MARÍA Y PEDRO MAGAÑA, AMOR DIVINO EN LOS TIEMPOS DE PANDEMIA

MARÍA Y PEDRO MAGAÑA, AMOR DIVINO EN LOS TIEMPOS DE PANDEMIA

Por PAULINA HERRERA

Para María y Pedro Magaña, el best seller “El Amor en los Tiempos del Cólera” es retórica. Ellos cumplieron 47 años de matrimonio y en casi medio siglo de compartir su vida con todas las de la ley y la bendición divina, han sorteado todo tipo de desventuras, pero también cosechado grandes satisfacciones, como haber visto crecer sanos y fuertes a sus hijos, tener su propia casa y enfrentar acompañados uno con el otro una de las calamidades más peligrosas que ha enfrentado la humanidad: la pandemia del coronavirus que afecta severamente a todo el planeta desde hace varias semanas.

María y Pedro Magaña originarios de El Salvador, renovaron sus votos matrimoniales en febrero en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles, en donde lo han hecho desde hace cuatro años. Antes, desde 1997 cuando cumplieron 25 años de casados, lo hacían en la Iglesia de la Inmaculada Concepción de María en donde contrajeron nupcias en 1972.

“Nos hace mucha ilusión llegar al altar cada año. Disfrutamos la celebración de la Misa en honor de los matrimonios duraderos en primera fila, renovar nuestros votos y darle gracias a Dios por un año más juntos”, afirma María.

La pareja de fieles católicos tienen seis hijos -4 varones y 2 mujeres- y siete nietos.

Los dos nacieron en Santa Ana, El Salvador; Pedro llegó a Estados Unidos en 1964 y María en 1968. Por fortuna, ambos ingresaron al país legalmente y al poco tiempo se convirtieron en residentes legales y en ciudadanos en cuanto pudieron, afirman ambos recordando que aquellos eran otros tiempos cuando el tema migratorio no ocupaba titulares con redadas para deportación.

FLECHAZO EN EL LAX

María arribaba procedente de San Salvador el 12 de marzo de 1968 y al aeropuerto LAX (Los Ángeles), llegó a recogerla una amiga que a su vez iba acompañada de su hermano, Pedro. Fue un flechazo.

María de 26 años, afirma que fue amor a primera vista. “Me gustó mucho su trato muy atento y amable. Yo venía con muchos temores a este país y conocerlo a él, hablando mi idioma y siendo tan acomedido conmigo, fue una bendición, me hizo sentir segura y protegida. Enamorada”, afirma hoy la señora Magaña.

Pedro a su vez, llegó cuatro años antes con unos años de edad más que María. “Cuando la conocí en el aeropuerto me gustó todo de ella y quizá ya estaba escrito que éramos el uno para el otro. Como esposa es amorosa, hacendosa y en casa hace todo para cuidar de nuestros muchachos. Hemos convivido muy bien y nos hemos tratado bien cada día que estamos juntos”, dice el esposo de María por casi 50 años.

MATRIMONIO ANTE EL ALTAR Y CON TODAS LAS DE LA LEY

Pedro y María se casaron el 9 de agosto de 1972 en la capilla de la Inmaculada Concepción de María. “Fue después de un viaje a mi país cuando Pedro me propuso matrimonio. Yo fui a El Salvador a recoger mi visa para convertirme en residente que la obtuve trabajando en la casa de un doctor. Ellos me pidieron como su empleada doméstica y entonces era muy fácil. El patrón solicitaba la residencia para su trabajador, y luego la persona que iba a inmigrar iba a la embajada de su país y le daban la visa”, explica María.

Como buena esposa, María al principio de su matrimonio ayudaba a la economía del hogar, “primero limpiaba casas y luego cuando mi esposo me dijo que mejor me quedara en casa, empecé a coser ropa para mis vecinos y amistades. Así salimos adelante y nunca pedimos ayuda de ninguna forma al gobierno”, recuerda orgullosa.

Pedro, a su vez, con sus 89 años de edad, comparte el honor de hombre de la casa que trabajó arduamente hasta los 88 para sacar adelante a sus hijos sin ningún tipo de apoyo externo. Prestó sus servicios en el área de cocina en el Hospital del Buen Samaritano sobre el Bulevar Wilshire.

“Y podría seguir ahí, pero las condiciones de los nuevos encargados ya eran diferentes con las que yo había trabajado tantos años, así que preferí irme y pasar más tiempo con mi esposa”, explica.

Del matrimonio ejemplar Magaña, surgieron seis buenos profesionistas: Pedro José es asistente médico, Jorge Luis en el área administrativa, Daniel Armando después del servicio militar se dedicó al campo de las computadoras, Miguel Ernesto vive en Hawai y es un reconocido cheff, Patricia Judith se desempeña en el área de patología y la más pequeña de los Magaña, Luz María es diseñadora gráfica.

ANTES Y DESPUÉS DE LA PANDEMIA

Hasta principios de marzo, María y Pedro Magaña caminaban todos los días a la misa de las 7 de la mañana. Son diez cuadras, y media hora de caminata los que agarrados de la mano recorrían de la calle 51 hasta la 61 empezando a las 6:15 am. Los días de mucho frío preferían ir en coche.

“Ya son diez años viviendo aquí, gracias a Dios”, explica Pedro señalando su hogar.

Cuando se casaron vivían en Avenida Lucas y luego por 21 años vivieron en el edificio del Buen Samaritano en donde nacieron la mayoría de sus hijos; cuando el edificio de viviendas fue vendido, los Magaña se mudaron a Higland Park y luego a su casa en la 51.

“Yo he agradecido a Dios por una esposa tan maravillosa. A mis 89 años hasta ahora mi salud era perfecta sin necesidad de tomar ninguna pastilla”, dice el hombre salvadoreño.

“La clave es una comunicación, el amor y temor a Dios. Ir de la mano a Dios nos ha llevado a un largo camino juntos y queriéndonos mucho”, agrega María.

“No hay un solo consejo que podamos dar a otras parejas porque cada quien tiene su historia diferente, pero sí les podemos dar una recomendación: el amor a Dios unidos al nuestro es muy importante para una vida de matrimonio saludable basada en la comunicación”, concluyen.

Después de conocerse la emergencia de salud mundial, los Magaña afirman que extrañan mucho sus caminatas a misa todas las mañanas, pero por el bien de todos, permanecen en casa cuidándose uno al otro, rezando el Rosario a las siete y orando todos los días en la mañana y en cada alimento para que el planeta salga cuando antes de esta pandemia.

“La mejor manera de cuidar a los demás, es cuidando uno al otro como un virtuoso hijo de Dios”, concluyen los Magaña. VN

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