
LA MUJER Y LA INFANCIA
El doble dividendo de la igualdad de género
Eliminar la discriminación por razones de género y promover la autonomía de la mujer, son dos de los desafíos más importantes a los que se enfrenta hoy en día el mundo. Cuando las mujeres están sanas, reciben una educación y disponen de libertad para aprovechar las oportunidades que les brinda la vida; los niños y las niñas se desarrollan y los países prosperan, obteniendo de este modo un doble dividendo para la mujer y la infancia.
Veintisiete años después de la aprobación de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, son muchas las medidas que se han tomado para impulsar el progreso de la mujer. Pero nos hemos quedado demasiado cortos con respecto a lo que se necesita para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Hasta que no haya igualdad entre los géneros no puede haber un desarrollo sostenible. Es imposible lograr nuestros objetivos si al mismo tiempo discriminamos a la mitad de la raza humana.
UN ESTUDIO TRAS OTRO NOS HA ENSEÑADO que no existe un instrumento para el desarrollo más eficaz que la autonomía de la mujer. Ninguna otra política tiene las mismas posibilidades de aumentar la productividad económica o de reducir la mortalidad en la infancia y la mortalidad derivada de la maternidad. Ninguna otra política tiene la misma fuerza para mejorar la nutrición y promover la salud, incluida la prevención del VIH/SIDA. Ninguna otra política tiene el mismo poder para aumentar las posibilidades educativas de la próxima generación. Ésta es la razón por la que la discriminación contra las mujeres de todas las edades priva a los niños y niñas del mundo –a todos ellos, no solamente a la mitad, es decir, a las niñas– de la posibilidad de alcanzar su potencial. Es una cuestión que forma parte del núcleo mismo de la misión de UNICEF: proteger los derechos de todos, niñas y niños.
Trabajar con los países para lograr el objetivo de Desarrollo del Milenio 3 –promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer– nos permitirá obtener el doble dividendo de mejorar las vidas de las mujeres y los niños. También contribuirá a lograr todos los demás objetivos, desde reducir la pobreza y el hambre hasta salvar las vidas de los niños y niñas, mejorar la salud de las madres, asegurar la educación universal, combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades, asegurar la sostenibilidad del medio ambiente, y establecer nuevas e innovadoras alianzas para el desarrollo.
A pesar del compromiso de la comunidad internacional hacia la igualdad entre los géneros, las vidas de millones de mujeres y niñas en todo el mundo siguen estando sometidas a la discriminación, la falta de autonomía y la pobreza.
LAS MUJERES Y LAS NIÑAS ESTÁN desproporcionadamente afectadas por la pandemia del SIDA. A muchas niñas se les obliga a contraer matrimonio a una edad temprana, algunas antes de cumplir 15 años.
En la mayoría de los lugares, las mujeres ganan menos que los hombres por el mismo tipo de trabajo. En todo el mundo, millones de mujeres y niñas sufren a causa de la violencia física y sexual, sin casi recursos para obtener justicia y protección.
En la Declaración del Milenio y en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, así como en la base misma de las Naciones Unidas, se encuentra el reconocimiento de que las personas vulnerables, sobre todo los niños y niñas, necesitan que se les brinde un cuidado y atención especiales. La igualdad entre los géneros no solamente permitirá promover la autonomía de la mujer para que supere la pobreza, sino también la de sus hijos, familias, comunidades y países. Cuando se observa desde este prisma, la igualdad entre los géneros no solamente es adecuada desde el punto de vista moral, sino que también es fundamental para el progreso humano y el desarrollo sostenible.
Además, la igualdad entre los géneros produce un doble dividendo: beneficia tanto a la mujer como a la infancia. Las mujeres sanas, instruidas y con poder tienen hijas e hijos sanos, instruidos y seguros de sí mismos. Se ha demostrado que la influencia de la mujer en las decisiones que se toman en el hogar tiene repercusiones positivas sobre la nutrición, la atención de la salud y la educación de sus hijos. Pero los beneficios de la igualdad entre los géneros van más allá de sus consecuencias directas sobre la infancia. Sin esta igualdad, será imposible crear un mundo donde impere la equidad, la tolerancia y la responsabilidad compartida, un mundo que sea apropiado para la infancia.
Sin embargo, a pesar de los considerables avances en la promoción de la autonomía de la mujer desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó en 1979 la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, la discriminación por razones de género sigue estando arraigada en todas las regiones del mundo. Sus efectos son evidentes en la preferencia por los hijos sobre las hijas, las escasas oportunidades en la educación y en el trabajo que tienen las niñas y las mujeres, y la violencia de género, que se manifiesta en forma de violencia física y sexual.
