LA ARQUIDIÓCESIS SE DESPIDE DE LA HERMANA ROSANNE BELPEDIO, DIRECTORA DE LA OFICINA DE LITURGIA

LA ARQUIDIÓCESIS SE DESPIDE DE LA HERMANA ROSANNE BELPEDIO, DIRECTORA DE LA OFICINA DE LITURGIA

(fOTO: Hermana Rosanne Belpedio, CSJ, durante una liturgia en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles. / victor alemán).

Por R.W. DELLINGER | vida-nueva.com

Desde que Rosanne Belpedio, hermana de San José de Carondelet, descubrió la liturgia en su cargo de directora de la iniciación cristiana de la Catedral de San Francisco de Sales en Oakland —de 1982 a 1987—, ésta ha sido su pasión.

“En ese tiempo, la diócesis de Oakland estaba mucho muy avanzada en términos de liturgia. Entonces considero que fue ahí donde realmente aprendí la liturgia”, dijo ella en una entrevista reciente a Angelus. “La liturgia era el alma de la parroquia. Y empecé a darme cuenta de que yo formaba parte de ella al estar en el equipo, y que la comunidad estaba edificada en torno a la liturgia y al culto divino. Y fue ese vínculo espiritual que teníamos lo que era la base para el resto de las actividades que se desarrollaban en la vida parroquial”.

Después de un momento, la religiosa de 73 años, que se jubiló de su puesto de directora de la oficina de la Arquidiócesis de Los Ángeles el 30 de junio y después de haber estado una docena de años al frente de ella, agregó: “Así que ése ha sido siempre mi objetivo al ofrecer la formación litúrgica en este lugar: ayudar a las personas a apreciar el modo en que la liturgia es lo que realmente establece los cimientos de nuestra vida espiritual”.

Antes y después de la experiencia que le cambió la vida en Oakland, la hermana Belpedio había tenido una amplia gama de ministerios.

Después de obtener una credencial en educación secundaria, enseñó religión, economía y matemáticas en St. Joseph High School en Lakewood y en University High, en San Diego, así como también en el área de escuela primaria, en California. Luego cambió de rumbo, hacia el ministerio parroquial, como encargada de los jóvenes, en la Misión de San Diego y, más tarde, en el ministerio de campus, en Cal State Los Ángeles y East Los Ángeles City College.

Después de eso fue cuando se mudó a Oakland y allí se involucró en la supervisión de los sacramentos de iniciación: el bautismo, la confirmación y la Eucaristía.

“Me fui de ese lugar para ir a la misión de Chile”, señala. “Y al estar allá, trabajando principalmente con adultos jóvenes, fue cuando ocurrió, en 1960, aquel gran terremoto, en el norte. [Ese megaterremoto de 9.5 grados sigue siendo el mayor sismo registrado hasta la fecha. El terremoto y el tsunami que lo acompañó mataron a 1,655 personas.] Eso fue sencillamente horrible, todas esas muertes y esa destrucción”.

Cuando, después de cuatro años, la hermana Belpedio regresó al sur de California, admite que le llevó algo de tiempo adaptarse. Trabajó en una cooperativa de trabajo en el Centro St. Joseph, en Venecia y también en la Parroquia de St. Clement. Durante un año sabático que tomó, regresó a Chile y luego trabajó en la Diócesis de San Bernardino.

En noviembre de 2008, comenzó a laborar en el trabajo del cual se jubiló el mes pasado.

Nacida en Oak Park, Illinois, la hermana Belpedio creció en el valle de San Fernando. Fue miembro de la clase de convenio en la Escuela Primaria St. John Baptist De la Salle en Granada Hills y se graduó de la Escuela Secundaria Alemany en Mission Hills. Ella entró con las Hermanas de San José de Carondelet, justo después de esto.

“De hecho, desde mis primeros tiempos en De la Salle, me sentí entusiasmada por la idea de servir a los demás”, recuerda. “De inmediato tuve la impresión de que eso es lo que hacían las hermanas y como que esa idea me gustó. Ahora bien, recorrí todo tipo de cosas conforme iba creciendo: “Voy a ser científico”. “Voy a ser diseñadora de modas”.

