LA REFORMA MIGRATORIA: COMIENZA EL DEBATE

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles

La mayor parte de la semana pasada estuve trabajando en temas de inmigración.

Como director del Comité de Migración de los Obispos de Estados Unidos, he estado trabajando con el Cardenal Timothy Dolan, presidente de la Conferencia de Obispos de Estados Unidos, y con varios de mis hermanos obispos para estudiar la legislación de la nueva reforma migratoria integral que ha sido presentada al Senado de Estados Unidos.

Éste parece que será el verano de la reforma migratoria. Las audiencias sobre el proyecto de ley del Senado comenzaron la semana pasada y se espera que el debate continúe hasta que el proyecto de ley se vote en algún momento a finales del verano.

Éste será un período de intensa actividad – tanto a nivel nacional como a nivel local aquí en Los Ángeles. Nosotros tenemos la población inmigrante más numerosa del país, de modo que tenemos mucho interés en el resultado de esos debates en el Congreso.

La Misa Anual de Inmigración será celebrada en la Catedral el día 21 de julio. Y a lo largo de las próximas semanas, nuestra Oficina de Vida, Justicia y Paz estará trabajando para informar y movilizar a las parroquias.

Muchos de nosotros nos hemos olvidado de nuestras raíces inmigrantes. Pero la Iglesia siempre ha sido una Iglesia de inmigrantes. En las generaciones que nos precedieron hemos acogido a los recién llegados de todas las naciones de Europa. En nuestros días seguimos acogiendo a los recién llegados – pero ahora la mayoría de ellos vienen de América Latina, Asia, Oceanía y África.

Esta gran Arquidiócesis de Los Ángeles es una hermosa manifestación de la presencia inmigrante en la Iglesia y en la nación: tantas personas, de tantos países, viniendo aquí para ser parte del Sueño Americano.

Vemos los mismos patrones en las comunidades católicas esparcidas por todos los Estados Unidos. La Iglesia en este país es la familia de Dios procedente de aproximadamente 60 grupos étnicos, nacionalidades y países de origen.

Porque somos una Iglesia inmigrante, este debate sobre la inmigración es un debate sobre el futuro de la Iglesia y de los católicos. Los mexicanos y latinoamericanos que están en el centro de este debate – los millones cuyo destino será decidido por los políticos – son en su mayoría nuestros hermanos y hermanas católicos.

A principio de esta semana, los Obispos de Estados Unidos realizamos una conferencia de prensa sobre la legislación de reforma migratoria, la cual es conocida como Border Security, Economic Opportunity and Immigration Modernization Act of 2013 (Acta de Seguridad de las Fronteras, Oportunidad Económica y Ley de Modernización de Inmigración de 2013).

Este proyecto de ley tiene muchos de los elementos que los obispos están buscando. El trabajo ahora es mejorar la legislación para que todos puedan salir de las sombras para buscar el Sueño Americano.

Estamos preocupados sobre lo que pueda “detonar” la seguridad de las fronteras en el proyecto de ley. Hay algunas condiciones que deben cumplirse antes de que los inmigrantes indocumentados puedan solicitar la residencia permanente o la ciudadanía.

Mis hermanos obispos y yo estamos profundamente preocupados con la seguridad y la soberanía de nuestro país. La Iglesia siempre ha enseñado que los gobiernos tienen el deber de defender y proteger sus fronteras nacionales.

Yo viví muchos años en Texas, el estado que tiene la frontera con México más larga de nuestro país, de modo que conozco esos problemas de primera mano. Estoy de acuerdo con los Senadores que redactaron esta ley, en que es absolutamente necesario asegurar nuestras fronteras para detener el flujo de drogas y delincuencia, y reducir los riesgos de que terroristas extranjeros entren a nuestro país.

Pero también creo que necesitamos asegurar que estos “detonantes” no se conviertan en “blancos móviles”.

En los últimos años el gobierno ha gastado miles de millones de dólares en la construcción de muros y para incrementar el control y la vigilancia a lo largo de nuestras fronteras. Bajo esta propuesta de ley vamos a gastar miles de millones más.

Lo que me preocupa es que “seguridad” no es algo que podamos realmente medir. No podemos permitir que la vida y el futuro de millones de hombres y mujeres dependan de un cálculo político que determine si nuestras fronteras son “lo suficientemente seguras” o no.

Para mí, lo más lógico sería tratar de alcanzar los dos objetivos al mismo tiempo. Podemos encontrar nuevas maneras de proteger nuestras fronteras y documentar a las personas que entran al país. Al mismo tiempo, podemos ofrecer un camino generoso para que aquellos que están viviendo al margen de la sociedad puedan obtener un estatus legal en su camino a convertirse en ciudadanos estadounidenses.

Nuestra nación será mucho más fuerte y más segura cuando encontremos la voluntad política para recibir a esta nueva generación de inmigrantes y acogerlos bajo la promesa de este país.

Recemos los unos por los otros esta semana. Y recemos mucho también por nuestros líderes y por nuestro país.

Como Iglesia que somos, mostremos el camino a nuestros líderes, con el ejemplo continuado de nuestra acogida al extranjero: ayudándoles a aprender nuestra historia, nuestro idioma y nuestros valores. Ayudándoles a apreciar y conservar su identidad particular, su cultura y su fe, y al mismo tiempo a ofrecer su propia contribución al espíritu común y a la cultura estadunidense.

Pidamos a Nuestra Señora de Guadalupe, Madre de las Américas, que abra nuestros corazones para que podamos construir un mundo donde nadie sea considerado un extranjero.

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