OTROS ASPECTOS MENOS OBVIOS DE LA DISCRIMINACIÓN POR RAZONES DE GÉNERO PUEDEN SER IGUALMENTE DESTRUCTIVOS
La discriminación institucional resulta más difícil de identificar y rectificar. Las tradiciones culturales pueden perpetuar la exclusión social y la discriminación de una generación a la siguiente, y los estereotipos de género siguen siendo tolerados sin que nadie los ponga en tela de juicio.
Eliminar la discriminación de género y promover la autonomía de la mujer exigirá mejorar la influencia de la mujer en las decisiones clave que configuran sus vidas y las de los niños y niñas en tres entornos diferentes: el hogar, el lugar de trabajo y el ámbito político. Cualquier cambio que ofrezca una mejora en una de estas facetas influye en la igualdad de la mujer en las otras, y tiene consecuencias profundas y positivas sobre la infancia en todas partes.
ABUSO SEXUAL Y EXPLOTACIÓN
Cuanto más jóvenes son las jóvenes en su primera relación sexual, más probabilidades hay de que hayan sido forzadas a ella. Según un estudio de la Organización Mundial de la Salud, 150 millones de niñas y 73 millones de niños menores de 18 años sufrieron en 2002 relaciones sexuales forzosas u otras formas de violencia física y sexual. En algunos países, la inexistencia de una edad mínima de consentimiento para las relaciones sexuales y el matrimonio expone a los niños y niñas a la violencia de su pareja.
Se calcula que 1.8 millones de niños y niñas están atrapados por el comercio sexual. A muchos se les fuerza a ello, bien porque sus paupérrimas familias los venden como esclavos, bien porque se les rapte para ser sometidos a la trata en burdeles, u otro tipo de explotación. Las niñas y niños sometidos a explotación en la industria comercial del sexo están sujetos al abandono, la violencia sexual y el maltrato físico y psicológico.
VIH/SIDA
En 2005, casi la mitad de los 39 millones de personas que vivían con el VIH eran mujeres. En lugares del Caribe y África, las mujeres de edades comprendidas entre los 15 y los 24 años son seis veces más propensas a infectarse que los jóvenes de su edad.
Las mujeres corren un riesgo mucho mayor que los hombres de contraer el VIH. Una de las principales explicaciones es fisiológica: las mujeres tienen por lo menos el doble de probabilidades que los hombres de infectarse con el VIH durante el acto sexual. El otro factor decisivo, y en gran medida reversible, es el social: la discriminación de género deniega a la mujer el poder de negociación necesario para reducir su riesgo de infección. La alta tasa de analfabetismo entre las mujeres impide que conozcan los riesgos de la infección por VIH. El dramático aumento de la infección entre las mujeres eleva el riesgo de infección entre los niños y niñas. Los bebés se infectan a través de la madre durante el embarazo, el parto o la lactancia. En 2005, más de 2 millones de niños y niñas de 14 años o menos vivían con VIH.
LAS MUJERES EN LA VEJEZ
Las mujeres mayores suelen sufrir la doble discriminación de género y de edad. Las mujeres tienden a vivir más años que los hombres, carecen generalmente del control de los recursos económicos familiares y a veces tienen que afrontar la discriminación de las leyes de la herencia y de la propiedad.
Muchas mujeres mayores están sumidas en la pobreza en un momento de sus vidas en el que son muy vulnerables.
Sólo unos pocos países en desarrollo disponen de redes de seguridad para personas mayores en forma de pensiones no contributivas o sujetas a la verificación de recursos.
Las abuelas en particular poseen un gran conocimiento y experiencia de todo lo relacionado con la salud y el cuidado materno e infantil. En muchas familias, las abuelas son el principal apoyo para las madres y padres trabajadores en lo que al cuidado de los niños y niñas se refiere.
La experiencia ha mostrado que cuando los programas que tratan de beneficiar a los niños y las familias incluyen también a las mujeres mayores, esto repercute en el progreso de los derechos de la infancia.
LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES Y LAS NIÑAS
Las niñas y las mujeres son víctimas frecuentes de actos de violencia física y sexual dentro y fuera del hogar. Aunque gran parte de tales asaltos no se denuncian debido al estigma que representa este tipo de crimen, un reciente estudio multinacional realizado por la Organización Mundial de la Salud reveló que entre el 15% y el 71% de las mujeres habían sufrido asaltos físicos o sexuales de un compañero íntimo. La violencia doméstica es la forma más frecuente de violencia perpetrada contra la mujer.