“Pero en mi tercer año en Alemany, cuando todo el mundo empezaba a prepararse para hacer exámenes para entrar a la universidad, la idea de la vida religiosa realmente volvió a mí con mucha fuerza. Pero era algo así como: “Realmente no quieres hacer esto. Lo que quieres es ir a la universidad y pasártela bien y viajar”.

“Pero, había algo por debajo de todo eso, en donde Dios decía” (y su voz se profundiza con una risita) “¡Te quiero ahora mismo!”. Y así lo hice. Luego estudié como todos los demás. Tú, como hermana, ibas ya sea a la educación, a la enfermería o al trabajo social”.

Volviendo a su amor por la liturgia y al culto divino, la hermana Belpedio dice que todo consiste en conectarse con Dios, idealmente, en un nivel más profundo. Y eso no sólo beneficia a las personas y a las parroquias sino, también, a toda la Iglesia. En otras palabras, la liturgia es simplemente ayudar a la gente a orar.

“Lo que siempre le digo a la gente es que no le estamos ‘dando’ la fe a las personas”, subraya. “Dios es el que le da la fe a la gente. Pero nosotros estamos ayudando a facilitar su conexión personal con Dios. Y todo tiene que ver con la comunidad y con el compartir nuestras historias. Se supone que eso debe suceder en la Misa, especialmente en la homilía del sacerdote. Pero también sucede después de la Misa, al tomar el café y las donas. Es ese testimonio ante los demás lo que me convence día con día de que hay un Dios: por la presencia de Dios en la vida de las demás personas”.

Entonces, la principal tarea litúrgica durante el tiempo del coronavirus es mantener viva a esa comunidad a través de Zoom y de otras redes sociales interactivas.

“Por eso esta pandemia es tan devastadora para nosotros”, dice la hermana Belpedio. “Porque lo más importante sigue siendo el reunirnos como comunidad. Y al reunirnos, damos testimonio unos ante los otros. Y nos apoyamos unos a otros de ese modo.

“No podemos hacer eso ahora de la manera en que estábamos acostumbrados a hacerlo”, señala. “Tenemos que encontrar nuevas maneras de realizarlo. Ése es realmente el desafío de estos momentos”.

“¡Realmente la vamos a extrañar!” dice Eva Hernández que ha trabajado con la hermana Rosanne Belpedio durante casi tres años. “Ella es un excelente ser humano. Y siempre está abierta a escuchar, a darte consejos, a orar contigo acerca de las cosas que están ocurriendo en tu vida personal”. Y —se detiene para encontrar las palabras correctas— “Oh, ella es una de esas personas que son sencillamente encantadoras”.

Para una mujer religiosa, ser directora de la oficina del culto divino va mucho más allá de ser simplemente un trabajo, según Hernández. Es un ministerio que ha abarcado toda su vida.

“Es su pasión. Cuando ella habla de liturgia, siempre es en relación a que la Eucaristía es la ‘fuente y la cumbre’ de nuestra enseñanza, de nuestra religión”, señala su compañera de trabajo. “Y se esfuerza por mejorar la liturgia y el culto divino en las parroquias y en toda la arquidiócesis. Ella siempre se está esforzando por hacer las cosas cada vez mejor”.

Hernández dice que el principal legado de la hermana Rosanne es el equipo que ella formó y cultivó en la oficina del culto divino, en el cuarto piso del Centro Católico Arquidiocesano. Y eso ayudará inmensamente a la siguiente persona que pasará a ocupar su puesto.

“Ella no sólo hizo que nos transformáramos en un equipo de trabajo, sino que realmente hemos llegado a cuidar unos de otros”, destaca. “Creo que fue parte de su personalidad la manera en la que nos ayudó a desarrollar esta relación cercana entre nosotros. Así que creo que nos deja en herencia un gran legado. Y nos fijó un alto estándar no solamente para practicar nuestra propia vida religiosa espiritual, sino también para compartirla con la comunidad”. Después de un momento, añade: “Y su legado es también que ella realmente quiere que haya una formación en la fe ahí afuera. Reitero, es su pasión. Es, sencillamente, estar cerca del Dios vivo”. VN

 

Share