HOMILÍA DE LA PROCESIÓN Y MISA EN HONOR DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE
Monseñor JOSÉ H. GOMEZ, Arzobispo de Los Ángeles
East Los Angeles College Stadium
Los Ángeles, California
2 de diciembre de 2012
MIS QUERIDOS GUADALUPANOS:
Estoy muy feliz de estar aquí con ustedes en esta hermosa celebración de nuestro amor por Nuestra Señora de Guadalupe.
Me da mucha alegría ver a tantos de ustedes, y a todos sus hijos. ¡Su fe me inspira! ¡Su fe es la esperanza de nuestra Iglesia! ¡Su fe es la esperanza de nuestro país! ¡Mantengamos fieles a nuestros hijos! ¡Mantengamos fuertes a nuestras familias! ¡Mantengámonos fieles y cercanos a la Virgen!
Podemos y debemos ser buen ejemplo para los demás: ¡Podemos ayudar a nuestros hijos, podemos ayudar a nuestros esposos y esposas, a nuestros amigos, a nuestros seres queridos!
Acudamos hoy especialmente al corazón amoroso de Nuestra Señora de Guadalupe. Agradezcámosle por su amor maternal.
¡La Virgen es nuestra madre amorosa! Recurrimos a ella hoy, como sus hijos pequeños.
Queremos aprender del ejemplo de fe de nuestra Santa Madre, tal como lo hizo Jesús. Jesús aprendió sus oraciones y la práctica de su fe de su Madre y de San José.
¡Este es un ejemplo para ustedes, mis hermanos y hermanas! Necesitan ser buenos maestros, buenos ejemplos para sus hijos. ¡Recen con sus hijos! Háblenles sobre Jesús y sobre Nuestra Señora de Guadalupe. Compartan las narraciones del Evangelio y la hermosa aparición del Tepeyac. Enséñenles cómo ser generosos y a amar.
Entonces, encomendémonos hoy al corazón amoroso de Nuestra Señora de Guadalupe. Agradezcámosle por su amor maternal.
Acudimos a ella hoy, tal como lo hizo Jesús cuando era niño. Le hablamos a ella con un tierno cariño, tal como los niños pequeños lo hacen al hablar a su madre. Queremos decirle que la amamos, tal como hizo Jesús.
Queremos aprender del ejemplo de fe de nuestra Santa Madre, tal como lo hizo Jesús. Jesús aprendió sus oraciones y la práctica de su fe de su Madre y de San José.
¡Este es un ejemplo para ustedes, mis hermanos y hermanas! Necesitan ser buenos maestros, buenos ejemplos para sus hijos. ¡Recen con sus hijos! Háblenles sobre Jesús y sobre Nuestra Señora de Guadalupe. Compartan las narraciones del Evangelio y la hermosa aparición del Tepeyac. Enséñenles cómo ser generosos y a amar.
Como saben, hoy es el comienzo del Adviento. Y el Adviento, como también sabemos, es un periodo de espera. ¿Pero qué es lo que estamos esperando en el Adviento? Estamos esperando la Navidad. Estamos esperando al Niño Jesús. Estamos esperando al Hijo de Dios.
Eso es lo que escuchamos en nuestra primera lectura de hoy. Escuchamos al profeta Jeremías hablando muchos siglos antes de Cristo. Y lo escuchamos prometiendo que un día Dios iba a enviar un Hijo de David a Israel, “un germen justo” que conduciría a su pueblo a la salvación.
Sabemos que Dios sí cumplió las promesas que hizo a través de sus profetas. Sabemos que Dios sí envió un Hijo de David a Israel, tal como lo prometió. Él envió a Jesús, su Hijo Unigénito.
Jesús vino a mostrarnos que somos hijos de Dios. Mis hermanos y hermanas: ¡Esta es la realidad más importante de nuestras vidas! Esta es toda la esencia del Evangelio que Jesús vino a entregarnos: ¡Somos hijos queridísimos de Dios!
¡Cómo desearía que todos nos pudiéramos dar cuenta de esto! ¡Cambiaría la vida de todos! ¡Cambiaría el mundo entero! ¡Si tan sólo pudiéramos creer verdaderamente lo que Jesús nos dijo: que somos hijos de Dios!
De eso se trata el Adviento. El pequeño Hijo de Dios que viene a mostrarnos que todos somos hijos de Dios. Jesucristo es nuestro hermano mayor en la fe. Miramos a Jesús y vemos cómo es el verdadero aspecto de un hijo o hija de Dios.
En la lectura del Evangelio que escuchamos hoy, Jesús nos dice que regresará. Nos dice: “Verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria”.
Mis hermanos y hermanas: Jesús quiere que estemos listos. Quiere que estemos listos para encontrarlo cuando venga de nuevo. Listos para encontrarlo al final de nuestras vidas.
Por tanto, tenemos que estar preparados. La pregunta para nosotros el día de hoy es: ¿Cómo estás viviendo? ¿Estás viviendo como Jesús quiere que vivas? ¿Estás viviendo de acuerdo con sus enseñanzas? Esta es una buena pregunta para que te hagas al inicio del Adviento.
Por tanto, hagamos de este Adviento un tiempo de conversión. Un tiempo para cambiar algunas cosas que no vayan bien en nuestras vidas. Un tiempo en el que regresemos al camino correcto para vivir.
Eso es lo que San Pablo estaba pidiendo en la segunda lectura que escuchamos hoy. Dijo que necesitamos consolidar nuestros corazones. Dijo que necesitamos asegurarnos que estamos creciendo en el amor. Necesitamos asegurarnos que estamos agradando a Dios nuestro Padre.
Todos tenemos cosas en nuestras vidas que desearíamos que fueran diferentes. Todos tenemos cosas muy nuestras que desearíamos cambiar.
¡Por ello, este es el tiempo de hacer ese cambio!
¡Tenemos que crecer más en nuestra fe cristiana!
Por ello, tenemos que seguir rezando diariamente. Tenemos que seguir leyendo los Evangelios y seguir asistiendo a la Santa Misa cada domingo, en familia si es posible. ¡Tenemos que tratar de estar más desapegados de las cosas materiales y más cerca de Dios!
El corazón de la Virgen está lleno de amor por nosotros. ¡Esto lo sabemos, mis hermanos y hermanas! Nuestra Señora de Guadalupe está siempre rezando por nosotros, siempre intercediendo por nosotros. Tal como cualquier madre lo hace por sus hijos. Ella quiere enseñarnos y sanar nuestras heridas. ¡Ella quiere ayudarnos a crecer en el Amor de Dios y de los demás!
Acudamos por tanto a la Virgen de Guadalupe para que nos ayude. Pidámosle que nos muestre cómo ser más semejantes a Jesús, más como los hijos de Dios que deberíamos ser.
¡Que viva la Virgen de Guadalupe!
¡Que viva San Juan Diego!
¡Que viva Cristo Rey!
¡Que viva la Virgen de Guadalupe!
¡Que viva la Virgen de Guadalupe!
¡Que viva la Virgen de Guadalupe!
Nuestra Señora de Guadalupe, ¡ruega por nosotros!VN
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