ORANDO POR LA PAZ

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles

6 de septiembrede 2013

Nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, nos ha pedido que hagamos de este sábado 7 de septiembre, un día de oración y ayuno por la paz, especialmente en Siria y el Medio Oriente.

Estos son verdaderamente tiempos de aflicción en esa parte del mundo. Además de las atrocidades diarias de la guerra civil en Siria, hay agitación en Egipto, y derramamiento de sangre diario en Irak.

Mientras escribo, nuestros líderes en Washington parecen estar preparados para atacar el régimen de Siria por haber usado armas químicas en contra de su pueblo.

Mis hermanos obispos en la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, han pedido a nuestros líderes a que trabajen por un cese al fuego y para promover el diálogo y las negociaciones entre las facciones combatientes que luchan en Siria.

Les urgimos a seguir el consejo del Papa Francisco: “No es el conflicto lo que ofrece prospectos de esperanza para resolver problemas, sino la capacidad para el encuentro y el diálogo”.

Mientras escribo, no está claro qué camino seguirá nuestro gobierno.

Lo que está claro es que nuestro mundo necesita una nueva aproximación sobre la guerra y la paz y sobre del uso de la fuerza para resistir contra el mal. Y yo creo que la doctrina social católica puede contribuir mucho a esta nueva aproximación.

Este año justamente celebramos el 50 aniversario de la gran encíclica del Beato Papa Juan XXIII Pacem in Terris (“Paz en la Tierra”), y he estado releyendo esta encíclica.

Fue escrita en 1963, durante un tiempo de mucha tensión en el mundo. Fue escrita en los meses siguientes a la crisis de los misiles cubanos y al comienzo de la Guerra Fría. Sin embargo, el Beato Papa Juan escribe con un espíritu de calma y esperanza.

Ahí dice que la paz es mucho más que la ausencia de violencia.

La paz puede ser alcanzada cuando se sigue el plan de Dios para el orden del mundo. La paz depende, en palabras del Papa, de “la observancia diligente del orden divinamente establecido”.

El plan de Dios para el mundo es que todos los hombres y mujeres vivan y trabajen juntos como “una familia”. Y para realizar este plan, es esencial que los gobiernos defiendan la dignidad y los derechos humanos dados por Dios a cada persona.

Hoy vemos que nuestro mundo necesita un compromiso renovado a lo que el Beato Papa Juan llamó “la unidad de la familia humana”.

Los procesos de “globalización” han conectado las naciones en la economía, las finanzas y el flujo de información.

Pero en lo humano, nuestro mundo “globalizado” parece más fragmentado que nunca. La familia humana está dividida por la religión y el poder; por el dinero y los recursos naturales; por las razas y nacionalidades.

El problema es que parece que nuestro mundo no puede llegar a un acuerdo sobre cuáles son los principios que deben “ordenar” nuestra vida política y económica. Y sin mucha conciencia sobre la humanidad que compartimos, el mundo corre el riesgo de deslizarse hacia un violento caos de conflictos de “intereses personales”.

Por eso las enseñanzas de la Iglesia sobre la paz y el orden internacional siguen siendo vitales hoy. En su gran obra La ciudad de Dios, San Agustín define la paz como tranquillitas ordinis: “la tranquilidad del orden”.

Como católicos, debemos promover las enseñanzas de la Iglesia y trabajar por el orden divino que Dios quiere establecer en la tierra.

Estamos llamados a construir una cultura de paz, para promover una mayor conciencia sobre Dios y sobre la humanidad que tenemos en común. Tenemos que fomentar una conciencia renovada sobre nuestro deber de cuidar a los demás y a compartir con los necesitados.

La paz es un don de Dios, pero el alcanzarla comienza con nosotros.

Necesitamos fomentar una dedicación renovada a la promocion de la libertad y de los derechos humanos para todos los pueblos del mundo. Necesitamos buscar maneras para derrumbar las barreras que separan a las personas y para ayudarlas a perdonar a los que les han hecho daño.

En todo, necesitamos buscar lo que el Beato Papa Juan llamó “el bien común universal, que es el bien común de toda la familia humana”.

Entonces, este sábado, tomemos el tiempo para orar y reflexionar sobre el significado de la paz. Examinemos nuestros corazones sobre nuestro propio compromiso con la paz.

En las oraciones que decimos en la Misa antes de la Sagrada Comunión, le pedimos a Dios: “libramos de todo mal” y “danos la paz en nuestros días”.

Esta semana hagamos nuestra esta oración. Pidamos a Dios que nos de la fuerza para ser pacificadores: en nuestras casas, en nuestras comunidades y en las posiciones que defendemos como ciudadanos fieles.

Encomendemos todas nuestras oraciones y nuestro ayuno a la intercesión de María, la Reina de la Paz y Madre del Príncipe de la Paz.

El nuevo libro del Arzobispo José H. Gomez, “La inmigración y la América por venir”, está disponible en la tienda de la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. (www.olacathedralgifts.com).

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