vida de familia ordinaria les enseña que su fe debe hacer una diferencia en la forma en que viven.
En este Año de la Fe, una cosa práctica que podemos hacer, es simplemente hablar más en nuestras familias sobre el servicio del amor que el sacerdote ofrece a la familia de Dios.
En nuestra oración en familia, debemos orar especialmente cada día por nuestros sacerdotes y seminaristas y por las vocaciones. Esto también infundirá en nuestros niños un sentido de la belleza y el valor del sacerdocio.
Debemos hacer nuevos esfuerzos para acercarnos a nuestros sacerdotes. Cada domingo, después de la Misa, ir a saludarlos y darles las gracias por la Eucaristía. Podemos invitarlos a pasar tiempo con nuestras familias. Podemos animar a nuestros jóvenes a participar en la vida parroquial y ayudarles a encontrar muchas oportunidades de aprender la alegría de servir a los demás en obras de caridad.
También creo que es importante que nosotros enseñemos a nuestros hombres jóvenes – y a todos nuestros niños – como “desconectarse”.
Tenemos que ayudar a nuestros niños a desarrollar hábitos de la oración y la meditación. Y esto comienza con sólo conseguir que se sientan cómodos, sin distracciones, para que puedan escuchar la voz silenciosa de Dios en sus corazones.
Así, que tal vez en este Año de la Fe, podemos preguntar a nuestros niños que hagan algún tiempo cada día para apagar sus teléfonos y sus juegos e instrumentos electrónico, solamente para estar en silencio con Dios.
En este Año de la Fe, también estoy animando a nuestros sacerdotes a hacer más para ayudar a promover las vocaciones. Lo más grande que un sacerdote puede hacer es simplemente vivir su vocación con entusiasmo.
El ejemplo de sacerdotes felices, que tienen sólidas amistades con sus hermanos sacerdotes, y buenas relaciones con sus feligreses, es inmensamente inspirador y atractivo.
Vamos asegurarnos de que cada parroquia este año comience a hacer algo especial para promover las vocaciones. Como sugerí en mi Carta Pastoral, muchas gracias fluirían si muchos de nosotros nos comprometemos a la adoración regular de la Eucaristía y las horas santas para orar por las vocaciones.
Así que oremos por las vocaciones, en tanto que oramos unos por otros esta semana.
Yo les deseo a todos un feliz Día de Gracias con sus familias la próxima semana. Rezo para que sea un tiempo para renovar sus lazos de amor y unión.
A través de nuestra Santísima Madre María, recordemos dar gracias por nuestros sacerdotes – que nos traen la más bella acción de gracias de todas, la santa Eucaristía.
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