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MENSAJE DE PASCUA 2010

“Nuestra esperanza está en Cristo Resucitado, que es el único a quien importa aferrarse”

Quizá una de las experiencias más irritantes de estos días, es ser puesto “en espera”. Nosotros llamamos a la farmacia, o al supermercado, o aun a nuestra parroquia,y se nos pregunta si podemos esperar por un momento. Nosotros contamos los minutos que parecen horas, mientras la presión de nuestra sangre y la frustración se elevan. Murmuramos: “¡Qué manera de desperdiciar mi tiempo!” Cuando nuestra mente queda adormecida por la música, o el comercial del otro lado de la línea se va apagando, nos preguntamos: “¿Hay alguien del otro lado de la línea? ¿Está usted ahí todavía?”.

Para muchos de nosotros hoy, parece que nuestras vidas a menudo están “en espera”. Limitaciones económicas significan que muchos no podrán comprar su propia casa, y tienen miedo de perder la que tienen. Nos preocupa si podremos conservar nuestros trabajos. Aquéllos que han trabajado duramente y por largo tiempo para disfrutar de sus años dorados, ahora deben continuar trabajando mientras ponen su retiro en espera.

Si somos tan afortunados de tener trabajo en estos días, preguntémosnos: ¿Cómo puedo sostener todas las demandas de mi trabajo, familia, amigos y compromisos religiosos? Nos preguntamos: Si yo no tengo trabajo, ¿Cómo podré conservar esta casa?

¿Cómo podré ir a trabajar si no puedo conservar este auto? Entonces ahí está la inseguridad que corroe: ¿Cómo podré mantener juntos a los miembros de esta familia?

¿Cómo podré mantenerme yo mismo con ellos, cuando con frecuencia siento que me estoy quedando a un lado?

Cuando tanto de nuestra vida es puesto en espera, comenzamos a sentirnos atascados en un ciclo de monótonas esperas que nunca termina, un patrón permanente de espera. Como aquellos pasajeros que están en un avión y que se sienten más y más ansiosos mientras el piloto vuela en círculos sobre un aereopuerto cubierto de neblina, en un patrón de espera, nuestros miedos pueden escalar cuando nos sentimos como si estuviéramos en espera por la querida vida.

Para muchos de nosotros, esta Cuaresma nos ha ayudado a mirar más de cerca nuestro “patrón de espera”. La Semana Santa y la Pascua nos recuerdan de manera viva que toda la vida, el ministerio, el sufrimiento, la pasión y la muerte de Jesús son la entrega de sí mismo, el vaciarse de sí. Él no se aferra, no se agarra. En vez de eso, Él se vacía a sí mismo. Su patrón de espera consiste en no poner en espera, permaneciendo ante su Padre con nada en sus manos, sólo con la promesa de alegría ilimitada.

Recientemente tuve el privilegio de estar en Washington, D.C. para la larga reunión de la Reforma de Inmigración. Yo quedé profundamente impresionado de las cerca de 200,000 personas –la mayoría de ellas inmigrantes, documentadas y sin documentos– quienes han estado en un patrón de espera. Todas están ansiosas de dejar su patrón de espera en las sombras, y de encontrar un camino hacia delante para una residencia legal en nuestro país. Las historias son difíciles, muchas familias mezcladas: algunos miembros de la misma familia tienen la ciudadanía, mientras que otros no. El peligro de la separación entre sus miembros los mantiene en un patrón de miedo.

En tiempos como estos cuando sentimos que la vida está en espera, es más importante que nunca aferrarse a las cosas que verdaderamente son importantes. Nuestra esperanza está en Cristo Resucitado, que es el único a quien importa aferrarse. Al participar voluntariamente en su auto-vaciarse, llegamos al entendimiento de que nosotros, igual que Él, estamos agarrados –todos nosotros juntos– en un amor más allá de todo lo que pueda decirse.

En la fiesta de la Resurrección de Jesucristo este año, pidamos la gracia y la fortaleza para movernos más allá de esos patrones de pecado y muerte en nuestra propia vida, de modo que podamos unirnos más completamente y más profundamente en la vida resucitada del único que ha roto los lazos del miedo, del pecado y de la muerte. VN

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