LA MISIÓN DE LA FE

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles

Esta semana, muchos de nuestros jóvenes emprendieron su peregrinación a Río de Janeiro, Brasil, para encontrarse con el Papa Francisco en el Día Mundial de la Juventud.

Y la semana pasada el Papa Francisco nos dio a todos un gran regalo: su primera Carta Encíclica, Lumen Fidei (“La Luz de la Fe”).

La fe es una de las cuestiones más importantes de nuestro tiempo. ¿Cómo podemos creer? ¿Y en quién podemos confiar? ¿Qué es aquello en lo que podemos creer? ¿Cómo podemos saber a ciencia cierta que lo que creemos es verdad? Estas preguntas inquietan a muchos de nuestros prójimos. De esto es de lo que trata la nueva encíclica del Santo Padre.

“Nuestra cultura ha perdido el sentido de la presencia y actividad tangibles de Dios en el mundo”, escribe.

Muchas personas han dejado de pensar en Dios. Otros, si acaso creen en Él, creen que Dios sólo “está ahí”, lejos de nosotros, allá en las nubes y sin ocuparse de nuestras vidas, de nuestras relaciones mutuas, o de nuestro mundo.

Si pensamos en Dios de esa manera —como alguien lejano y distante— entonces realmente no importa si creemos en Él o no. Y eso es lo que muchos de nuestros hermanos y hermanas han decidido. Por eso cada vez más personas en nuestro país actualmente dicen que no tienen “ninguna religión”.

En Occidente nos hemos olvidado de Dios. Tanto así que el Papa Francisco dice que “podemos hablar de una amnesia masiva en nuestro mundo contemporáneo”.

Por este motivo, el mundo necesita una nueva evangelización.

Porque, hasta hace muy poco, el mundo conocía a Dios. De hecho, por casi 20 siglos, la fe en el Dios de Abraham y en el Dios de Jesucristo fue el fundamento de nuestra civilización. Dios era real para la gente. Dios estaba vivo en sus corazones. La fe en sus promesas inspiró su imaginación y su arte. La confianza en el orden de su creación guió su ciencia y tecnología. Las enseñanzas de Dios moldearon las expectativas de la gente acerca de la manera en que debían tratarse unos a otros y de la manera en que ellos debían ser tratados.

Sí, a lo largo de todos estos siglos, hubo hipocresía, crueldad y muchas atrocidades. Pero nos medíamos a nosotros mismos tomando como referencia la ley de Dios y el Evangelio. Sus normas de bondad y justicia eran las normas que perseguíamos en nuestras sociedades.

Entonces, ¿qué tenemos cuando no tenemos fe en Dios? Tenemos lo que el Papa Francisco llama “idolatría”.

Como seres humanos, podemos huir de Dios, tratar de olvidarlo. Pero no podemos escapar de nuestra propia humanidad. No podemos cambiar la realidad de que somos creados por Dios. Y como hombres y mujeres, fuimos hechos para creer.

Cuando dejamos de creer en Dios, no dejamos de creer. Sólo que empezamos a creer en otras cosas. Empezamos a creer en nosotros mismos —en nuestras facultades, en nuestras posesiones, en las cosas que podemos crear y controlar. En el lenguaje de la Biblia, empezamos a adorar la obra de nuestras manos.

Actualmente, en nuestra cultura, podemos “no tener Dios” pero tenemos muchos pequeños “dioses”: muchos objetos, ideas y creencias en los que ponemos nuestra confianza.

Esto se debe a que cuando las personas no tienen fe en Dios, persiguen sus propios deseos, definen su propia felicidad, recorren caminos creados por ellos mismos para llegar a los destinos de su propia elección. Piensan que son verdaderamente libres. Pero, como dice el Papa Francisco, están siguiendo una ilusión, un camino falso.

Él escribe: “Una vez que el hombre ha perdido la orientación fundamental que unifica a su existencia… su historia de vida se desintegra en una multitud de instantes inconexos… en vagar sin meta alguna de un señor a otro… en una multitud de senderos, que no llevan a ninguna parte, y forman más bien un gran laberinto”.

La nueva evangelización significa volver a presentarle a Dios al mundo. Significa ayudar a nuestros hermanos y hermanas a encontrarse con Jesucristo —que nos muestra el rostro de Dios y nos llama a apartarnos de la oscuridad de los ídolos para vivir en la luz del amor de Dios.

El Papa Francisco escribe: “La fe, en cuanto asociada a la conversión, es lo contrario a la idolatría; es separación de los ídolos para volver al Dios vivo mediante un encuentro personal. Creer significa confiarse a un amor misericordioso, que siempre acoge y perdona, que sostiene y orienta la existencia, que manifiesta su poder en su capacidad de enderezar lo torcido de nuestra historia”.

Lumen Fidei es una hermosa obra de la nueva evangelización. Espero que todos ustedes puedan encontrar el tiempo para leerla y reflexionar sobre ella.

¡Oremos esta semana por todos los jóvenes que se están reuniendo en Río para el Día Mundial de la Juventud! Pidámosle a Jesús que aumente su fe y que aumente nuestra fe.

Y pidámosle a la Virgen, Estrella de la Nueva Evangelización, que nos ayude a todos a seguir a su Hijo, y a llevar a otros a conocerlo.

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