LA DESAFIANTE VISIÓN DE NUESTRO NUEVO PAPA

Por Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles

¡Les deseo muchas bendiciones de Pascua a todos ustedes y sus familias! Tuve una Pascua llena de alegrías, y además, me conmovió mucho ver a tantos de ustedes en las celebraciones de la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. En algunas de ellas, muchas personas se quedaron de pie pues ya no había lugar, lo que es un hermoso signo de su devoción a Jesucristo.

Para todos nosotros, esta también fue la primera Pascua celebrada con el Papa Francisco. En mis oraciones, he estado tratando de acompañar al Papa Francisco al comienzo de su ministerio como Vicario de Cristo en la tierra.

Y ya nos ha dado muchos ejemplos de bondad, humildad y un tierno amor pastoral por la familia de Dios.

He estado escuchando sus palabras atentamente, tratando de entender el corazón y la mente de nuestro nuevo Santo Padre.

Hay un tema que aparece una y otra vez: cómo la Iglesia debe “salir de sí misma” y luchar contra la tentación de mirar hacia dentro y ensimismarse. De hecho, este fue el tema de su charla al colegio cardenalicio antes del cónclave que lo eligió.

En esa charla, dijo: “La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria”.

El Papa Francisco nos está diciendo a todos en la Iglesia que debemos salir de nuestros piadosos “cascarones”: dejar las prácticas y patrones cómodos que nos “protegen” de las exigencias de realmente vivir la fe en nuestra vida cotidiana. Tenemos que superar nuestras tendencias naturales a mirarnos a nosotros mismos para que podamos realmente vivir por el bien de los demás y por la misión de la Iglesia.

El Papa Francisco nos dijo: “¿Qué significa seguir a Jesús en su camino…? Salir de nosotros mismos, para ir al encuentro de los demás, a la periferia de la existencia, a los más alejados, a los olvidados, a quienes necesitan comprensión, consuelo y ayuda… No debemos contentarnos con permanecer en el recinto de las noventa y nueve ovejas, debemos “salir”, buscar con Él a la oveja perdida, a la más lejana… Salir al encuentro de los demás y brindar la luz y el gozo de nuestra fe.”

“Autorreferencial” es una palabra que he visto varias veces en los escritos y charlas del nuevo Papa. Lo que quiere decir es que siempre existe la tentación a centrarnos demasiado en nuestros ministerios, nuestras estructuras internas y nuestros programas. Pero cuando hacemos esto, perdemos nuestro instinto evangélico. Nos convertimos en “administradores”, pero no apóstoles, dice el Papa Francisco.

Nuestro Santo Padre nos recuerda que todo comienza en una profunda vida de oración y una relación íntima con Jesucristo. Pero no podemos detenernos ahí. No nos podemos olvidar que la Iglesia existe para evangelizar, y que el don de la fe nos fue dado para que podamos compartirlo con los demás.

Cuando conocemos a Cristo y lo amamos, tenemos el deber de compartir ese conocimiento y ese amor con los demás. La fe crece cuando es puesta a prueba y es compartida. Por lo tanto cuánto más salimos de nosotros mismos para entregarnos y compartir el don de la fe, más crecerá nuestra fe. “El poder de la gracia que se activa y crece en la medida en que salimos con fe a darnos y a dar el Evangelio a los demás”, dice el Papa.

En su discurso ante el cónclave el Papa Francisco se refirió a la antigua idea católica del mysterium lunae (“el misterio de la luna”).

Los padres de la Iglesia solían decir que la Iglesia es como la luna y Cristo es el sol. La luna no tiene luz propia. Solo refleja la luz del sol.

Así también debería ser para cada uno de nosotros como discípulos y para la Iglesia. Así como la “luna”, nosotros tampoco tenemos luz propia. Solo tenemos la luz que nos viene del “sol”, de Jesucristo. En nuestras propias vidas estamos llamados a reflejar la luz de Jesucristo; estamos llamados a llevar su luz a nuestro mundo; para disipar las tinieblas dando un testimonio fiel de su Resurrección.

En este hermoso tiempo Pascual, oremos los unos por los otros y tratemos de estar más unidos a nuestro nuevo Papa Francisco.

Y pidamos a la Santísima Madre que nos ayude para que podamos salir de nosotros mismos, para buscar a los que están perdidos y para reflejar la luz de Cristo en nuestros ministerios y en todo lo que hacemos.

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