Durante los conflictos armados, la violación y el asalto sexual se utilizan a menudo como arma de guerra. Cuando las situaciones de emergencia complejas obligan a la gente a desplazarse de sus hogares, las mujeres y las niñas corren un mayor peligro de sufrir actos de violencia, explotación y abuso, a veces perpetrados por las mismas personas que están a cargo de su protección y seguridad.
FORMAS INSIDIOSAS DE DESIGUALDAD ENTRE LOS GÉNEROS
Por muy despreciables que puedan ser la negligencia deliberada o la violencia brutal, la desigualdad insidiosa entre los géneros puede ser igualmente destructiva.
La discriminación institucional resulta más difícil de identificar y rectificar. Las tradiciones culturales pueden perpetuar la desigualdad y la discriminación de una generación a la siguiente, al igual que los estereotipos de género permanecen ampliamente aceptados sin que nadie los ponga en tela de juicio.
La división desigual en las tareas del hogar, que obliga a las niñas y las mujeres a recorrer muchos kilómetros para obtener agua y leña, o la asignación desigual de los recursos domésticos, que lleva a proporcionar a las mujeres y las niñas menos alimentos o atención médica, son ejemplos más sutiles de otras formas de desigualdad.
Estas formas de discriminación arraigadas atrapan a los individuos, las familias y las sociedades en la pobreza y menoscaban el desarrollo económico, político y social. Para que la pobreza pase a la historia, la desigualdad entre los géneros debe ser eliminada. Se necesitan iniciativas valientes y una firme resolución para eliminar la discriminación de género individual e institucional. Es preciso confrontar las actitudes, costumbres y valores que vayan en detrimento de las mujeres y las niñas.
Ninguna historia, legado, religión o tradición cultural pueden justificar la desigualdad ni la falta de autonomía.
EL DOBLE DIVIDENDO DE LA IGUALDAD DE GÉNERO
A pesar de las desigualdades arraigadas entre los géneros, la situación de la mujer ha mejorado en las últimas tres décadas. Una concientización mayor sobre las prácticas discriminatorias y sus consecuencias –que incluye la violencia física y sexual, la ablación/excisión genital de la niña y la mujer, el número desproporcionado de mujeres afectadas por el VIH/SIDA y el analfabetismo de la mujer– ha conducido a un aumento en las exigencias para que se produzcan cambios.
Mediante la promoción de reformas jurídicas y sociales, los proponentes de la igualdad entre los géneros han comenzado a reconfigurar el panorama social y político. Y mientras que el género sigue influyendo en las decisiones y los desafíos, es más probable que una niña nacida en 2007 tenga un futuro más brillante que una niña nacida cuando se aprobó en 1979 la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer.
Hoy en día, las mujeres y las niñas tienen acceso a oportunidades que antes eran inconcebibles. Las tasas de matriculación en la escuela primaria de las niñas han aumentado y la brecha educativa entre los géneros se está reduciendo. Cada vez hay más mujeres que ingresan en el mercado laboral. Y la representación de la mujer en el ámbito político se incrementa en muchas partes del mundo.
En 2006, por ejemplo, Chile y Jamaica eligieron una mujer por primera vez como jefa del gobierno (la Presidente de Chile, Michelle Bachelet, es también jefa de estado). Además, la República de Corea nombró a la primera mujer en el puesto de primer ministro en abril de 2006, con lo que la cifra total de mujeres jefas de estado o de gobierno en el mundo aumentó a 147. Aunque se trata de una cantidad minúscula si se considera que hay 192 Estados Miembros en las Naciones Unidas, hace menos de 50 años no había ninguna mujer que encabezara un gobierno en todo el mundo.
A pesar de los avances en la igualdad entre los géneros, hay demasiadas mujeres que han quedado rezagadas y siguen careciendo de voz y de poder. Las mujeres están desproporcionadamente afectadas por la pobreza, la desigualdad y la violencia.
Según los estudios, la mujer compone la mayoría de los pobres del mundo, dos terceras partes de las mujeres conforman la población analfabeta y, junto a los niños y niñas, representan el 80% de las bajas civiles durante los conflictos armados. VN
- Las mujeres sanas, instruidas y con poder, tienen hijas e hijos sanos, instruidos y seguros de sí mismos. Fotografía: Victor Alemán; Diseño: José Velásquez; Concepto: VOA
Redes Sociales