
MORIR CON DIGNIDAD EN CALIFORNIA
Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles
12 de junio de 2015. California se está acercando más y más a la legalización del suicidio asistido por un médico.
El Senado del estado aprobó la semana pasada el proyecto de ley SB 128, el “Acta de la Opción al Final de la Vida”, que permitiría a los médicos prescribir medicamentos que los pacientes terminales pueden tomar para quitarse la vida. Este proyecto de ley está siendo considerado ahora por la Asamblea del estado.
Los que promueven esta legislación son bien intencionados. Quieren devolver la compasión y la libertad personal a este negocio que ofrece servicios de salud y que se ha vuelto cada vez más despersonalizado e impulsado por los imperativos del dinero y de la tecnología.
Pero la compasión que ofrece el suicidio asistido por un médico es algo vacío. Y esta legislación tiene implicaciones peligrosas para nuestro estado, especialmente para los pobres y vulnerables.
No puede negarse que en California y en todo el país hay una crisis con relación a los servicios de salud pública en relación a como tratamos a los pacientes con enfermedades terminales y los que se encuentran al final de la vida. Este es uno de los motivos por el cual legislaciones similares al SB 128 están siendo introducidas en varios estados del país.
Las personas tienen miedo de que a medida que avanzan en edad, lleguen a verse obligadas a sufrir o incapaces de controlar su dolor o sus enfermedades. Les preocupa volverse dependientes o llegar a morir solas en un hospital, conectadas a todo tipo de aparatos médicos.
Estas inquietudes son naturales y justificadas. Naturalmente, no queremos esto para nosotros mismos ni para los que amamos.
Pero la respuesta al miedo y a un sistema defectuoso debe ser corregir el sistema y hacer frente a los temores, no matar al que tiene miedo y está sufriendo.
Responder al sufrimiento humano con mayor facilidad para que la gente se suicide es un fracaso del liderazgo público y de la imaginación moral.
Ayudar a que alguien se quite la vida —incluso si esa persona pide esa ayuda— no deja de ser matarla. Y matar no es compasión, es asesinato. Es responder a las necesidades de nuestros prójimos con la indiferencia, con el frío consuelo de la muerte.
El debate sobre el suicidio asistido por un médico es una distracción que nos impide hacer frente a los problemas reales que enfrentamos en el área de la salud pública.
El hecho es que en nuestros días las personas viven más años, lo que significa que tenemos que tratar a más personas frágiles y de edad avanzada y que tenemos que enfrentar más enfermedades relacionadas con la edad como el Alzheimer y el Parkinson. Como sociedad también estamos gastando más y más de los recursos para la atención de la salud tratando a personas durante los últimos meses de su vida.
Necesitamos tener una discusión pública honesta acerca de estas cuestiones y de lo que significan para la manera como tratamos de ofrecer servicios de salud a toda nuestra gente.
En lugar de ello, el SB 128 nos está presionando a buscar una “solución” rápida que implica matar a la gente cuyo cuidado nos parece demasiado pesado o demasiado oneroso.
Los que sufrirán serán nuestros prójimos más pobres, ancianos y discapacitados, así como los que viven en comunidades de inmigrantes y de minorías. En un sistema de salud movido por preocupaciones financieras, el suicidio asistido por un médico no será una “elección” para estas personas. Se convertirá, más bien, en su única “opción”. En un estado como el de California, en el que hay millones de personas que reciben subsidios para la atención de la salud por parte del gobierno, las presiones —por los costos— a elegir el suicidio en vez del tratamiento adecuado se volverán aún más urgentes.
Estas preocupaciones no son exageradas. Ya tenemos una historia como la ocurrida en Oregón, donde el suicidio asistido por un médico es legal. A una mujer su seguro le negó la cobertura del tratamiento de cáncer y en la misma carta se le animó a tomar las píldoras para el suicidio, las cuales la compañía de seguros sí estaba dispuesta a pagar.
Este es un caso aislado. Pero refleja la “lógica” del suicidio asistido por un médico. Una vez que emprendamos este camino, una vez que establezcamos en la ley que algunas vidas no son tan valiosas como otras, que no son dignas de que se “pague por ellas”, ya no habrá vuelta atrás.
La lógica del suicidio asistido por un médico no se detiene con los enfermos terminales. En los lugares donde esta práctica es legal, podemos ver ya cómo crece la presión para extender este “derecho” a cualquier persona que esté sufriendo dolor crónico o intolerable.
Y una vez que determinemos que algunas vidas no valen la pena de ser vividas, nos encontraremos con más gente que decidirá que estaría mejor muerta. Es algo trágico, pero cierto. En Oregon, ha habido un aumento dramático en las tasas de suicidio en general, un aumento de casi 50 por ciento, desde que el estado legalizó el suicidio asistido por un médico.
No podemos permitir que California se convierta en un lugar donde respondamos al sufrimiento de los demás ayudándolos a quitarse la vida. Debemos hacer de California una vanguardia de la verdadera compasión por los moribundos.
Tenemos que rechazar esta legislación y empezar una nueva discusión sobre cómo vivimos y cómo morimos en California.
La muerte siempre será un misterio y nunca será algo fácil de enfrentar, ni para los que están muriendo, ni para sus seres queridos. Pero podemos hacer que sea menos dolorosa, menos atemorizante e incluso podemos hacer que sea una ocasión bella, de misericordia y de reconciliación.
Esto sí está a nuestro alcance como sociedad. Muchos de los que trabajan en centros de cuidados terminales, geriátricos y de cuidados paliativos ya están haciendo un trabajo admirable. Tenemos que aprender de ellos y encontrar maneras de apoyar sus esfuerzos.
Oremos unos por otros esta semana, y pidámosle a nuestra Santísima Madre María que nos ayude a crecer en la verdadera compasión.
Para obtener más información sobre el SB 128 y sobre cómo ponerse en contacto con el miembro de la Asamblea que les corresponde, visiten SB128UnTragoAmargo.org
VN
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