NAVIDAD Y LA BENDICIÓN DE AYUDAR A LOS DEMÁS
Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles
20 de Agosto de 2013
El Adviento y la Navidad son el tiempo del año en el que valoramos más nuestras bendiciones y en el que pensamos en las necesidades de los demás.
En este tiempo santo, nos acordamos de lo mucho que Dios nos ama y de lo mucho que nos ha dado. Reflexionamos acerca de la venida de Dios bajo la forma de un bebé recién nacido, para estar con nosotros, para redimirnos, para traer la felicidad a nuestras vidas a través del conocimiento de su amor.
Cuando reflexionamos acerca de esto, la gratitud crece en nuestro corazón. Queremos agradecerle a Dios las bendiciones y los dones de su amor. Queremos agradecérselo compartiendo su amor con los demás, buscando mejorar la vida de los demás.
En ese espíritu de alegría y generosidad de la Navidad, este fin de semana tuve la bendición de participar en el programa anual de Navidad de nuestra Catedral, “Adopte una Familia”.
Este año nuevamente, a través del trabajo de tantos voluntarios, pudimos visitar y ayudar a cerca de 450 familias y 1,800 niños. Les llevamos comida y regalos de Navidad para sus familias. ¡Y qué alegría fue para nosotros ver las sonrisas en los rostros de los niños cuando recibieron estos regalos de parte del niño Jesús!
¡Fue un hermoso momento de gracia para todos nosotros! Y eso me hizo pensar sobre todo lo que nuestra Iglesia católica da a nuestros vecindarios y comunidades. No sólo a través de los numerosos programas parroquiales y de las instituciones de la Arquidiócesis, sino a través de todos los regalos anónimos que son dados por nuestro pueblo católico.
Nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, ha estado llamando a los católicos a salir a las “periferias” de nuestra sociedad para llevar el amor de Cristo a los pobres, a los solitarios, a los vulnerables y a los marginados.
Estamos haciendo eso aquí, todos los días en nuestro programa Juntos en la Misión (Together in Mission), en nuestras escuelas católicas y nuestras obras de Caridad Católicas, a través de nuestros hospitales y clínicas, por medio de los múltiples ministerios patrocinados por nuestras congregaciones religiosas y nuestras parroquias.
No medimos nuestro amor por la cantidad de dólares que damos o por el número de horas de trabajo voluntario que ofrecemos. Pero todo lo que hacemos para mejorar la vida de los demás es una obra de amor. De amor a Dios y de amor a aquellos que Él ama, que son nuestros hermanos y hermanas.
Como católicos no ayudamos a los demás porque eso nos haga sentir bien. Los ayudamos porque Jesús nos llama a hacerlo. Porque Él mismo lo hizo. Él nos mostró la manera de hacerlo al lavar los pies de los demás, al dar de comer a los hambrientos y al curar a los enfermos, al dar esperanza a aquellos de quienes se olvida nuestra sociedad.
Jesús nos dijo a todos nosotros: “Les he dado ejemplo para que ustedes hagan con los demás lo que yo he hecho con ustedes”. De modo que nuestro amor por Jesús es lo que nos impulsa.
La realidad es que en nuestra sociedad, por todas partes, muchos de nuestros hermanos y hermanas están pasando por momentos difíciles. Tratemos, pues, de hacer algo más por levantar a los que han caído, por sanar sus heridas, por cerrar las brechas entre aquellos que tienen lo suficiente y los que no lo tienen. Intentemos trabajar más por reforzar los lazos que nos unen como una sola familia humana.
La Navidad nos enseña que el amor es un intercambio de regalos.
En su amor, Dios dio a su Hijo único como regalo. Y porque Él nos dio a Jesús, nosotros podemos atrevernos a amar como Él ha amado, con la misma entrega total.
Por el don de Jesús, podemos atrevernos a dar de nosotros mismos: a dar nuestro tiempo, nuestro dinero, nuestro talento. Todo lo que tenemos viene de Dios. Y al dar de los dones de Dios, encontramos nuestra verdadera felicidad y alegría. Cuando nuestra alma está feliz, queremos compartir nuestra felicidad con los demás.
Entonces, al valorar nuestras bendiciones durante estos últimos días de Adviento en el camino hacia la Navidad, sigamos orando unos por otros. Oren por mí y por mi ministerio. Y sepan que yo siempre rezo por todos ustedes, por sus familias, por su trabajo, por sus apostolados.
En este tiempo santo, oremos para que todos intentemos estar más cerca de Jesús. De eso se trata la Navidad: de la venida de Dios para estar cerca de nosotros, para estar con nosotros. Dios viene a nosotros como un Hijo y como un niño pequeño para que sea más fácil para nosotros amarlo.
Y sigamos intentando “salir” de nosotros mismos para mejorar la vida de los demás, y para acercarlos al amor de Dios.
¡Les deseo a todos una Feliz Navidad! Y le pido a nuestra Santísima Madre María que vele por nosotros y nos guíe para que podamos regocijarnos con los ángeles y los pastores, y para que podamos compartir con los demás la alegría de Cristo, la alegría del Evangelio.VN
El nuevo libro del Arzobispo José H. Gomez, “La inmigración y la América por venir”, está disponible en la tienda de la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. (www.olacathedralgifts.com).
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